Elogiaré esta película por diversos motivos:
1. Por el papel de sus protagonistas. Por un lado Tom Cruise, al que hasta ahora había infravalorado, consiguió hacerme creer su personaje hasta el punto de llegar incluso a ponerme en su lugar y comprenderlo. Y por otro Jaime Foxx, que proporciona los matices necesarios de un personaje complejo; angustiado, soñador y al mismo tiempo peligroso.
2. Por la indagación que hace el director en los valores humanos de los personajes, aspecto que en principio no parece cuajar en el género de acción, y que sorprende gratamente.
3. Por la fantástica ambientación, que nos traslada a la madrugada de Los Ángeles y llega a conmovernos.
Solo me gustaría hacer notar una crítica: la ingenuidad del Stuart Beattie(guionista) al hacernos creer que existen coincidencias tan exageradas como la que resuelve la trama de esta película: Te tocó, Max.

El que entra al cine para ver esta película sabe de sobra lo que se va a encontrar, y en este caso se trata otra vez más (como en el resto de las películas que componen la saga) de un estupendo ejemplo de cine de acción y efectos especiales.
La película desde el primer minuto te va llevando con un ritmo frenético a través de episodios de acción cada vez más adictivos. Uno se encuentra en su butaca con la boca abierta por lo que acaba de presenciar mientras que en ese mismo instante comienza a tramarse la siguiente peripecia que desembocará en otro motivo para desplegar los inmejorables efectos especiales que componen la cinta.
Es admirable como Bruce Willis a su edad sigue siendo capaz de interpretar de manera tan convincente papeles como el de McClane. También es verdad que hubiera preferido no ver su parte más sensible, la que hace que en mitad de una trepidante persecución se queje de que nadie reconoce su mérito como policía secreto y lloriquea por la vida que le ha tocado vivir; eso no te pega, hombre.

Concretamente sobran diálogos superfluos, que no aportan nada al contenido de la película. Supongo que Tarantino quiere aportar su sello así, pero desde mi punto de vista es su peor reclamo, porque estos diálogos (a diferencia de los diálogos de otras películas de este director) no son esenciales para comprender a los personajes, que se hubiesen captado sin tanta palabrería.
El contenido queda mermado por este exceso de diálogo, lo que hace que el valor de la película se ordene alrededor de otros aspectos como la peculiar recreación del este género cinematográfico de los 70 (lo que se agradece enormemente en un panorama actual completamente homogéneo), los pocos momentos de acción o shock (que hacen que conectes de nuevo tras las insulsas conversaciones de los protagonistas) y la convincente interpretación de Kurt Russell.

Prefiero rescatar en primer lugar sus aspectos más positivos: me ha enamorado Scarlett Johansson y la gran ciudad de Tokio. Lo de Scarlett Johansson ya me había ocurrido antes, supongo que es difícil pasar por alto su ingenuidad y la sublime sensualidad con la que actúa. La culpa de lo de Tokio se debe a la fantástica fotografía de la película que es más un documental gráfico de esta metrópoli de ensueño.
Sin embargo el lento acontecer de la cinta es lo que me ha hecho revolverme de aburrimiento. Quiero entender que Sofia Coppola quería hacer llegar al espectador sensaciones que a todos nos han podido asaltar alguna vez: soledad, nostalgia, ese frío de madrugada que te desubica y te hace sentir perdido... Pero personalmente, solo he podido creerme lo del insomnio de los protagonistas, con los cuales me identificaba por no saber que postura adoptar en el sillón de casa.
La subjetividad en el cine se hace patente con este comentario, y es que por más que lo he intentado no he logrado entender como a esta película se la puede galardonar con un oscar. Más que un guión, yo lo definiría como un no-guión, algo que está muy de moda en el arte contemporáneo; cuando se quiere innovar en un campo muy trillado se propone la anulación del mismo como propuesta original. Siempre he pensado que esto es algo falto de sustancia.