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Voto de TOM REGAN:
7
2017
8,0
55.171
Animación. Fantástico. Comedia. Drama
Miguel es un joven con el sueño de convertirse en leyenda de la música a pesar de la prohibición de su familia. Su ídolo es Ernesto de la Cruz, el músico y cantante más famoso de México. La pasión de Miguel le llevará a adentrarse en la "Tierra de los Muertos", donde conocerá su verdadero legado familiar. (FILMAFFINITY)
7 de abril de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
74/18(25/03/18) Buena producción de la factoría Pixar (decimonoveno largometraje), un film al que le cuesta arrancar (lo hace al entrar en la Tierra de los Muertos), pero cuando lo hace es una explosión trepidante que aúna lo (espectacularmente) visual con una historia con calado, tanto para niños como para adultos. Dirigida por Lee Unkrich (“Toy Story 2” o “Buscando a Nemo”), junto a Adrian Molina (primera realización, antes guionista de cintas como “El viaje de Arlo” o “Ratatouille”), con guión de este último con Matthew Aldrich (“Cleaner”), adaptando una historia de este, Unkrich y Jason Katz (“ToyStory” o “Bichos”), versando (como es habitual en la casa del flexo) sobre la experiencia vital de ser adolescente (“Toy Story” y el vínculo cuasi-mágica con los juguetes, “Monsters” y las relaciones de estos con el miedo, “Up” sobre la brecha generacional, “Brave” sobre enfrentarnos [rebeldía]con nuestro destino preestablecido por otros, “Del revés” y los temores a los cambios drásticos), aquí se hace un análisis sobre nuestra relación con nuestra familia, sobre lo que se quiere de ellos, sobre la búsqueda de identidad personal, y sobre el arco vital en que indefectiblemente somos mortales, además de ser un sentido estudio sobre los recuerdos familiares, sobre como rememoramos y mantenemos en la memoria a nuestros seres queridos, creando con inteligencia el film un mundo paralelo donde la riqueza es ser recordado en el mundo de los vivos, con lo que sutilmente se nos advierte (cual Karma) que lo importante es lo que hagamos en vida para ser queridos y recordados, y en paralelo un emocionado tributo a nuestros mayores. Asimismo Pixar es especialista en edificar (como ya he mencionado) mundos alternos, desde el submundo de los juguetes, el de los insectos, el de los Monstruos, el de los coches, o el del subconsciente, en este caso recrea un universo extensión del nuestro en el sentido que en el momento en que “aquí” se muere alguien, en este se va a la Tierra de los Muertos, una especie de segunda existencia, y de este modo ofreciendo a los niños un enfoque didáctico sobre la muerte, como ya se dio en “Up”, o la disneyana “El Rey León”, tocándola con espíritu pedagógico, sin mostrarla como algo trágico, más bien poniendo en valor lo que hacemos en vida, ensalzando que el Bien produce Bien, y el Mal … (el Karma ya dicho).
Destaca sobre todo en su escaparate estético el alma étnica mexicana que imprimen durante todo el relato, ello con respeto y sin caer en la caricatura (ejemplo los mariachis), en lo que es un estupendo homenaje a la cultura tradicional y costumbrista del país centroamericano, ensalzando tanto las figuras místicas del país (La celebración del Día de los Muertos, con su folclórico esoterismo), como su legado cultural histórico (Frida Kahlo, Jorge Negrete, María Félix, Cantinflas, El Santo, la Lucha Libre mexicana con sus típicas máscaras, …), además de estar claramente influido la película por los artistas autóctonos como el muralista Diego Rivera o el escritor Juan Rulfo (gustaba de mezclar realidad y fantasía, como en esta cinta), y todo esto enaltecido por unos ilustradores y fotografía exaltadora de cromatismos fulgurantes y epidérmicos. A esta inmersión la nación de Pancho Villa (por cierto, me falta este revolucionario, más recordado que él en México pocos), ayudan las voces originales actores latinos como Gael García Bernal, Alfonso Arau, Edward James Olmos, Selene Luna, Cheech Marin o Luis Valdez.
Una historia incisiva sobre la importancia de la familia, sobre los hilos invisibles que nos unen, sobre la importancia de los recuerdos para mantener viva la llama aun después de que alguien se haya marchado, si lo recuerdas no ha muerto del todo. En su debe que a los personajes les falta profundidad y alejarse del cliché.
Pixar deja constancia de su buen quehacer en los bellos prólogos (homérico el de “Up”), en este caso rindiendo tributo a la mencionada cultura mexicana, delineando la historia familiar de los Rivera a través de una serie de laminas de papel picado (tapetes mexicanos), ello en alineados carteles colocados sobre hilos en las calles, típicos de celebraciones y fiestas del país, ello con reminiscencias a animado con influencias del ilustrador galo Michel Ocelot o al film germano “Las aventuras del príncipe Achmed” (1926) de Lotte Reiniger.
La cinta despega cuando se produce el salto (confusamente definido) a la Tierra de los Muertos, el ritmo se acelera, la aventura se siente vibrante en especie de contrarreloj. Comenzamos en el lírico puente de entrada con un piso rebosante de pétalos de miles de esos pétalos de caléndula brillantes y relucientes, y llegamos a la grandiosa megalópolis (Necrópolis), sinuosa y laberíntica, un big bang onírico de cromatismo (gracias a la fotografía de Danielle Feinberg, “Wall•E” o “Los Increíbles) e imaginación puesta al servicio de dar ilusión al espectador (con una cámara vibrante de Matt Aspbury, “Shrek 2” o “Spirit”) en su periferia templos mayas, y conforme nos adentramos, la “modernidad” de edificios, unidos por teleféricos, poblada de esqueletos maravillosamente definidos a través de sus coloridas calaveras, pelucas, vestimenta y ojos, figuras huesudas que protagonizan en sus movimientos jocosos momentos de humor (sobre todo en persecuciones surrealistas)... (sigue en spoiler)
Destaca sobre todo en su escaparate estético el alma étnica mexicana que imprimen durante todo el relato, ello con respeto y sin caer en la caricatura (ejemplo los mariachis), en lo que es un estupendo homenaje a la cultura tradicional y costumbrista del país centroamericano, ensalzando tanto las figuras místicas del país (La celebración del Día de los Muertos, con su folclórico esoterismo), como su legado cultural histórico (Frida Kahlo, Jorge Negrete, María Félix, Cantinflas, El Santo, la Lucha Libre mexicana con sus típicas máscaras, …), además de estar claramente influido la película por los artistas autóctonos como el muralista Diego Rivera o el escritor Juan Rulfo (gustaba de mezclar realidad y fantasía, como en esta cinta), y todo esto enaltecido por unos ilustradores y fotografía exaltadora de cromatismos fulgurantes y epidérmicos. A esta inmersión la nación de Pancho Villa (por cierto, me falta este revolucionario, más recordado que él en México pocos), ayudan las voces originales actores latinos como Gael García Bernal, Alfonso Arau, Edward James Olmos, Selene Luna, Cheech Marin o Luis Valdez.
Una historia incisiva sobre la importancia de la familia, sobre los hilos invisibles que nos unen, sobre la importancia de los recuerdos para mantener viva la llama aun después de que alguien se haya marchado, si lo recuerdas no ha muerto del todo. En su debe que a los personajes les falta profundidad y alejarse del cliché.
Pixar deja constancia de su buen quehacer en los bellos prólogos (homérico el de “Up”), en este caso rindiendo tributo a la mencionada cultura mexicana, delineando la historia familiar de los Rivera a través de una serie de laminas de papel picado (tapetes mexicanos), ello en alineados carteles colocados sobre hilos en las calles, típicos de celebraciones y fiestas del país, ello con reminiscencias a animado con influencias del ilustrador galo Michel Ocelot o al film germano “Las aventuras del príncipe Achmed” (1926) de Lotte Reiniger.
La cinta despega cuando se produce el salto (confusamente definido) a la Tierra de los Muertos, el ritmo se acelera, la aventura se siente vibrante en especie de contrarreloj. Comenzamos en el lírico puente de entrada con un piso rebosante de pétalos de miles de esos pétalos de caléndula brillantes y relucientes, y llegamos a la grandiosa megalópolis (Necrópolis), sinuosa y laberíntica, un big bang onírico de cromatismo (gracias a la fotografía de Danielle Feinberg, “Wall•E” o “Los Increíbles) e imaginación puesta al servicio de dar ilusión al espectador (con una cámara vibrante de Matt Aspbury, “Shrek 2” o “Spirit”) en su periferia templos mayas, y conforme nos adentramos, la “modernidad” de edificios, unidos por teleféricos, poblada de esqueletos maravillosamente definidos a través de sus coloridas calaveras, pelucas, vestimenta y ojos, figuras huesudas que protagonizan en sus movimientos jocosos momentos de humor (sobre todo en persecuciones surrealistas)... (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
… Una bulliciosa urbe con claras influencias a “Metrópolis” (1927) de Fritz Lang, en edificios a varios niveles de alturas, rascacielos que componen un atractivo sky line, y por los cielos de este lugar vuelan espíritus mexicanos, los alebrijes (inspirados en las figuras de arte folclórico mexicano, de reminiscencias a las pinturas del de Oaxaca, Rufino Tamayo), enormes animales alados, con su piel inundada de colores diferentes brillantes, especie de ángeles de la guarda. Lugar con sus propias reglas (recuerdos, fotos, se puede morir… otra vez si en el mundo de los vivos nadie te recuerda, y te desvaneces en el limbo del más allá, donde incluso el chico protagonista sufre una especie de degradación, similar a la de Marty McFly en “Regreso al futuro”), con su propia jerarquía y burocracia, como bien dejan constancia en la “aduna”, quizás un dardo soterrado la era Trump.
Y es que todo Pixar deleita con su imaginación fantasía al servicio de la historia, entusiasmo visual, donde el gusto por el detalle es epidérmico, cada nuevo escenario, cada personaje está perfilado con cariño y mucha expresividad, destacando sobre todos la anciana que da nombre al film, Coco (con voz de la veterana actriz mexicana de 84 años Ana Ofelia Murguia), casi centenaria (97 años) mujer encajonada en una silla, de piel híper acanalada, con rostro arrugadísimo, tanto que sus ojos desaparecen en ellas, manos manchadas, convirtiéndose esta dulce persona en un tributo a la tercera edad, a lo que representa de conexión con nuestro pasado, guardiana de in finitos recuerdos que en su vejez se empiezan a desvanecer son su débil memoria, llegando a provocar la ternura de esta figura que el espectador llegue a estremecerse.
Unkrich y Molina viajaron al profundo México, a Oaxaca, Michoacán y Guanajuato, derivando en el mimo por cada elemento, desde las calles empedradas, los soportales, las casas de adobe con sus patios, empapándose además del costumbrismo tradicional, de su espíritu místico, que se ve reflejado en el ya mencionado Mundo de los Muertos, esto ayudado por el maravilloso diseño de producción de Harley Jessup (“James y el melocotón gigante” o “Monsters S.A.”).
Es un relato que mezcla melodrama con dosis gratificantes de humor (en muchos casos negro), para enfatizar y potenciar estos estados de ánimo es fundamental el score y canciones, en lo que se puede ver como una loa al poder emocional de la música, en miscelánea con las fenomenales coreografías. Melodías que mezclan diferentes estilos latinos como marimba, mariachi, cumbia, música extradiegética es obra del compositor de la casa Disney, Michael Giacchino (“Ratatouille” o “Zootrópolis”), llena de alegría y júbilo, y sobre todos los temas cantados, entrelazados al ambiente de cada momento, escritas por el binomio del director Molina con Germaine Franco (“Everyone Knows Juanita”, el epítome de lo estrafalario con Héctor bailando a modo de marioneta recordando a “pinocho” es el “Un poco loco”, o el “The World Es Mi Familia”), se suman temas tradicionales como “La llorona”, “La Petenera” o “La zandunga”, pero sobre todo el tema (Oscarizado) que queda como icónico del film, por además reflejar el gran mensaje de la cinta es el “Recuérdame”, escrito por el matrimonio Kristen Anderson-Lopez y Robert Lopez (“Frozen”), entonado en cuatro ocasiones durante el metraje por diferentes voces, llegando a conmover en el clímax de la película..
En conjunto me queda una recordable y recomendable película que servirá además para realzar alos que tenemos más cerca (la familia) frente a nuestros “mitos” con pies de barro. Fuerza y honor!!!
Y es que todo Pixar deleita con su imaginación fantasía al servicio de la historia, entusiasmo visual, donde el gusto por el detalle es epidérmico, cada nuevo escenario, cada personaje está perfilado con cariño y mucha expresividad, destacando sobre todos la anciana que da nombre al film, Coco (con voz de la veterana actriz mexicana de 84 años Ana Ofelia Murguia), casi centenaria (97 años) mujer encajonada en una silla, de piel híper acanalada, con rostro arrugadísimo, tanto que sus ojos desaparecen en ellas, manos manchadas, convirtiéndose esta dulce persona en un tributo a la tercera edad, a lo que representa de conexión con nuestro pasado, guardiana de in finitos recuerdos que en su vejez se empiezan a desvanecer son su débil memoria, llegando a provocar la ternura de esta figura que el espectador llegue a estremecerse.
Unkrich y Molina viajaron al profundo México, a Oaxaca, Michoacán y Guanajuato, derivando en el mimo por cada elemento, desde las calles empedradas, los soportales, las casas de adobe con sus patios, empapándose además del costumbrismo tradicional, de su espíritu místico, que se ve reflejado en el ya mencionado Mundo de los Muertos, esto ayudado por el maravilloso diseño de producción de Harley Jessup (“James y el melocotón gigante” o “Monsters S.A.”).
Es un relato que mezcla melodrama con dosis gratificantes de humor (en muchos casos negro), para enfatizar y potenciar estos estados de ánimo es fundamental el score y canciones, en lo que se puede ver como una loa al poder emocional de la música, en miscelánea con las fenomenales coreografías. Melodías que mezclan diferentes estilos latinos como marimba, mariachi, cumbia, música extradiegética es obra del compositor de la casa Disney, Michael Giacchino (“Ratatouille” o “Zootrópolis”), llena de alegría y júbilo, y sobre todos los temas cantados, entrelazados al ambiente de cada momento, escritas por el binomio del director Molina con Germaine Franco (“Everyone Knows Juanita”, el epítome de lo estrafalario con Héctor bailando a modo de marioneta recordando a “pinocho” es el “Un poco loco”, o el “The World Es Mi Familia”), se suman temas tradicionales como “La llorona”, “La Petenera” o “La zandunga”, pero sobre todo el tema (Oscarizado) que queda como icónico del film, por además reflejar el gran mensaje de la cinta es el “Recuérdame”, escrito por el matrimonio Kristen Anderson-Lopez y Robert Lopez (“Frozen”), entonado en cuatro ocasiones durante el metraje por diferentes voces, llegando a conmover en el clímax de la película..
En conjunto me queda una recordable y recomendable película que servirá además para realzar alos que tenemos más cerca (la familia) frente a nuestros “mitos” con pies de barro. Fuerza y honor!!!