346/16(16/10/20) Interesante film escrito, producida y dirigido por el galo Jean-Pierre Jeunet, adaptación de la novela homónima del primerizo Reif Larsen, publicada en 2009 en Estados Unidos. Obra de la que esperaba mucho más por venir del creador de “Delicatessen”, “Amélie” o “Largo domingo de noviazgo”, y me he encontrado con una película que va de más a muy menos, estando presente el realismo mágico que el director tiene de marca, esta es utilizada de modo sensiblero y maniqueo, hay personajes deliciosos como el protagonista o la madre, pero otros que no sabe qué hacer con ellos, como el padre y la hermana, por no hablar de la volátil personalidad del rol encarnado por Judy Davis, hay una puesta en escena fascinante (está rodada en 3D pero yo no la he visto en este formato), de una visualidad fulgente gracias a la magna cinematografía de Thomas Hardmeier (“22 balas” o “Into the night”), componiendo cuadros de provocar el Síndrome de Stendhall, como espléndido el diseño de producción de Aline Bonetto (“Amélie” o “Largo domingo de noviazgo”), con esa bucólica granja que es un Edén en sí misma, evocadora en su estética, de un beldad rayando lo pictórico en sus sibaritas paisajes, con una mezcolanza de efectos especiales (supervisados por Guillaume Murray. “Riddick” o “X-Men”) que se adaptan con brillantez a la trama.

Posee aventura, posee comedia, posee drama. Pero todo esto me resulta forzado, pues la aventura en estilo road-movie arranca con una premisa metida con calzador y es que no veo porque el chico no dice a los padres su situación, no veo el motivo de su huida, aunque las imágenes del tren surcando los valles majestuosos son abrumadoras, emparejándose esta odisea a un viaje iniciático, aunque pasa por varias etapa con varios personajes realmente ninguno cala por algo sustancial. En el marco del quehacer costumbrista de una granja, tiene comedia, pero esta resulta un tanto pueril, humor de garrafón infantiloide. Posee el drama inherente al dolor de la pérdida, pero esto me llega a empellones, sin sentido orgánico fluido. Es un microuniverso de seres buenistas, que padecen la angustia de la muerte en trágicas circunstancias de un ser querido, pero esto ya está muy visto y aquí no hay sesgo alguno de originalidad o frescura en su tratamiento, desembocando en un rush final francamente mejorable, donde lo edulcorado empapa peligrosamente hasta lo empalagoso. Hay un tono de melancolía regado durante todo el metraje que en muchos casos se excede. Todo lo veremos a través de los ojos y la voz en off del pequeño TS Spivet, un chico de diez años encarnado por un sensacional Kyle Catlett, dando una naturalidad y empatía a su rol que desborda la pantalla. Un niño superdotado que ha inventado la máquina del movimiento continuo, en ello en clara paradoja con una familia estática por el dolor.

T.S. Spivet es un niño de 12 años que vive con su familia en un rancho de Montana. El padre (Callum Keith Rennie) es un cowboy silencioso; la madre
(Helena Bonham Carter) una entomóloga obsesiva y la hermana parece (sólo lo parece) normal. Un buen día emprenderá un viaje para recibir un premio de una prestigiosa sociedad científica, y la hermana Gracie (Niamh Wilson) una adolescente resabiada que aspira a ser miss Montana o actriz.

Tiene un comienzo cautivador en la presentación ágil y buenrollista de los personajes y la situación, teniendo una visualidad sublime para el espectador en su cromatismo espectacular, tiene a un protagonista que desprende simpatía y encanto, achuchable, con inquietudes científicas loables, asimismo lo vemos nostálgico en la forma en que aprecia que no encaja en esta familia, relacionándose de modo extraño con ella. Para cuando a tres cuartos de hora iniciarse la aventura por medio USA para llegar al mítico Smithsonian de Washington DC, una travesía de se supone despertar a la inocencia, pero esto llega muy irregularmente. Lo que si está bien como sortea obstáculos, como se cuela en el tren esquivando a guardias, como pasa tiempo en una roulotte, como tiene un encuentro con un vagabundo (encarnado por el actor fetiche de Jeunet, Dominique Pinon), o el posterior encuentro con un peculiar camionero (Julian Richings). Hasta llegar a su destino, donde la película flaquea mucho, con momentos artificiosos, con un discurso lacrimógeno en Defcon 1, para pasar a un grotesco tramo donde los adultos se retuercen de una forma ridiculesca, cayendo en ser una fábula moralista rancia con el clímax sentimentaloide (spoiler).

La cintra se queda a medio camino de lo que pudo ser y no fue, tiene elementos potenciales sugestivos, pero son manejados a medio gas y con mucho de sentimentalismo barato. Perdiéndose en un melodrama simplista, donde el viaje del título queda difuminado entre muchos tópicos y previsibilidad, donde la lucha interior por superar los traumas de dolor es abordado de modo low cost, y con ello una película que no aburre, pero tampoco emociona, sobre todo porque eso no se busca con recursos impostados.

El rodaje comienza en la provincia canadiense de Quebec. Todo el rodaje se desarrolla principalmente en esta provincia (Montreal, Canal Lachine, Sainte-Anne-de-la-Pérade, Trois-Rivières y Boisbriand) así como en Alberta (Pincher Creek) y más concretamente en Montreal (Canal de Lachine, Universidad McGill, Museo Redpath, estudios Télé-Québec, Escuela Westmount Park,…). Algunas escenas filmadas en Washington DC.