Cuando la película está basada en hechos reales nunca sabes qué porcentaje de verdad y que porcentaje de interpretación del guionista-director existe, incluso cuanto de fantasía. Eso le pasa a “Joy” que ya parte de una premisa engañosa, debido a quien narra la historia, lo que te lleva a preguntar cuanto más de imaginación hay, sobre todo cuando la familia de la protagonista es inusual y aunque la realidad siempre supera la ficción al final la historia parece un cuento.
El comienzo te engancha, y luego entras de lleno en la vida de la protagonista más peculiar por sus familiares y allegados que por ella misma. Es divertida y tierna, el director se toma su tiempo en ponernos en situación, para que entendamos la personalidad de una mujer que supo hacer realidad los sueños.
Sin embargo tanto el desenlace final como la exposición de lo que le ha deparado al vida a Joy, lo cuenta de manera atropellada, como si tuviera prisa en acabar, como si al llegar al punto que para él era el final, sintiera la necesidad de poner fin a la historia pero sin poder evitar contarnos que paso después con ella. Para eso intercala imágenes superfluas que no aportan nada, como la escena en el despacho con Bradley Cooper que confunde sobre la personalidad de la protagonista mostrándola fría y distante; o el relato por encima de cómo le fue con su familia, mostrando a un Robert de Niro exageradamente caracterizado ya mayor. Y unos relatos que podrían haberse resuelto con la típica frase final de todas las películas basadas en hechos reales, del tipo “Joy consiguió… , “su familia hizo….”
Del elenco de actores destaca que tres de ellos coincidieran en “El lado bueno de las cosas” como Jennifer Lawrence, a la que dieron demasiado pronto el Oscar por esta película (sobre todo estando Jessica Chastain, Naomi Watts y Emmanuelle Riva, compitiendo con ella ese año) y seguro que esta es mejor interpretación.
Finalmente Joy es una película agradable de ver pero que que se desinfla al final