186/35(26/06/20) Esperaba mucho de esta película dirigida por Ettore Scola, avalada por una muy buena crítica general, y es que igual me ha pillado en un mal momento, pero me ha resultado con un ritmo letárgico, donde apenas pasan cosas en un relato que abarca ochenta años, todo el núcleo es un simplista triángulo amoroso, lo que pasa en los márgenes no aporta mucho, con elipsis torpemente expuestas, que costaba dar una referencia no tener que desviar la atención intentando desentrañar en que año estamos. Tampoco es que los protagonistas me resulten atractivos, siendo un trio el hegemónico en el metraje, con el siempre poderoso Viittorio Gassman como profesor de universidad, que ha tenido decenas de actuaciones mejores, su mujer (correcta Stefania Sandrelli) y su cuñada (naif Fanny Ardant), que me han dejado frío. Película en la que no pasa nada especial, es por momentos la contemplación de la nada a cámara lenta, haciéndoseme largas las dos horas de duración. No es que sea mala, es que venía precedida de gran bombo de calidad y me he encontrado en muchos tramos aburriéndome, tiene algunos picos estimables, algún humor chispeante (como esas hermanas solteronas, tres tías Margherita [Athina Cenci], Luise [Alessandra Panelli] y Ornella [Monica Scattini]). siempre pelándose, cual running-gag), tiene algún momento conmovedor, tiene un final que deja buen sabor de boca, pero en general me ha sido irregular.

Cuenta la larga historia de una familia de clase media italiana a lo largo de ochenta años, en saltos de una década desde 1906 (bautismo de Carlo) hasta 1986 (celebración de un cumpleaños), con abuelos, hijos, nietos, o bisnietos, donde como es habitual en el cine de Scola, los grandes hechos históricos del siglo pasan en el fondo del marco (ejemplo es “Una jornada particular”). La singularidad del film es que se ha rodado íntegramente en una espaciosa y antigua vivienda se supone que de Roma en el (ficticio) Via Scipione l'Emiliano 45, y en él celebraciones, amores, frustraciones, infidelidades, alegrías, culpas, temores, sorpresas, silencios, gratitud, dolor, resquemores, lo que se da en una familia amplia en varias décadas. Una historia acometida de aire nostálgico, que como en una cinta que engloba toda una vida se nos habla del peso lapidario del tiempo, de las oportunidades perdidas, de arrepentimientos por lo no hecho. Ello con una ambientación muy estilo teatral con tomas alejadas para dar amplitud a los muchos personajes que puede haber en escena, apoyado en la cinematografía de Ricardo Aronovich (“El impostor”), con tomas con pocos cortes para enfatizar las actuaciones, donde destaca el recurso del travelling sereno por la amplia residencia a modo de elemento para enlazar elipsis, sumado a una buena labor en recrear visualmente cada salto temporal.

Entrelaza acontecimientos diversos, políticos o no, con cada una de estas fechas: 1916 (primera guerra mundial), 1926 (fascismo), 1936 (fascismo otra vez e invasión de Abisinia), 1946 (liberación tras la Segunda Guerra Mundial y construcción de la nueva República), 1956 (desarrollismo económico), 1966 (liberalización de las costumbres), 1976 (nada) y 1986 (nada otra vez y final). Fue la cinta nominada al Oscar a Mejor Película de habla no inglesa (perdió ante la danesa “El festín de Babette”) y ganó 5 David di Donatello.

En este ciclo vital la columna vertebral es Carlo (Vittorio Gassman de adulto, y Andrea Occhipinti en etapa juvenil), que tiene una relación con su hermano menor al que menosprecia, también menoscaba a su hijo en favor de su hija, esta luego con su novio la decepciona. Pero sobre todo esta su relación con las dos hermanas. Con Adriana (Fanny Ardant), el amor de su vida que por la pasión de ella por ser pianista profesional, de ser mujer liberada y autosuficiente no llega a casarse con él. Entonces Carlo se decanta por la hermana de ella, Beatrice (Stefania Sandrelli), con la que contrae matrimonio aun amando a Adriana; En los márgenes queda la difusa relación de Carlo con su hermano, al que el mayor denigra (ejemplo la subtrama del libro que escribió el menor; el hijo que se da cuenta que su padre lo trata de modo condescendiente.

Para dar marco temporal: Se pasa de soslayo por la Gran Guerra, por el auge del fascismo en Italia (reflejado en una discusión durante una cena, picado Carlo con el pretendiente francés de Adriana, Jean Luc embestido por el gran Philippe Noiret); por la Guerra en Abisinia; La WWII se le da visibilidad a través de Giulio (Carlo Dapporto) que vuelve tras caer preso, se hace mención para enmarcar el tiempo, de la boca de Marilyn con Arthur Miller, el hundimiento del Andrea Doria; Pero todo esto rozado con brocha gorda, sin que realmente afecte a la historia más que dando un fondo lejano. Pues nunca hay sensación de precariedad, de necesidades, de hambre, de hostigamiento por las ideas.