Se trata de una película de estética indie convertida en un drama social que trata de emocionar y a menudo lo consigue. Llega fácilmente al espectador y rebosa sensibilidad. Es bastante austera en cuanto al envoltorio, pero muy interesante en su contenido. Transmite mucho, se hace creíble y mantiene al espectador siempre dentro de ella. Esta sería mi valoración global de la película. Queda claro que me ha gustado.

Dirigida con temple y precisión por Destin Daniel Cretton, que a su vez es el guionista, la película indaga en los problemas del comportamiento de los adolescentes con problemas familiares, lo que afecta gravemente a su conducta. Nos hace ver que casi todos los problemas infantiles y adolescentes vienen derivados de la falta de amor, que suele derivar en una baja autoestima (si no nos quieren, terminamos por no querernos a nosotros mismos), sentimiento de culpa (pensamos que no nos quieren porque hemos hecho algo malo, y nos sentimos culpables de ello) e inadaptación al entorno (si en nuestra casa no estamos bien, ¿cómo vamos a sentirnos bien en otro sitio?). Los niños, más que nadie, necesitan un entorno seguro, unos vínculos fuertes que le permitan desarrollarse plenamente no sólo en lo físico sino también en lo emocional. El amor es necesario para todos, pero para los niños es mucho más que necesario, es la vida misma.

La película funciona porque hay un gran guión, porque está muy bien dirigida, y porque está excelentemente interpretada. Destaca por encima de todos la protagonista principal, Brie Larson, que encarna un papel interesante y contradictorio, y lo resuelve con total solvencia, convirtiéndose en el principal pilar de la obra. Pero no es ella la única que sobresale, el resto del reparto también raya a gran altura. John Gallagher Jr. (los amantes de las series lo recordarán por “The Newsroom”) está muy convincente en su papel de novio un tanto calzonazos, sensible y protector, el sueño de cualquier chica. Kaitlyn Dever (los amantes de las series la recordarán por “Justified”) brilla con luz propia en un papel de adolescente rebelde con causa que parece hecho a su medida. Y, en fin, nadie desentona, Una gran interpretación colectiva de unos personajes perfectamente definidos por su creador.

Grace es perfecta en su trabajo, parece haber nacido para ese puesto. Comprende a los jóvenes y sabe ayudarlos, con las dosis justas de cariño y severidad. Pero claro, conoce muy bien el problema porque ella misma pasó por situaciones parecidas durante su niñez, aunque eso lo vamos viendo a medida que transcurre la película.

Sin ánimo de desvelar nada, diré que la secuencia en la que Jayden le cuenta a Grace la historia del tiburón y el pulpo es de aquellas que se recuerdan para siempre. Inolvidable. Penetra en tu alma como un cuchillo y te pincha en lo más profundo.

Cretton podría haber indagado más en las miserias y los problemas de cada personaje. Podría haber explotado mucho más el tema y aprovechar el morbo que podría haberle sacado al asunto. Pero no lo hace, y a mi juicio, acierta. De hecho, me parece uno de sus principales aciertos. Algo que distingue a esta película de otras más comerciales. Nos deja ver las heridas del alma de cada personaje, pero sin recrearse en ello, huyendo del morbo fácil y del sensacionalismo. Nos enseña las cicatrices pero no las abre. Y, de este modo, logra una película creíble, natural y hasta diría que pedagógica.

“Las vidas de Grace” concluye con un final esperanzador, como lo es el tono general de la película, una película que trata temas escabrosos y terribles sin perder nunca el optimismo, el sentido del humor y las ganas de vivir.

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