Su triunfo en San Sebastián, tanto de Grandinetti como del director y la película, hacen presagiar un buen drama en el que el suspense parece ser la piedra angular. Y el comienzo parece refrendarlo, muy potente, con una gran cantidad de sucesos, bien narrados y ambientados admirablemente, que preparan una cinta trepidante. Nada más lejos de lo que nos espera: un ritmo en exceso lento, lleno de sobreentendidos y personajes secundarios muy poco o mal desarrolados, nos llevan a un transitar por un drama más que por un thriller que no acaba de remontar el vuelo pese a tener a dos glorias cinematográficas de tanto peso como Grandinetti y el chileno Castro, magnífico en un papel corto pero de gran peso en la película.

El problema está claramente en una dirección un tanto presuntuosa que pretende abarcar el cine social, con una trama política desmadejada en torno al germen de lo que sería la terrible dictadura militar de los setenta en Argentina al mismo tiempo que se sumerge en una trama de crimen e investigación que parece poco sustancial, con muy poco recorrido, todo ello envuelto en paisajes desérticos y personajes que más que enigmáticos resultan incomprensibles.

No entiendo que esta película triunfará en 2018 en San Sebastián, verdaderamente.