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Voto de Chris Jiménez:
3
Ciencia ficción. Acción. Terror La hecatombe nuclear se sucede sobre la faz de la tierra y un puñado de seres humanos logran sobrevivir. (FILMAFFINITY)
31 de enero de 2019
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Os pareció poco excitante aquella peligrosa misión orquestada por John Carpenter en la que "Snake" Plissken debía rescatar al presidente de los EE.UU. de la prisión de máxima seguridad en la que se había convertido New York?
¡Pues no os preocupéis!, porque desde tierras italianas nos llega una de las aventuras definitivas de la ciencia-ficción que deja en mantillas a la anterior.

En ella tenemos que acompañar a Parsifal, un héroe experto en carreras, fuerte, justo y más chulo que un ocho al que el presidente (de la Confederación) ha ordenado introducirse en New York, devastada por las bombas atómicas, para encontrar a la única mujer fértil que existe sobre La Tierra. A todas luces un suicidio, ya que los restos de la otrora Manhattan esconden todo tipo de peligros: mutantes, androides, mercenarios, hombres mono y, cómo no, un ejército armado que controla el territorio: los Euraks.
En la década de los '80 eran muy pocos los jóvenes que se abstenían de alquilar en el videoclub maravillas como "2.019: Tras la Caída de New York", más impresionados por los dibujos de las carátulas que por lo que realmente pudieran contener las cintas. Mi padre siempre me lo contaba con detalle; eran los tiempos en los que la serie "B" de corte futurista y post-apocalíptico arrasaba en las estanterías, donde títulos como "1.990: Los Guerreros del Bronx", "Stryker", "Los Nuevos Bárbaros" o "El Guerrero del Mundo Perdido" se agotaban en un abrir y cerrar de ojos.

Casi todos ellos de factoría italiana, realizados por irregulares directores cuyo objetivo era sacar tajada del éxito que habían cosechado "Mad Max 2" y "1.997: Rescate en New York". En este clima de imitaciones con ánimo de lucro el prolífico Sergio Martino, quien ya había tocado géneros como el "giallo", el "spaghetti western" o el policíaco, decidió, junto a los guionistas Ernesto Gastaldi y Gabriel Rossini y su hermano, el productor Luciano Martino, seguir el ejemplo de sus coetáneos y fabricarse con cuatro duros su propia gran aventura futurista (con una interesante premisa que pareció inspirar a la novela "Hijos de los Hombres", escrita nueve años después por P.D. James).
Todo empieza cuando a nuestro rudo y lacónico amigo le han encasquillado dos ayudantes para que la misión le sea más sencilla: Bronx, un tipo con un garfio en el brazo que conoce bien la ciudad, y Ratchet, uno de los mejores hombres de la Confederación. No hay muchas opciones: o morir o lanzarse a la búsqueda de la chica entre las ruinas de "lo que había sido el extraordinario símbolo de la civilización tecnológica americana". ¿Quién puede rechazar embarcarse en una cruzada tan emocionante como ésta? Seguramente nadie.

Y eso es quizá lo único que se salva en este revoltijo de los films de Miller y Carpenter con un poco de "New York, año 2.012", "Star Wars", "La Carrera de la Muerte del Año 2.000" y hasta "El Planeta de los Simios", donde rápidamente se pasa del escenario apocalíptico de Manhattan, más emparentado con el que imaginó Castellari para su Bronx (no hay nada peor que copiar una copia), a carreras por el desierto con vehículos llenos de placas de contrachapado en las que se echa en falta a Frankenstein y Joe, presentándonos así a uno de los héroes menos carismáticos de todos los tiempos (y mira que los hay).
Tras una parada en la central de la Confederación, en una Alaska que es puro decorado del todo a 100 donde la estética de las instalaciones y los uniformes recuerdan a la de esas series televisivas de los años '60, seguimos a los protagonistas (versión 2.0 del trío de "Easy Rider") a la ciudad...o más bien a las cloacas de la ciudad, pues lo único que hacen es ir de subterráneo en subterráneo cruzándose con una galería de personajes "freaks" que no tiene desperdicio (la introducción de el rey mono y sus secuaces es ya el acabose), y, a pesar de que no dejan de aparecer villanos para impedirles el paso, éstos lograrán reducirlos con facilidad pasmosa (da igual si son tres y los otros veinte) en unos combates que llegan a producir vergüenza ajena.

Quizá lo más interesante es cuando éstos son capturados y llevados a la guarida de los Euraks o la huida de la ciudad, habiendo transcurrido ya una tediosa hora y cuarto de película, pero estos entretenidos momentos, que por desarrollo y resolución de situaciones rayan el puro cachondeo, no son suficientes para compensar tanto hastío. Martino y sus compinches demuestran poco talento a la hora de escribir los diálogos (el villano suelta un puñado de filosofía barata porque sí y la chica una serie de incongruencias sobre el amor universal antes de morir que no hay quien se los trague), de dar una estructura coherente o un ritmo adecuado al film.
Lo mejor sin duda, como suele pasar con los italianos, es todo el desparparjo y la parafernalia que meten de por medio (robots, "gore", pistolas láser, efectos especiales de tercera, vehículos con armas en la carrocería, naves espaciales, armas con ruiditos incorporados, banda sonora con chulísimas melodías de teclados), logrando una bizarra mezcla "cutrepunk" de estilos que va más allá de lo imaginable, mientras el plantel brinda unas actuaciones mediocres, en especial Haruhiko Yamanouchi, el habitual de la serie "B" George Eastman, una repulsiva Anna Kanakis o el pésimo Michael Sopkiw, quien pasea su inexpresivo rostro por todo el film pretendiendo imitar al Kurt Russell de "1.997" (a su personaje incluso le hieren en la pierna), pero fracasando estrepitosamente.

En fin, un simpático despropósito que por lo menos puede aguantar un visionado, pero que en comparación con otros títulos de la época del mismo estilo se queda bastante atrás.
Los desvergonzados distribuidores vendieron la película como si se tratase de la secuela de "1.997", aunque teniendo en cuenta el nivel de mediocridad que alcanza la secuela oficial, "2.013: Rescate en L.A.", yo prefiero quedarme con la de Martino, la verdad.
Chris Jiménez
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