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Voto de Natxo Borràs:
9
Drama La película consta de nueve tramas paralelas ambientadas en el Valle de San Fernando, en Los Ángeles: un niño prodigio, el presentador de un concurso de televisión, un ex-niño prodigio, un moribundo, su hijo perdido, la mujer y el enfermero del moribundo. Son historias aparentemente independientes, pero que guardan entre sí una extraña relación. (FILMAFFINITY)
12 de julio de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la vida se dan muchas coincidencias o casualidades. Ya se materialicen en forma de hechos o relaciones entre los personajes. El todo en un día que amenaza tormentoso en Los Ángeles pero que la tempestad en formas de turbulencias se ha cernido en las vidas de algunos de sus habitantes que deambulan marcados por una tragedia inevitable: Frank T.J. Mackey (Tom Cruise) es una estrella en los libros de autoayuda para animar a los hombres a conquistar las mujeres por la fuerza a quien le ponen en una situación límite en una entrevista, mientras su padre (Jason Robards) yace agonizando, mientras su mujer (Julianne Moore) se da cuenta, por primera vez, que le quiere… También están las historias de un exniño prodigio (William H. Macy) un clásico de los concursos televisivos que no puede escapar a su pasado aunque le hayan despedido por su torpeza; la del presentador de ése concurso (Philip Baker Hall), su hija cocainómana (Melora Walters) interrogada por un policía honrado (John C. Reilly) y Stanley (Jeremy Blackman) un joven concursante, condicionado por su padre (Michael Bowen), que solamente lo valora por su popularidad…

Si en “Boogie Nights” (1997), Paul Thomas Anderson nos ofrecía el mosaico de unas vidas cruzadas en el Universo del cine porno clásico en su debacle, en “Magnolia” demuestra que puede llegar a ser más ambicioso mostrando una espiral de situaciones que afectan la vida de gente corriente. Narrado con un ritmo frenético (con un brillante prólogo de historias breves, el asesinato del farmacéutico en Londres, la del buzo colgado en la copa de un árbol o el intento de suicidio acaecido en homicidio), Anderson nos adentra en esas historias entrecruzadas y prolongadas a un metraje de tres horas que pasan volando. Todos los actores (memorable Cruise incitando a sus discípulos seguir su infalible programa de conquistas) se sacrifican en sus papeles asignados con una memorable visceralidad que obligan a mantener en vilo al espectador a medida que la tensión se va acrecentando.

Una obra maestra de fin de siglo y una buena muestra de que Paul Thomas Anderson no se desquitaría de su forma de contar historias, hecho demostrado en las posteriores “Embriagado de Amor” (Punch Drunk Love, 2002) y “Pozos de Ambición” (There Will be Blood, 2007).
Natxo Borràs
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