Prefiero rescatar en primer lugar sus aspectos más positivos: me ha enamorado Scarlett Johansson y la gran ciudad de Tokio. Lo de Scarlett Johansson ya me había ocurrido antes, supongo que es difícil pasar por alto su ingenuidad y la sublime sensualidad con la que actúa. La culpa de lo de Tokio se debe a la fantástica fotografía de la película que es más un documental gráfico de esta metrópoli de ensueño.
Sin embargo el lento acontecer de la cinta es lo que me ha hecho revolverme de aburrimiento. Quiero entender que Sofia Coppola quería hacer llegar al espectador sensaciones que a todos nos han podido asaltar alguna vez: soledad, nostalgia, ese frío de madrugada que te desubica y te hace sentir perdido... Pero personalmente, solo he podido creerme lo del insomnio de los protagonistas, con los cuales me identificaba por no saber que postura adoptar en el sillón de casa.
La subjetividad en el cine se hace patente con este comentario, y es que por más que lo he intentado no he logrado entender como a esta película se la puede galardonar con un oscar. Más que un guión, yo lo definiría como un no-guión, algo que está muy de moda en el arte contemporáneo; cuando se quiere innovar en un campo muy trillado se propone la anulación del mismo como propuesta original. Siempre he pensado que esto es algo falto de sustancia.