165/25(18/05/21) Desequilibrado y fallido film belga escrito y dirigido por Jaco Van Dormael, de esos que gana más contándolo que viéndolo, sus ansias pretenciosas superan en mucho su cohesión y solidez narrativa, ello disperso y difuso. Cinta que te engancha en sus redes de fantasía filtrada por la nada confiable mente de un anciano que recuerda su niñez y adultez como algo que le fue alterado por el azar (un incendio en un hospital cree el protagonista Thomas originó que él como bebe fuera cambiado por otro, Alfred [o viceversa] en el caos de recogerlos de una sala de bebes), y con ello criado por una familia que no era realmente la suya, y esto en sí, ya es una incoherencia, pues como un bebe sabe esto?) y se siente viviendo la vida de otro, recordándome mucho en este sentido a la Leoniana “Erase una vez en América” (1984).

Film imaginativo que indaga en los fantasmas del pasado, en la búsqueda de la identidad, en los celos, en el incesto, en las ansias de hallar un amor puro, ello en una visión melancólica de la infancia como marcadora de los años venideros. Todo desarrollado mediante un rompecabezas (que a mi ha terminado por descolocarme) de flash-backs que van hacia adelante y hacia atrás de modo arbitrario, donde lo real y lo fantasioso se funden hasta la línea difuminarse, pero todo ello que en la primera parte me seduce, va de más a menos hasta desembocar en un rush final que me he alejado lo suficiente para no sentir emoción por lo que le pase al (veleta) protagonista.

Cuenta la historia de vida de un anciano llamado Thomas Van Hasebroeck (se ha apodado a sí mismo Toto, después de una fantasía infantil), es un perdedor, un fracasado marcado a fuego (nunca mejor dicho) por su infancia, cargada de rencores contra el mundo. En realidad, parece que todos estos resentimientos a un vecino, se deben a que el protagonista ama a su hermana, y como esto es incesto, puede se invente no es realmente su hermana, todo muy retorcido. Pues no puede echar la culpa el protagonista como niño de vivir una mala existencia, pues reside en un hogar con unos padres acomodados, atentos y cariñosos. Todo su supuesto mal sino es amar a su hermana, y esto el niño lo arrastra a su adultez cual losa que lo hiere en la tristeza, obsesionado con su hermana busca el ideal que se le parezca (o en realidad es ella), hasta incluso su vejez. Por lo que cuando termina la cinta me siento un poco estafado en su idea central que mezcla lo infantil con la turbadora idea del incesto. En su devenir nos cuelan una sub trama detectives-espionaje low cost, sin pies ni cabeza. Ah, además, nos cuelan que Thomas era muy bueno porque tiene un hermano con síndrome de down con el que porta muy cariñoso, qué más da que esto se sienta un parche condescendiente y paternalista en la película, lo importante es lo políticamente correcto (¿?), no se le da una personalidad al personaje, simplemente se define por lo que padece (puaj!).

Lo malo es que no empatizo con ninguno de los tres Thomas, sus desventuras me resultan artificiosas, viñetas que me sacan en el mejor de los casos una mueca de sonrisa (de hecho solo recuerdo la de la madre pagando en el súper que le comienza a sangrar la cabeza, y su posterior explicación), porque conmoverme no lo consigue (igual es que me ha pillado en un mal momento), y con su clímax es la frialdad lo que me proyecta, siéndome grimante su epílogo aéreo.

Me queda una película arrogante y narcisista, de hecho me lo confirma que es el mismo pomposo director de otro producto inflado como fue la posterior “Las vidas posibles de Mr. Nobody” (2009), film con el que tiene semejanzas este. Fuerza y honor!!!