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Voto de Chris Jiménez:
8
6,0
10.126
Thriller
Brian Kessler es un periodista que prepara un libro sobre los asesinos en serie más famosos de los Estados Unidos. Para ello decide emprender un viaje junto a su novia Karrie, para conocer los lugares donde los criminales vivieron y mataron. Para compensar los altos costes del viaje, ponen un anuncio solicitando compañeros con los que compartir los gastos de gasolina. (FILMAFFINITY)
22 de enero de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los asesinos causan una ineludible repulsión, por supuesto, entonces... ¿por qué nos estimula verlos actuar en el cine, en la televisión?
¿Por qué no podemos evitar sentirnos cautivados por Norman Bates o Mickey Knox?, ¿por qué vemos en las noticias que una chica ha sido descuartizada y seguimos comiendo nuestros macarrones como si nada?
Se trata de la seducción por lo grotesco, del morbo por lo prohibido, del gusto inconfesable por una violencia que emerge de nuestras más sombrías pulsiones y somos incapaces de dominar pese a nuestro propio sentido común y todos esos vacuos valores que la sociedad nos inculcó. ¿De dónde, de qué origen desconocido, procede esta aceptación de la violencia, esta atracción por ella y por la muerte? Fue "El Silencio de los Corderos" la que volvió a hacer sentir al público verdadera fascinación por la figura del asesino en serie, que tan esperpéntica había resultado en la década anterior a causa del "slasher", algo que se mantuvo como seña de identidad en todo el cine de suspense de los '90.
Quizá gracias al hechizo de la obra magna de Demme pudieron surgir títulos como "Kalifornia", producto de un guión fantasma que Tim Metcalfe y Stephen Levy llevaban confeccionando desde mediados de los '80, el cual terminaría en el seno de la compañía Propaganda Films, célebre en los años '90 por sus vídeos musicales y por servir de trampolín a futuros cineastas como David Fincher, Simon West, Gore Verbinski o Dominic Sena, quien se propuso debutar a la dirección seducido por la caracterización del protagonista (Earl Grayce) y el concepto de "road movie" de Metcalfe, con quien tendría serias disputas por la dirección que estaba tomando su historia.
Ya ese abrupto arranque entre barro, lluvia y sangre deja patente las habilidades de Sena tras la cámara tanto como el tono sombrío, violento, viscoso y enteramente "indie" que marcará la película hasta el final. Pronto conocemos a Brian y Carrie, una pareja de clase media-alta acomodada; ella es una controvertida fotógrafa "avant-garde" y él escritor y estudiante de universidad. Será su voz la que nos vaya describiendo los hechos a lo largo del metraje, torpe decisión del director pues esa continua narración subjetiva resta fuerza a las imágenes, y la justificación radica en que el personaje está intentando escribir un libro sobre los asesinatos más cruentos y conocidos de los EE.UU..
En el lado opuesto, Early y Adele, otra pareja situada en un estrato social más bajo y que encarna a la América invisible, esa América profunda tan llena de incógnitas y peligros, la América de la basura, los desamparados, los olvidados...la de los espectros. Dos mundos prestos a colisionar y cuyas consecuencias serán apocalípticas. La intención de Metcalfe es apreciable a poco tardar en desarrollarse la trama: meter al espectador en la piel de Brian y Carrie, ya que, en realidad, somos tan políticamente correctos, ingenuos, pseudointelectuales y morbosos como ellos, sobre todo morbosos, pues ese es el resorte para un peculiar viaje por carretera con destino a California y con parada en escenarios de célebres crímenes.
Como les sucedía al Jeffrey de "Terciopelo Azul", al L.B. de "La Ventana Indiscreta", es la fascinación, la curiosidad y casi la excitación por lo aberrante, lo horrendo, lo que alimenta las fantasías de Brian. Sin embargo alguien que desconoce completamente qué es o cómo es un asesino, que fantasea con una truculenta realidad tan alejada de la suya, que razona usando teorías y esquemas prefijados los cuales no sirven en realidad para nada...alguien que, en sus propias palabras, todo lo que sabe sobre asesinos lo ha leído en una biblioteca. Entre medias, una serie de casuales personajes no hacen sino elevar el nivel de extrañeza imperante y subrayar aún más la repugnante catadura del ser humano (el viejo del bar-restaurante, el agente de la condicional de Early, el tipo al que se enfrentará en los baños de la gasolinera...).
Se inicia el viaje, dejamos la ciudad para sumergirnos en el vasto y cautivador desierto norteamericano. A pesar de su condición de repelente asesino, Early se gana nuestra simpatía y la de los protagonistas, quizás por esa imagen de ingenuo y creyente paleto sureño de pelo grasiento en la que se refugia. El demasiado tolerante, permisivo y estúpido Brian se deja simplemente llevar por la situación, pero Carrie advierte una sensación de peligro cercana y latente, la cual estrechará el cerco a su alrededor y al nuestro, pues junto a ella nos agobiaremos, por la inquietante silueta de Early, que la espía, que se aproxima a ella emanando un potente deseo sexual.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Poderosa, minimalista y perversa "road movie" que logra un impacto realmente desgarrador a través de su energía cruda y visceral y de unos trazos que arañan la realidad abriendo una brecha a mundos de registros sensibles que por su extrañeza penetran en lo profundo del inconsciente.
Desgraciadamente no obtuvo el beneplácito del público en su momento y Sena se alejaría varios años de la industria del cine. La inocente sonrisa de una desaparecida Adele es lo único que queda tras tanta muerte, violencia y destrucción; así que la esperanza aún permanece...así como el remordimiento y la culpa...
¿Por qué no podemos evitar sentirnos cautivados por Norman Bates o Mickey Knox?, ¿por qué vemos en las noticias que una chica ha sido descuartizada y seguimos comiendo nuestros macarrones como si nada?
Se trata de la seducción por lo grotesco, del morbo por lo prohibido, del gusto inconfesable por una violencia que emerge de nuestras más sombrías pulsiones y somos incapaces de dominar pese a nuestro propio sentido común y todos esos vacuos valores que la sociedad nos inculcó. ¿De dónde, de qué origen desconocido, procede esta aceptación de la violencia, esta atracción por ella y por la muerte? Fue "El Silencio de los Corderos" la que volvió a hacer sentir al público verdadera fascinación por la figura del asesino en serie, que tan esperpéntica había resultado en la década anterior a causa del "slasher", algo que se mantuvo como seña de identidad en todo el cine de suspense de los '90.
Quizá gracias al hechizo de la obra magna de Demme pudieron surgir títulos como "Kalifornia", producto de un guión fantasma que Tim Metcalfe y Stephen Levy llevaban confeccionando desde mediados de los '80, el cual terminaría en el seno de la compañía Propaganda Films, célebre en los años '90 por sus vídeos musicales y por servir de trampolín a futuros cineastas como David Fincher, Simon West, Gore Verbinski o Dominic Sena, quien se propuso debutar a la dirección seducido por la caracterización del protagonista (Earl Grayce) y el concepto de "road movie" de Metcalfe, con quien tendría serias disputas por la dirección que estaba tomando su historia.
Ya ese abrupto arranque entre barro, lluvia y sangre deja patente las habilidades de Sena tras la cámara tanto como el tono sombrío, violento, viscoso y enteramente "indie" que marcará la película hasta el final. Pronto conocemos a Brian y Carrie, una pareja de clase media-alta acomodada; ella es una controvertida fotógrafa "avant-garde" y él escritor y estudiante de universidad. Será su voz la que nos vaya describiendo los hechos a lo largo del metraje, torpe decisión del director pues esa continua narración subjetiva resta fuerza a las imágenes, y la justificación radica en que el personaje está intentando escribir un libro sobre los asesinatos más cruentos y conocidos de los EE.UU..
En el lado opuesto, Early y Adele, otra pareja situada en un estrato social más bajo y que encarna a la América invisible, esa América profunda tan llena de incógnitas y peligros, la América de la basura, los desamparados, los olvidados...la de los espectros. Dos mundos prestos a colisionar y cuyas consecuencias serán apocalípticas. La intención de Metcalfe es apreciable a poco tardar en desarrollarse la trama: meter al espectador en la piel de Brian y Carrie, ya que, en realidad, somos tan políticamente correctos, ingenuos, pseudointelectuales y morbosos como ellos, sobre todo morbosos, pues ese es el resorte para un peculiar viaje por carretera con destino a California y con parada en escenarios de célebres crímenes.
Como les sucedía al Jeffrey de "Terciopelo Azul", al L.B. de "La Ventana Indiscreta", es la fascinación, la curiosidad y casi la excitación por lo aberrante, lo horrendo, lo que alimenta las fantasías de Brian. Sin embargo alguien que desconoce completamente qué es o cómo es un asesino, que fantasea con una truculenta realidad tan alejada de la suya, que razona usando teorías y esquemas prefijados los cuales no sirven en realidad para nada...alguien que, en sus propias palabras, todo lo que sabe sobre asesinos lo ha leído en una biblioteca. Entre medias, una serie de casuales personajes no hacen sino elevar el nivel de extrañeza imperante y subrayar aún más la repugnante catadura del ser humano (el viejo del bar-restaurante, el agente de la condicional de Early, el tipo al que se enfrentará en los baños de la gasolinera...).
Se inicia el viaje, dejamos la ciudad para sumergirnos en el vasto y cautivador desierto norteamericano. A pesar de su condición de repelente asesino, Early se gana nuestra simpatía y la de los protagonistas, quizás por esa imagen de ingenuo y creyente paleto sureño de pelo grasiento en la que se refugia. El demasiado tolerante, permisivo y estúpido Brian se deja simplemente llevar por la situación, pero Carrie advierte una sensación de peligro cercana y latente, la cual estrechará el cerco a su alrededor y al nuestro, pues junto a ella nos agobiaremos, por la inquietante silueta de Early, que la espía, que se aproxima a ella emanando un potente deseo sexual.
(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)
Poderosa, minimalista y perversa "road movie" que logra un impacto realmente desgarrador a través de su energía cruda y visceral y de unos trazos que arañan la realidad abriendo una brecha a mundos de registros sensibles que por su extrañeza penetran en lo profundo del inconsciente.
Desgraciadamente no obtuvo el beneplácito del público en su momento y Sena se alejaría varios años de la industria del cine. La inocente sonrisa de una desaparecida Adele es lo único que queda tras tanta muerte, violencia y destrucción; así que la esperanza aún permanece...así como el remordimiento y la culpa...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
También descubriremos sobre él gracias a las confesiones íntimas y reveladoras de Adele, único atisbo de pureza que hallamos frente a los demás (el desequilibrio psicótico de Early, el gusto por el morbo de Carrie, la obsesión de Brian), un ser inocente, infantil, de traumático pasado y condenado a perder su identidad.
De hecho veremos cómo Early empieza a sustituirla por Carrie al intentar cortarle el pelo con el mismo estilo de aquélla: la figura de proyección ya inicia su progresiva transmutación (más tarde Carrie cortará el pelo a Adele a su propia imagen). Cuanto más averiguamos de Early más repulsión nos causa, y más enigmática y tenebrosa se vuelve su presencia.
De repente el viaje, el argumento, la película en general se quiebran irremisiblemente por un accidente en una gasolinera que revela la verdad, la monstruosidad bajo las apariencias. Ahora todo es posible y sólo lo peor puede suceder. La trama vira en redondo y la inverosimilitud campa a sus anchas, tanto como la furia destructiva de ese Early descubierto ante nosotros y los protagonistas, incapaces de reaccionar ante ello; pero hay que tener una cosa en cuenta: es la lógica de un psicópata la que guía su proceder, así que no podemos esperar nada salvo una desestabilización completa de la realidad y la razón.
Sólo hay que dejarse llevar.
El desierto, pese a su amplitud, se adivina más claustrofóbico mientras la atmósfera se impregna poderosamente de un calor agobiante que penetra hasta las entrañas y nos arrastra a los infernales abismos de unas esferas invadidas por el malestar, el desaliento, incluso la náusea, ofreciendo así una paleta de sensaciones más fuertes y tóxicas que escapan a la cruda e implacable visión de realidad que gobernaba (y sigue gobernando, en un segundo plano) en el film, en paradójico contrapunto a lo que sucede con Brian, cuya fascinación por lo grotesco y lo truculento se pierde al verse asaltado realmente por ello tras introducirse en ese microcosmos de horror, degradación, muerte y perversidad en el que Early se erige como único maestro de ceremonias.
La ola de muerte y terror culmina con la muerte de Adele. La inocencia, la salvación, la esperanza es arrancada, desaparece por completo del escenario y Carrie, que ya había estado robando en secreto y de manera inconsciente la identidad de la chica, la termina reemplazando físicamente como nuevo objeto del asesino. La sensación de irrealidad y opresión alcanza su cenit al llegar el apocalíptico último tramo en ese remoto lugar donde Carrie será apresada y Brian descubrirá cómo de fácil es verse poseído por la rabia y la sed de sangre. Ambos protagonistas cruzan la línea y la transformación se completa.
Mientras se deja influir por un estilo "tarantiniano", el tono sombrío y descorazonador de los films de Peckinpah, la novela de Jim Thompson y por títulos con los que su obra comparte diversos puntos como "The Sadist", "Corazón Salvaje", "El Autoestopista" o el clásico "Malas Tierras", Sena, sirviéndose de la magnífica fotografía de Bojan Bazelli y la música de Carter Burwell, modela unas atmósferas de puro desasosiego y sádico erotismo en cuyos pliegues nos mete de cabeza filmando desde el espectro de una violencia que parece brotar de un origen desconocido, del que nunca obtenemos una explicación.
¿De qué sirven las teorías, tanta tolerancia y esa línea que separa la cordura de la locura, la ética de lo inmoral? De nada, pues todos podemos asesinar, como Early, como Brian, porque son nuestros impulsos más feroces y primarios los que nos guían. Un irreconocible Brad Pitt se despoja de la etiqueta que Hollywood ya le había colgado con una actuación que eriza el vello por su brutalidad en la piel de una bestia descarnada y voz cazallosa, al tiempo que Juliette Lewis encandila con su pulcra e inocente belleza y Michelle Forbes con su seductora, ambigua y fuerte figura.
No se puede decir lo mismo de David Duchovny, quien pasea su insipidez por la pantalla de principio a fin.
De hecho veremos cómo Early empieza a sustituirla por Carrie al intentar cortarle el pelo con el mismo estilo de aquélla: la figura de proyección ya inicia su progresiva transmutación (más tarde Carrie cortará el pelo a Adele a su propia imagen). Cuanto más averiguamos de Early más repulsión nos causa, y más enigmática y tenebrosa se vuelve su presencia.
De repente el viaje, el argumento, la película en general se quiebran irremisiblemente por un accidente en una gasolinera que revela la verdad, la monstruosidad bajo las apariencias. Ahora todo es posible y sólo lo peor puede suceder. La trama vira en redondo y la inverosimilitud campa a sus anchas, tanto como la furia destructiva de ese Early descubierto ante nosotros y los protagonistas, incapaces de reaccionar ante ello; pero hay que tener una cosa en cuenta: es la lógica de un psicópata la que guía su proceder, así que no podemos esperar nada salvo una desestabilización completa de la realidad y la razón.
Sólo hay que dejarse llevar.
El desierto, pese a su amplitud, se adivina más claustrofóbico mientras la atmósfera se impregna poderosamente de un calor agobiante que penetra hasta las entrañas y nos arrastra a los infernales abismos de unas esferas invadidas por el malestar, el desaliento, incluso la náusea, ofreciendo así una paleta de sensaciones más fuertes y tóxicas que escapan a la cruda e implacable visión de realidad que gobernaba (y sigue gobernando, en un segundo plano) en el film, en paradójico contrapunto a lo que sucede con Brian, cuya fascinación por lo grotesco y lo truculento se pierde al verse asaltado realmente por ello tras introducirse en ese microcosmos de horror, degradación, muerte y perversidad en el que Early se erige como único maestro de ceremonias.
La ola de muerte y terror culmina con la muerte de Adele. La inocencia, la salvación, la esperanza es arrancada, desaparece por completo del escenario y Carrie, que ya había estado robando en secreto y de manera inconsciente la identidad de la chica, la termina reemplazando físicamente como nuevo objeto del asesino. La sensación de irrealidad y opresión alcanza su cenit al llegar el apocalíptico último tramo en ese remoto lugar donde Carrie será apresada y Brian descubrirá cómo de fácil es verse poseído por la rabia y la sed de sangre. Ambos protagonistas cruzan la línea y la transformación se completa.
Mientras se deja influir por un estilo "tarantiniano", el tono sombrío y descorazonador de los films de Peckinpah, la novela de Jim Thompson y por títulos con los que su obra comparte diversos puntos como "The Sadist", "Corazón Salvaje", "El Autoestopista" o el clásico "Malas Tierras", Sena, sirviéndose de la magnífica fotografía de Bojan Bazelli y la música de Carter Burwell, modela unas atmósferas de puro desasosiego y sádico erotismo en cuyos pliegues nos mete de cabeza filmando desde el espectro de una violencia que parece brotar de un origen desconocido, del que nunca obtenemos una explicación.
¿De qué sirven las teorías, tanta tolerancia y esa línea que separa la cordura de la locura, la ética de lo inmoral? De nada, pues todos podemos asesinar, como Early, como Brian, porque son nuestros impulsos más feroces y primarios los que nos guían. Un irreconocible Brad Pitt se despoja de la etiqueta que Hollywood ya le había colgado con una actuación que eriza el vello por su brutalidad en la piel de una bestia descarnada y voz cazallosa, al tiempo que Juliette Lewis encandila con su pulcra e inocente belleza y Michelle Forbes con su seductora, ambigua y fuerte figura.
No se puede decir lo mismo de David Duchovny, quien pasea su insipidez por la pantalla de principio a fin.