¿Habrá acaso alguien que no haya oído contar a un pariente, a un vecino o a un conocido una historia semejante? ¡Y ocurre en tantos países! Gente buena y de medianos recursos casi siempre que, ilusionada con “los fáciles préstamos” que ofrecen las entidades bancarias, se olvidan de asesorarse como es debido y ni siquiera leen detenidamente la letra menuda porque confían en que “una entidad tan seria como un banco jamás les engañaría”… Pero, yo afirmaría que todo préstamo es un fraude, porque, en las arandelas que se manejan y que el cliente corriente casi nunca entiende, el resultado final es que el interés resulta siempre más alto del que te dicen y el dinero que finalmente te prestan es menos del prometido. La prueba contundente de que nadie ha quedado suficientemente claro con la transacción que hizo es que, cuando comienza a pagar, todo el mundo se asusta al sentir como se infla, y se infla, su deuda. Y de repente, el pago de las cuotas se vuelve inalcanzable… y la bonita empleada de la entidad bancaria, dibujando en su rostro una amable pero forzada sonrisa, un día habrá de notificarte que “Por derecho de no pago, el banco se queda con tu casa”. En otros casos, y para no dar la cara, será una carta enviada por correo con la que notificarán del despojo.

Una carta así, es la que recibe la familia de Bark y Lucy Cooper, una pareja de nobles ancianos que está cumpliendo 50 años de matrimonio y que, de repente, junto a algunos de sus cinco hijos, ve derrumbarse su estabilidad y su sólida unión de pareja. Entonces, se verán abocados a vivir con un hijo distinto cada uno… y comienza entonces para el par de veteranos, un pequeño calvario donde, lo que más les duele, es tener que verse alejados el uno de la otra.

También se verá, con clara objetividad, como los hijos suelen quedarse cortos frente al compromiso y el afecto que asumieron sus progenitores, y como se duelen cuando la vida reclama una pequeña cuota compensatoria con el cariño que pregonaban sentir.

Leo McCarey nos cuenta una historia sencilla y conmovedora, con muchos más aires de drama que de comedia, donde, como ocurre muy pocas veces en el cine, son conocidos actores de reparto (Victor Moore, Beulah Bondi y Thomas Mitchell) quienes ahora tienen una oportunidad protagónica en un filme tan real y tan palpable como la vida misma.

Nos queda para el recuerdo, aquella magnífica secuencia en el hotel Vogard de Nueva York donde el romanticismo demuestra que, como el ave Fénix, es capaz de renacer de las cenizas.

Título para Latinoamérica: “LA CRUZ DE LOS AÑOS”