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Voto de Chris Jiménez:
6
Thriller. Terror. Ciencia ficción Un joven de 16 años, de carácter fantasioso y muy aficionado a los videojuegos consigue un CD-ROM interactivo de realidad virtual que le promete dar la experiencia más terrorífica de su vida. (FILMAFFINITY)
6 de junio de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ahora los juegos son algo muy estandarizado pues forma parte de la vida de casi todo el mundo ya que los hay para todos los gustos y edades.
Llegan a nosotros, los compartimos, disfrutamos brevemente y los olvidamos en la estantería hasta que algún día una vocecita interior nos recuerda que lo tenemos ahí y que podemos volver a rememorar viejos tiempos durante un rato.

Es precisamente esta normalización y aceptación lo que ha hecho desaparecer su encanto. Hace treinta años se erigía todo un culto alrededor del universo del videojuego que ya no existe hoy día. Los aficionados a ellos eran los que carecían de una vida social "normal", los que no salían con chicas, los más raros de la clase, los inadaptados, y los juegos con los que pasaban más de la mitad del día quizás no eran nada recomendables para estómagos timoratos; había fascinación y sensación de peligro en ello, y eso es lo que encontramos en el argumento de "Brainscan", escrito por un Andrew Kevin Walker (junto a Brian Owens) indudablemente influenciado por títulos como "Videodrome" y "Trick or Treat".
Y que intentaba más que nada ganarse el pan mientras daba salida a un ambicioso borrador llamado "Seven" (con el que alcanzaría el éxito un año más tarde). Aunque poco o más bien nada nos hace creer tras ver el film que nos ocupa que pueda estar escrito por el responsable del cual fue y sigue siendo uno de los más rompedores "thrillers" de la década de los '90, película que acabaría en las manos de un John Flynn asentado por un corto espacio de tiempo en el mundo de la televisión y únicamente atraído por el carismático y alocado villano.

Tras un dramático y perturbador prólogo que responde a un trauma del pasado, conocemos a Michael Brower, estereotipado personaje que lleva ocupando el cine para adolescentes desde hace más de una década, esto es, el chico de inexistente relación paternofilial al que detestan los profesores de su instituto por sus rarezas, solitario, introvertido, amante del "gore" y los videojuegos pero con un encanto innato y enamorado en secreto de su vecina; un chaval que lo tiene todo para convertirse en el protagonista de una aventura como ésta, iniciada con un innovador y ultrarrealista videojuego que se vende como toda una experiencia extrasensorial.
Pero los que ya somos perros viejos en este tipo de historias con juegos, realidades virtuales y universos paralelos nos empezamos a oler la tostada, aunque aceptamos el reto de "Brainscan", tan intrigados como el propio Michael. Ni Flynn ni Walker ocultan sus influencias y las heredadas de DePalma y Argento son más que visibles en esa brutal secuencia de asesinato filmado desde el punto de vista del criminal (en este caso el jugador), punto de partida de lo más interesante que podría conducir al film por los derroteros del "slasher" y el terror...y que sin embargo se escora hacia la comedia negra con la súbita aparición de un personaje tan escandaloso y esperpéntico como Trickster.

Personaje que se configura como una especie de híbrido de Freddy Krueger, Alice Cooper y el Wez de "Max Max II" erigido en maestro de ceremonias del enfermizo universo a cuyas profundidades es arrastrado el protagonista. La trampa de Walker está preparada y pasa en efecto lo que nos temíamos: la realidad "real" se empieza a confundir con la del videojuego mientras éste consume poco a poco la razón y los nervios del chico, quien no puede evitar sentirse absorbido por el poder destructivo de "Brainscan".
Pero al contrario de lo que le sucedía al Max de "Videodrome" (de la que se plagian varios aspectos y elementos), Michael no se siente cautivado ni fascinado por el juego, cuyo objetivo es liberar de manera salvaje sus pulsiones más oscuras y aterradoras; no se deja llevar por el frenesí, no traspasa nunca la delgada línea que separa la cordura y la moral de la locura y el gusto por la violencia real. Nada de eso, las reacciones del acobardado muchacho no van más allá del miedo, la repulsión y el rechazo de los increíbles acontecimientos que se desarrollan ante sus alucinados ojos...y ese es un fallo bastante grande, y hablando de trampas y trucos de guión uno no puede olvidarse del que plantea la identidad del perverso Trickster, encarnación grotesca de esas pulsiones interiores de Michael de las que antes hablábamos.

Juego de reflejos y dobles del cual se podría haber sacado más jugo. Entre medias, una investigación policial que no lleva a ningún sitio capitaneada por esos típicos agentes que hablan más que actúan y una historia de amor que no nos importa nada. El espectador más avispado podrá adivinar con facilidad los torpes movimientos de la trama media hora antes de que ocurran, incluido un torpísimo desenlace de esos que jamás desearías que hubieran sucedido. A la sombra del desquiciado e impagable T. Ryder Smith, que derrocha kilotones de carisma en la piel de Trickster, se encuentra la joven promesa de la década, Edward Furlong, laureado por su interpretación en "Terminator II" (¿y por qué, me pregunto yo?), quien cumple decentemente su función como chico raro, melancólico, pervertido y de turbio pasado.
Y después el siempre estoico Frank Langella, desaprovechado en un papel sin mucho fundamento. ¿Por qué entonces esa generosidad hacia un film con tantos fallos, trampas e irregularidad? Pues por su banda sonora cuajada de potentes temas "heavies", por sus alucinantes efectos visuales, por no ocultar en ningún momento su esencia puramente "exploitation" de película ochentera (aun estando rodada a mitad de los '90) sin mayor pretensión que la de entretener.

En resumen, por molar y hacernos saber que ese es su único cometido. Por eso "Brainscan" fue todo un éxito de consumo rápido en su momento que quedó olvidado con el paso del tiempo.
Para algunos se ha convertido en un clásico de culto de la década...lo cual sería objeto de debate y discusión.
Chris Jiménez
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