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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
7
Cine negro. Thriller. Drama Después de algún tiempo retirado, el asesino profesional Frankie Bono vuelve a Nueva York para hacer otro trabajo: asesinar a un mafioso de poca monta. A pesar de sus intentos de pasar desapercibido mientras persigue a su víctima, Bono es reconocido por un antiguo compañero de orfanato. Pero no será el único error que cometa... (FILMAFFINITY)
15 de enero de 2019
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
174/14(23/12/18) Más que interesante film de culto, obra noir con claras dosis de pulp, en el debut en el cine de Allen Baron, escribiendo, dirigiendo y protagonizando, producido por Merrill Brody, quien también fue el director de fotografía. Thriller de muy bajo presupuesto, rodando en época navideña sin apenas medios, filmando sin permiso y con cámara oculta en muchos exteriores, esto imprime un tono realista seco, para un relato de un solitario asesino a sueldo en plena crisis existencial que viaja de Cleveland a Nueva York para hacer un trabajo rutinario de “eliminar” a mafioso de Harlem, esto se confronta de forma cortante con las fechas festivas en que transcurre la historia, el buenismo artificial impostado de la Navidad frente a la frialdad gris de unas calles gélidas. Guión por Waldo Salt ("Serpico" o "Midnight Cowboy") bajo seudónimo Mel Davenport (estaba en la Lista Negra), narrado con una marcada voz en off por el actor Lionel Stander que hace en tercera persona, radiografiando de modo cuasi-lírico la convulsa mente del protagonista. Cinta que ha influido cine posterior indie de directores como John Cassavettes (“Sombras”), John Boorman (“Point Blank”), o Martin Scorsese (“Taxi Driver”), ello adornado por una sugestiva banda sonora jazzística y una sugerente cinematografía en b/n. Cinta decorta duración (77 minutos), que engancha por lo bien que deconstruye al protagonista en conjunción con ese mundo decadente de felicidad manufacturada que supone la Natividad.

La cinta atrapa desde su punzante inicio, sobre un fondo negro, con fanfarrias de fondo, un pequeño punto de luz se mueve en la letanía, una voz grave se oye hablando del nacimiento " Recordando del negro silencio. Naciste con dolor. Así, así va bien madre. (se oyen jadeos y gritos de fondo) Nunca hemos perdido una criatura. Tu trabajo ha terminado madre. (se oye una palmada y a continuación un bebe llora) Naciste con odio y rabia dentro.", tu madre gritó, el doctor te pegó (la clásica palmada de desperezarte) una palmada. Recibiste un cachete en el trasero para sacarte el llanto. Y entonces supieron que estabas vivo. Ocho libras y cinco onzas. Baby Boy Frankie Bono. El crio está bien. Después aprendiste a controlar el llanto. Y sacar el odio y la rabia de otra manera. (la luz se ha agrandado hasta verse que es el final de un túnel de un tren, y salimos de él, aparece el título y llegamos a la PennStation de Manhattan) ”. Un túnel como metáfora de vida, tránsito hacia algo nuevo, otorgando un aire trágico desde el comienzo.

Un retrato de personalidad de un ser asocial, marginal, condicionado desde su infancia en un orfanato, de hecho esta es la única información de su pasado que tenemos, todo lo demás tenemos que rellenarlo subliminalmente, mayormente a través de la narración constante de pensamientos (recurso de cine negro, solo que aquí no es en primera persona), induciendo a la desesperanza, la soledad, la melancolía. Con ello seguimos a un tipo taciturno, hierático, sigiloso, lo vemos seguir cautelosamente a su “presa” (Troiano encarnado por Peter H. Clune) con intención de planear como matarla, mientras su mente comenta la hipocresía de la sociedad a través de su objetivo, un tipo en la facha familiar, pero que esconde en su patio trasero una relación adúltera con una joven, dejando claro en sus subrayadas diatribas su misantropía. Esta asociabilidad sufre un parón de ilusión con la irrupción flash en su vida de Lori (Molly McCarthy), un remanso que puede suponer el oasis que estaba esperando para dar un giro de optimismo a su futro; En este micromundo de mercenarios Bono se relaciona con un viscoso mediador de traficante de armas, Big Randolph (Larry Tucker), ententes que destilan violencia latente.

Allen Baron da bien con el perfil lacónico del sicario, un profesional de la muerte, amoral, que tiene una visión pesimista del mundo que le rodea, arisco, una isla en medio de esta superficialidad de felicidad artificiosa de la navidad. Esto con una expresividad parca, que sabe modular cuando conoce a Lori con grietas de vulnerabilidad, que le hacen tener esperanza. Baron cogio el papel cuando Peter Falk, que estaba contratado para el papel, lo dejó por otro película; Larry Tucker como Big Randolph resulta formidable, un viscoso obeso, artero y borrachín, cautivador como nos lo muestran en su vivienda rodeado (metáfora de su carácter) de jaulas de ratas, tiene unos vibrantes ententes con Baron, siendo atávica su lucha en su apartamentucho; Molly McCarthy como Lori, la luz que cree ver Bono en su oscura alma, mantiene duelos enérgicos con Frankie.

La puesta en escena resulta cruda respirando la autenticidad que mana de rodarse en exteriores en vivo, sin permisos, con cámara en mano, paseándonos por un Nueva York melancólico y triste propio de un diciembre gélido que traspasa la pantalla, filmándose en Grand Central Station, las amplias avenidas de Manhattan, sórdidos edificios de apartamentos, el ferry de Staten Island, el Rockefeller Plaza, el club nocturno Village Barn, el puerto neoyorkino, en el clímax la rivera de Long Island azotada por un incipiente huracán (cuando se filmaba la parte final de la historia llegó el huracán Donna que azotó la costa Este, desde la Florida a Maine, con olas de 11 pies de altura y vientos de 150 millas por hora);… (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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