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Voto de Luis Guillermo Cardona:
9
Drama Este clásico del cine mudo fue el primer film que explotó el movimiento de cámara. Narra cómo el portero de un lujoso hotel, un anciano orgulloso de su trabajo y respetado por todos, es bruscamente degradado a mozo de los lavabos. Privado de su antiguo trabajo y del uniforme que le identifica, intenta ocultar su nueva condición, pero su vida se va desintegrando lentamente. (FILMAFFINITY)
25 de agosto de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con mucha frecuencia, la ficción nos recuerda la realidad. A la persona que recuerdo ahora llamémosle, don Adán. Era un hombre íntegro, enamorado de su esposa y de sus niñas, y ejercía como jefe de despachos en una gran empresa. Era la suya, una estrecha oficina con tres teléfonos y papeles por doquier. Don Adán, atendía un teléfono mientras timbraba otro, firmaba papeles, daba órdenes de salida, revisaba facturas… Por horas, no tenía un segundo de respiro y llevaba en esto casi una década. Quería mucho a su empresa y se sentía orgulloso de ser el jefe de despachos… hasta que, un día, ¡un nefasto día!, marcó el número privado del gerente y lo enteró de que estaba encontrando unas facturas irregulares que autorizaban la salida de abundante mercancía. Al día siguiente, el mismo gerente le pidió a, don Adán, que presentara su renuncia. Él se negó, pues sentía estar actuando con absoluta legitimidad... y entonces, fue enviado a una vieja casa ubicada en frente de la empresa -desde donde alcanzaba a contemplar su oficina-, y allí la tarea que le encargaron fue organizar cajas y marcar empaques. Estaba siendo degradado por defender lo correcto. En su nuevo cargo, don Adán aguantó muy poco tiempo, se sentía pisoteado... y entonces renunció. La última vez que lo vi, recorría las calles vendiendo chance, pero parecía aceptar su nuevo destino porque, por encima de todo, se sentía honesto.

La mentalidad capitalista es aberrante, tramposa, vampira, deshumanizada, y esto es lo que, con un magnífico guion de Carl Mayer, nos ilustra el director, F. W. Murnau, con absoluta maestría y con un silencio forzado por la ausencia de sonido en el cine de los años '20, que él lleva a la plenitud prescindiendo de intertítulos, como si sintiera que, un profundo y doloroso duelo, deberíamos guardar ante los tristes hechos que presenciamos en el filme.

Pero, tan inmoral e inhumano es el sistema, como ingenuos y apegados a tradiciones inanes son algunos hombres. Creer y sentir que lo que se tiene es para siempre y dar por sentado que un mísero uniforme es lo que determina cuanto vales, es una confesa subvaloración de nuestra verdadera valía y una ilusa comprensión de la existencia. Así, el que degrada se convierte en victimario y el degradado se agazapa como víctima, pero, en ambos, pesa un grado alto de responsabilidad.

Técnicamente impecable: innovando movimientos de cámara y sugiriendo efectivas opciones de imagen e iluminación surreal; y con una palpitante y absorbente actuación de, Emil Jannings, el director alemán plasma una necesaria denuncia social que, al pasar los años, da efectiva prueba de lo poco que vamos avanzando como sociedad humana.

Podría sobrar aquel improbable epílogo exigido por los productores para la versión final, pero, aunque resulta cogido de las greñas, deja en claro algo que comparto irrestrictamente: Pase lo que pase, al final la vida siempre nos hará justicia.

F. W. Murnau es un realizador entrañable.

Título para Latinoamérica: <<EL ÚLTIMO HOMBRE>>
Luis Guillermo Cardona
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