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Voto de Chris Jiménez:
6
Drama Susanne es dueña de una agencia de modelos en Estocolmo. Doris, su modelo más popular, tiene una discusión con su novio, Palle, justo antes de que ella vaya con Susanne a Gotemburgo para ser fotografiada en una nueva colección. En Gotemburgo, Doris se encuentra con un cónsul de edad avanzada, que ve en ella un parecido sorprendente con su esposa, ahora en un hospital psiquiátrico. El cónsul satisface los deseos de Doris, comprándole ... [+]
6 de noviembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces una fantasía o ilusión puede hacerse realidad, basta con desearlo profundamente. A dos mujeres dedicadas al lujoso mundo de la moda, se les ha concedido ese deseo.
A lo largo de todo un día las dos por separado harán realidad sus sueños, o al menos eso creen. De seguro que ninguna de ellas podrá predecir todos los acontecimientos que van a vivir desde que pongan los pies en Gotemburgo.

A Ingmar Bergman siempre le han obsesionado los sueños y las ilusiones, y en casi todas sus obras dichos temas toman una gran importancia, pero quizá nunca lo haya expresado con tal sutileza y sentido del humor como en "Sueños". Estamos a mitad de los '50 y el sueco lleva una carrera cinematográfica muy enfocada en el melodrama. Antes del film que nos ocupa había sorprendido a propios y extraños con la curiosa comedia "Una Lección de Amor"; bueno, hay que reconocer que en este terreno también sabía defenderse, y para demostrar tal cosa ahí está "Sonrisas de una Noche de Verano".
No quedaban muchos años para que el director nos dejara atónitos con obras maestras como "El Séptimo Sello", "Fresas Salvajes" o la memorable Trilogía del Silencio e hiciera hincapié en todos esos temas que serían un recurrente en su cine para la posteridad, sin embargo aquí, aunque se pueden ir percibiendo levemente ciertos detalles, hallamos a un Bergman en evolución, previo a su madurez como realizador, preparándose para dar el salto del clásico melodrama a un tipo de cine muy distinto.

En "Sueños" encontramos, efectivamente, un gran equilibro entre drama y comedia, presentándose a lo largo de toda esta historia. Una historia protagonizada por Susanne, la dueña de una agencia de modelos y Doris, una de sus empleadas; dos mujeres que no gozan de una vida sentimental muy satisfactoria. Tras tener la segunda una discusión con su novio, parte con su jefa a una sesión de fotos a la ciudad de Gotemburgo, y acabarán teniendo una extraña experiencia el mismo día. Doris, presumida y avariciosa, contempla las joyas y prendas de los escaparates, hasta que aparece un misterioso anciano que decide comprarlas para ella; Susanne, enamorada de un hombre casado, hace lo posible por encontrarse con él y compartir una tarde.
Premisa sencilla, personajes normales, sí, pero guardando una gran cantidad de detalles...sin duda la parte más inclinada a la comedia es la protagonizada por Doris, quien se ve reflejada en los cristales de las tiendas, cuando de la nada el cónsul Otto aparece y le compra un vestido, la invita a desayunar, a pasar un rato divertido en la montaña rusa; la chica vive una pura ilusión y pierde conciencia de la realidad. Lo de Susanne es pura tragedia, ya que su romance secreto con Henrik le provoca una sensación de gran sufrimiento, y al final es descubierto por la frígida esposa de éste.

Bergman construye un melodrama dándose un atisbo de lo que serían algunas de sus marcas de la casa. Empieza con el tedioso tic-tac de un reloj, que oiremos en muchas películas del sueco, el silencio y una sensación de agobio, provocada sobre todo por ese tripudo individuo que observa con lascivia a Doris, invaden la escena principal. Gotas del humor más sutil nos llevan al viaje emprendido por las protagonistas; a Susanne le viene la idea de la muerte, expresándose a través de imágenes que guardan dobles sentidos. La atmósfera se vuelve extraña cuando aparece Otto (un personaje que de algún modo me recordó a aquel hidalgo del "Lazarillo de Tormes", el cual finge ante la sociedad ser adinerado cuando en realidad es sólo un pobre desgraciado).
El cónsul, en este caso, posee riquezas, pero por dentro es un hombre infeliz, triste, por culpa de su despreciable hija, quedando el encuentro de ambos muy ambiguo. ¿Se encariña el hombre con Doris por ver en ella a una hija o por su tremendo parecido con su esposa, ingresada en un manicomio? Bergman posee un curioso concepto del castigo y del enfrentamiento con la realidad. Doris es codiciosa, caprichosa, sólo pide más regalos al cónsul, Susanne desea la muerte a la mujer y a los hijos de Henrik, y así, con el resonar del timbre de una puerta y de un teléfono, la fantasía de las dos mujeres se rompen en mil pedazos al mostrarse ellas tal como son.

Repiten con el director Eva Dahlbeck y Harriet Andersson, quien se convertiría en una de sus musas a partir de "Un Verano con Monika", ambas ofreciendo muy buenas interpretaciones, como también Gunnar Björnstrand, otro de los actores fetiche del sueco.
Bañada en la fotografía en blanco y negro de Hilding Bladh, se perfila esta deliciosa tragicomedia ambientada en lujosos y pomposos escenarios que cuenta con unos personajes principales bien definidos y donde, gracias a sus elementos psicológicos, la evolución de Ingmar Bergman hacia su cine posterior a los '50 se hace más palpable.

Muy significativa la escena donde vemos a Dahlbeck abriendo la ventana del tren y empapándose con la lluvia. Ocho años más tarde veríamos algo similar con Gunnel Lindblom en "El Silencio".
Chris Jiménez
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