Si Rob Zombie ha pretendido hacer un calco al film de John Carpenter, le ha salido casi redondo. Pero le añade demasiada sangre. No era un detalle a tener en cuenta, al menos cuando Carpenter concebió su monstruo en 1978.

En esa primera versión disfrutábamos ya con un Myers psicopático y ataviado con una mascara que le ensombrecía. Se pasaba del absurdo al miedo sin tener que hacernos preguntas para poder pasar una buena hora y media de suspense angustiante.

En 2007 podríamos haber disfrutado de un buen reinvento. Michael Myers no tiene al Diablo en él, sinó sus propios demonios; el acoso escolar e incluso la violencia doméstica. Como prólogo (habría sido la mejor película de Rob Zombie si hubiera entrado más en el terreno del "pshyco-killer") promete pero el film va decayendo a un pozo sin fondo porque la sensación de "dejà vú" que te deja es para apagar la televisión porque el resto ya está visto.