Debe ser que algo le quedó picando, faltando… o quizás gustando al director, John Huston, de su película “The african queen” (1952), porque, cuando se le presentó la ocasión de dirigir “SÓLO DIOS LO SABE”, aceptó de inmediato a sabiendas de que, el tema de su filme anterior, la difícil y cálida relación entre un soldado y una monja en tiempos de guerra, se repetía aquí con varios elementos comunes: La misión de la cual la monja es la única sobreviviente; el encuentro con el hombre supliendo cada uno las necesidades del otro; la protección y la supervivencia; la atracción sexual…

Sin embargo, el guion escrito por el propio director, en compañía de John Lee Mahin, apunta ahora en otra dirección moral y si se quiere espiritual, y la película funciona ahora como el reto de preservarse absolutamente digno a la vocación que cada uno tiene, en medio de las tentaciones. Son dos seres reprimidos, solitarios, necesitados de compañía y de afecto, y tanto él como ella, tienen verdaderas razones para sentir agrado por el otro. ¿Cómo manejar, pues, los principios que exigen rechazo a todo lo que el cuerpo reclama?

La película puede verse por completo desde este duelo ético y profesional, y muchas ideas encontradas surgirán, sin duda, mientras presenciamos las muchas cosas que suceden entre esta particular y encantadora pareja a la que, Robert Mitchum y Deborah Kerr, han colmado de tanto carisma como el que lograran Humphrey Bogart y Katharine Hepburn en “The african queen”.

Sin embargo, a medida que avanzaba la historia, fui teniendo la sensación de que algo más relevante que lo hasta ahora mencionado, tenía lugar en esta película que ahora me gusta más que la primera vez que la vi. ¿Cómo decirlo? Es la demostración palpable de que, lo que solemos visionar como el enemigo, puede no ser más que el instrumento de que se vale el universo para realzar y fortalecer nuestro proceso.

Me explico (necesario citar a partir de aquí escenas claves): La presencia de los japoneses en la isla era necesaria porque, de esta manera, el cabo Allison pudo probar su valor y demostrar a sor Angela su capacidad y compromiso de protegerla. Gracias a los japoneses, llegó el alimento, ¡y el vino!, que tanta falta les hacía… y serán los cañones de los nipones los que den ocasión a Allison de salvar vidas y convertirse en un héroe.

En este punto, “SÓLO DIOS LO SABE” es una de las pocas películas de Huston que no tiene como eje esencial a un perdedor, pues, en Allison quizás pueda presentirse un gran triunfo moral y profesional, y aunque podría parecer que pierde en su interés amoroso por la monja, varias frases de ella dejan una puerta abierta (“Me quedaré aquí o iré con usted si quiere, pero quiero que estemos juntos”, “Aunque jamás vuelva a verlo, siempre le recordaré con afecto” …) y en nosotros queda la decisión de presentir su futuro. ¡Y cuán trascendental resulta ese eficaz trazado del esplendoroso juego de la vida!

Considero pues, que es necesario incluir este filme entre los más notables de su director.

Título para Latinoamérica: “EL CIELO FUE TESTIGO”