Lo que le ocurre a esta película es que se siente una vida más emocionante que la que describe, se trata de aunar en dos horas parte de una vida mucho más intensa que lo que cuenta.
El director nos lleva de un sitio a otro sin demasiada continuidad, pero sobre todo sin profundizar en las historias y las personas que rodean a la protagonista, así el marido, o los amigos, los compañeros de profesión y el mismo jefe de Marie Colvin resultan desdibujados.
Es difícil contar la vida de una personalidad tan intensa como interesante. Una persona en la que su trabajo como reportera de guerra es su vida, lo llena todo, incluso la absorbe hasta el tormento y es que resulta fácil de entender que la visión de los horrores de lo más bajo del hombre te marque de por vida, sobre todo sin descanso para la reflexión. Esto si lo cuenta muy bien Matthew Heineman. Pero se echa en falta esa parte que va más allá del relato de los hechos y de ver pasar a los compañeros de viaje de Marie.
Es una película muy interesante, para conocer los sinsabores de la vida de unas personas que han decidido contarnos y enseñarnos lo que desde nuestras casas nunca veríamos, una vida realmente dura, en tensión, con la adrenalina del miedo y el peligro en la rutina diaria.
Aunque podría ser mucho más emotiva y el director ha decidido decantarse por el documental que por la historia, los hechos son por si mismos descriptivos y emocionantes.