Brusca, por sorprendente, irrupción del vitoriano Bajo Ulloa, (solamente contaba con veinticuatro años cuando plasmó éste intenso cuadro dramático) en el panorama del cine español. Su primera película se cierne en la espiral propensa al mal rollo en el si de una estable familia de clase media-baja al borde del abismo. La componen Carmen (Silvia Munt), ama de casa; Gabriel, (Fernando Valverde) empleado de la limpieza municipal, y la hija de ambos, Amanda (interpretada de pequeña por Laura Vaquero y ya adulta por Susana García). El paso del tiempo y el recuerdo del insomne abuelo (Txema Blasco) que desprecia a su nieta por no ser un niño, hacen que Amanda se encierre en un mundo (su habitación donde no deja de colorear y hacer recortes con vistosas mariposas). Al nacer un nuevo retoño, ésta vez masculino, los celos empiezan a mellar en la mente de la pequeña. Al paso de los años nos encontramos con la misma familia pero completamente incomunicada. Solo el afectuoso y comprensible Gabriel hace de mediador entre madre e hija, ésta última reclusa en un oscuro mundo (nuevamente su habitación) decorada por cucarachas e insectos elaborados con alambres.

Juanma Bajo Ulloa, que tres años más tarde rodaría la también siniestra “La Madre Muerta”, reviste de cuento gótico y drama su ópera prima en que no faltan innocencia, perversión, crimen y desdicha. La fotografía y el empleo de la oscuridad en ella (alterne a otras escenas como el dormitorio con las ventanas abiertas y las cortinas surcando o la luz que sale de la cocina) son el mayor acierto de ésta película que situó a su director en un modo de hacer cine bastante original, por turbio, en nuestro país.