Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Drama Durante una actuación en un hotel de playa, un showman intenta inútilmente atraer la atención de un público poco participativo. Pero su fracaso no es sólo profesional; tambien se está hundiendo su vida personal. (FILMAFFINITY)
16 de febrero de 2017
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las carencias económicas de su familia llevaron, un día, al adolescente Max Miller, a abandonar la escuela y a escapar de casa para salir en busca de otras oportunidades en la vida. Ingresado en las filas del ejército durante la I Guerra Mundial, Max descubrió allí que tenía un amplio sentido del humor, pues, los soldados de su división la pasaban de maravilla con sus ocurrencias. Desde entonces, sintió que tenía vena de comediante… y no pasarían muchos años antes de que, el apodado ‘The Cheeky Chappie’, se hiciera famoso como cantante cómico, entertainer y hasta como actor, habiendo aparecido en catorce películas. Pero, tras tres décadas de notable acogida en que alcanzó a ser el comediante mejor pagado de su tiempo, a Max Miller (1894-1963), le llegó su temporada de días grises y cada vez sus presentaciones fueron más, y más, espaciadas… hasta que por fin cayó en el más completo olvido.

Fue, este personaje, el que inspiraría la obra teatral que, John Osborne -el mismo escritor que nos diera “Look back in anger”-, escribió expresamente para el actor Laurence Olivier, quien, ante el reconocimiento social y el éxito que venían obteniendo los denominados “Angry Young Men” (Jóvenes airados), sintió tan profundo deseo de hacer parte de ellos que, por un salario irrisorio y hasta renunciando a una solvente oferta que acababa de hacerle Hollywood, se montó en el cuento de la representación teatral en el año 1958 (tres meses en cartelera en el Royal Theatre de New York), y luego, en la adaptación cinematográfica que escribiría el mismo Osborn (con la colaboración de Nigel Kneale) y con la dirección del controvertido, pero muy necesario, Tony Richardson.

Es evidente que, “EL ANIMADOR”, también rememora el filme de Chaplin, “Candilejas” (inspirada por igual en otro comediante en crisis), pero sus apuntes se alejan sobremanera del personaje de Chaplin, sobre todo en la forma valiente como, a diferencia de Calvero, Archie Rice encara las desgracias y las frustraciones que se avienen en su vida.

También como Calvero, el humor de Rice se ha venido al piso, la sala está cada vez más sola y de ñapa la vida le trae frustraciones y desgracias entre sus más cercanos, pero, el empeño con que éste se las ingenia para preservar su ánimo y mantenerse enhiesto… sería una clase para Calvero a la que nunca asistió.

El filme de Richardson se mueve en dos niveles: De un lado, el tema explícito sobre un hombre del pueblo –personaje esencial del movimiento que conocimos como Free Cinema con el que los más beligerantes escritores y realizadores ingleses se sumaron a la causa de los olvidados- quien, junto a su padre -también un veterano showman en su tercera edad- y con sus hijos, enfrenta la etapa más dura de su vida, frente a una total ausencia del Estado. Y en el trasfondo, se nos va dando pequeños apuntes de la guerra que Inglaterra libra contra Egipto… mientras comienza a entrar en declive como potencia mundial. De esta manera, Richardson apunta de nuevo a demostrarle a sus compatriotas que, el país ideal que les venían vendiendo los medios y el cine de vieja data, era puro maya (ilusión), pues, la realidad escueta da prueba de que las carencias son muchas y de que la felicidad no entra por cualquier puerta.

En estos aspectos, “EL ANIMADOR”, “desanima”, pues, paradójicamente, no alienta entretenimiento, ni risas, ni demás bondades del cine con palomitas, pues, su propósito claro e intencional, no es mantener abiertas las taquillas ni animarnos a enseñar los dientes, sino mostrarnos las carencias y penurias que padecen incontados artistas, aún entre las llamadas potencias que tanto se ufanan de su “grandeza”.

¿Pero esto a quién le importa? También John Osborne y Tony Richardson entraron en relativo olvido, porque, a la gente le interesa más huir de la realidad -de aquí el consumo masivo de tantísimos ‘opios’- que comprenderla y luchar para transformarla. Para esto se necesita entendimiento, coraje y perseverancia, en cambio, para el opio sólo hacen falta unas cuantas monedas… aunque la solución sea apenas por unos pocos minutos.

Título para Latinoamérica: IMPREVISTO PASIONAL
Luis Guillermo Cardona
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow