Desde la impactante EL DIABLO SOBRE RUEDAS, casi film fundacional de este subgénero del cine de terror que es el cine de terror de carretera, una especie de películas en plan road movie terrorífico, hemos visto muchas historias de perturbados que sin razón aparente o por razones nimias persiguen, atormentan y liquidan, en muchos casos, a otros usuarios de carreteras, normalmente en zonas poco transitadas, casi desérticas o remotas respecto a la civilización.

No es el caso de esta interesante película a la que me acerco por dos razones: es holandesa (se ven pocas por aquí) y está premiada en Sitges. En esta cinta, la familia agredida lo es en un entorno muy habitado, en ocasiones saturado de vehículos, en el corazón de una Europa burguesa.

La familia perseguida es una familia típica: dos hijas, mujer y marido profesionales, buen automóvil, vida aparentemente ordenada y cómoda. Es una forma de decirnos que a cualquiera de nosotros puede pasarle algo así, toparse con un demente, con un monstruo capaz de utilizar cualquier excusa para actuar.

Funciona bien, sobre todo por la empatía que se logra con la familia, incluso con algunos momentos casi rozando la comedia costrumbrista, pero es el actor Willem de Wolf, encarnando al psicópata conductor, quien logra con apenas gestos y una mirada fría y dura, transmitir la inquietud e incluso el terror en los espectadores.

Se ve con bastante facilidad, es muy ajustada en su metraje, lo cual es una alegría y se agradece, y si bien no pasará a la historia como la película de Spielberg que mencionaba al principio, es mucho mejor que otras de su género, como por ejemplo la reciente SALVAJE, con mucho más medios, un desatado Russell Crowe y una historia más truculenta pero menos eficaz.

El encanto de lo europeo, vaya.