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Voto de Luis Guillermo Cardona:
9
Terror. Ciencia ficción El doctor Henry Von Frankenstein acomete un experimento tenebroso: construir, a partir de fragmentos de cadáveres, un nuevo ser humano. Con la ayuda de su criado Fritz, se adentra durante la noche en los cementerios de la localidad para arrancar a los cadáveres las partes que necesita. Lo que ignora es que el cerebro que ha utilizado en su experimento había pertenecido a un criminal. (FILMAFFINITY)
26 de septiembre de 2009
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un hombre humilde entra en la tienda de un pueblo, y mientras espera que el dependiente le despache su pedido, un joven de mal talante entra, y sin mediar palabra, le ensucia su humilde, pero limpia camisa, palmoteándole la espalda con la mano untada de chocolate. En seguida, le arrebata la billetera que lleva en el bolsillo trasero de su pantalón y gritándole: "¡Imbécil!", el muchacho emprende la huida. En un santiamén, el campesino ve un cuchillo sobre el mostrador, lo toma por el mango, y corriendo hasta la puerta, se lo lanza al joven que apenas está cruzando la calle… atinándole en plena espalda. Dos señoras, que cruzan en ese instante y ven caer al muchacho, gritan horrorizadas y la gente acude de inmediato. El campesino está estupefacto por lo sucedido, y los hombres, sin mediar palabra, comienzan a apedrearlo y la emprenden pronto a golpes hasta que lo tiran en medio de la calle... y allí acaban con su vida.

¿Quién es el "monstruo" en esta escena? Cabe preguntarse. ¿Es el chico que hizo las veces de agresor circunstancial? ¿Es el campesino que vio pintada la ocasión de cobrárselas sin tener el hálito de sensatez que le permitiera medir los riesgos? ¿O es la turba rabiosa que, sin juicio previo, se toma la justicia por sus propias manos? Es fácil dictar sentencia... y no es siquiera cosa de leyes. Basta escuchar a nuestro corazón y decir contra quién sentimos rabia y por quién sentimos compasión.

<<FRANKENSTEIN>>, es una lúcida película en este sentido. Lo que nos cuenta, no está muy lejos de la realidad que, como hemos ilustrado, ha sucedido no una, sino muchas veces a lo largo de la gris historia humana. Mary Shelley, autora del libro en 1818, y, James Whale, con su efectiva –que no rigurosa– versión cinematográfica, ponen en cuestión los vicios del poder, las contradicciones humanas y las funestas consecuencias que conlleva el querer convertirse en dios, una desquiciada aventura de la que venimos oyendo desde tiempos muy remotos… pero no desde Prometeo –como ha pretendido la misma autora-, pues, a lo que éste aspiraba era a que los dioses dieran su fuego a los hombres para que pudieran calentarse; y su acto fue de sacrificio, no de megalomanía y prepotencia como la que padece, Henry Frankenstein.

Otrora y ahora, sigue resultando sesgada y materialista, la conclusión científica de determinar como causa de la inclinación humana hacia la criminalidad, una variación morfológica en el cerebro o una simple diferencia genética. Si así fuese, todos los criminales serían inocentes de hecho, y las carencias afectivas, económicas y morales, perderían todo su peso como génesis de la inclinación delictiva.

En su técnica, Whale se emparenta con los expresionistas alemanes que tan valiosos aportes habían hecho al cine, logrando una ambientación gótica con excelentes exteriores y la más efectiva iluminación; y estamos así, ante un filme merecedor del lugar que tiene en la historia del séptimo arte, por su esmerada elaboración y por su profundo significado.

Reconocimiento a las esmeradas actuaciones de Boris Karloff, Mae Clarke, Colin Clive y John Boles, entre otros.
Luis Guillermo Cardona
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