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Voto de Chris Jiménez:
7
Cine negro. Drama Tras el robo de una maleta en una estación de tren, la policí­a descubre un alijo de droga oculto en una figurita de porcelana. Dos hombres llegan a la ciudad con la intención de recuperar dicho alijo sin saber que la policía está al acecho. (FILMAFFINITY)
23 de julio de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Trece años antes de que los agentes Jimmy "Popeye" Doyle y Buddy Russo se pusieran a patear las calles de New York en busca de importantes alijos de droga provenientes del país francés, ya estaban los inspectores Ben Guthrie y Al Quine recorriendo San Francisco intentando dar con bolsas de heroína que llegaban de tierras asiáticas.
En su versión original este film bien podría haberse llamado "The Asian Connection", la verdad.

Pero la cosa no venía de nuevas. En realidad la historia era original de una popular serie homónima, primero retransmitida en la radio a comienzos de los '50 y más tarde trasladada con éxito a la televisión por la CBS desde 1.954 a 1.960; en efecto, la pequeña pantalla venía pisando fuerte en aquella década y ya había captado la atención de la gente como no nos podemos imaginar, tanto que se había convertido en una poderosa enemiga de la industria cinematográfica, y es que, ¿para qué iban a ir las familias al cine si podían disfrutar de espectáculo en el salón de sus hogares? (recordemos las palabras de aquel sabio refrán: "como en casa en ningún sitio").
Pues dos años antes de que terminara la serie, ésta sería llevada a la gran pantalla a partir de un argumento del gran Stirling Silliphant, laureado guionista de futuros títulos como "En el Calor de la Noche" o "El Coloso en Llamas", además de ser el creador de otra exitosa serie policíaca, "La Ciudad Desnuda". Y cosas de la vida, el encargado de adaptar "The Line-up" sería Don Siegel, quien ya había dirigido el episodio piloto de la serie y que venía de hacer la interesante "Balas de Contrabando".

Un barco recién salido de costas orientales hace un alto en la ciudad de San Francisco, pero pocos imaginan que algunos de los pasajeros transportan algunas cantidades de heroína, y la mayoría sin saberlo siquiera; uno de ellos es un hombre de negocios llamado Phillip Dressler, al que roban su maletín, el cual contenía una estatuilla de Hong Kong con droga en su interior. Como resultado, un policía acabará asesinado, y dos compañeros de éste, el teniente Guthrie y Quine, se encargarán del caso.
Mientras tanto, dos misteriosos criminales sin escrúpulos, Julian y Dancer, se dedican a recoger el cargamento de los pasajeros que desembarcaron del crucero con la intención de entregárselo al jefe de la operación; el trabajo debía hacerse con discreción, pero Dancer es un peligroso psicópata que no duda en matar a quien sea para llevarse la droga y devolverla a la hora señalada. Guthrie y Quine irán recogiendo pistas frenéticamente para averiguar la identidad de los culpables antes de que escapen además de cruzarse con el reguero de cadáveres que van dejando.

En "Contrabando", Siegel ofrece un "thriller" policíaco en la mejor tradición del género metiéndonos en el corazón de la acción desde el mismísimo comienzo, demostrando que pocos saben desenvolverse como él en este tipo de películas, y el mejor ejemplo es la fluidez con la que desarrolla la trama de Silliphant, en la que se entrelazan la poco eficiente investigación de esos duros agentes de la ley y el trabajo de los peculiares y despiadados Dancer y Julian, con estos últimos llevándose finalmente todo el protagonismo.
El film de Siegel, aunque se influencia de Sturges o Hathaway, muestra los cánones de su estilo: ritmo trepidante, diálogos agudos, humor negro, escenas de acción muy bien rodadas y un aire violento, seco y cínico (fijaos en los diálogos tan mordaces que mantienen los dos asesinos), amén de tratar con mucha audacia algo tan espinoso como el asunto del tráfico internacional de drogas (ese tema ya está aceptado hoy día, pero había que tener cuidado por aquel entonces). Clásicos elementos que identificarían el cine del director para la posteridad, sin olvidar, por supuesto, ese despliegue urbano tan espectacular que organiza Siegel por las calles de San Francisco, ciudad que trece años después se convertiría en escenario de uno de sus más legendarios "thrillers": "Harry, "el Sucio" ".

Warner Anderson y Marshall Reed repiten sus papeles de Guthrie y Asher, que ya estaban en la serie, salvo que esta vez Emile Meyer "reemplaza" a Tom Tully. De todas formas, el que se come la pantalla cada vez que aparece es ese genial Eli Wallach, que queda de miedo como asesino psicópata sin compasión, aunque hay que destacar la magistral interpretación, más comedida, del repulsivo Robert Keith, quien nos deleita con un discurso demoledor sobre el ser humano y la sociedad (y sobre la mujer, que revolvería las tripas a las feministas...).
Ameno y musculoso "thriller" de criminales y policías dirigido con nervio por Siegel que se anticiparía a futuros films propios ("Código del Hampa", "Brigada Criminal") y sobre todo a los que dominarían en la década de los '70, como "The French Connection" o "América Violenta", apreciándose su influencia en el cine de Winner, Peckinpah o Eastwood.
Chris Jiménez
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