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Voto de TOM REGAN:
8
7,4
2.488
Drama
Un profesor norteamericano jubilado lleva una vida solitaria en su lujoso palacio de Roma. Tiene un enfrentamiento con una vulgar marquesa italiana y sus acompañantes: su amante, su hija y el novio de su hija, y se ve obligado a alquilarles el apartamento del ático del palacio. Su sosegada vida se verá entonces perturbada por las maquinaciones de sus inquilinos. (FILMAFFINITY)
3 de mayo de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
74/15(23/04/16) Penúltima obra del maestro Luchino Visconti, en el ocaso de su trayectoria vital realiza un cuasi-testamento fílmico, una notable radiografía del choque generacional, sustentado en un elenco actoral deslumbrante, atisbándose referencias autobiográficas en el protagonista profesor sin nombre encarnado magníficamente por Burt Lancaster, y en la relación que se sugiere de cariño (amor) entre este y el personaje, Konrad, encarnado por Helmut Berger amante en la vida real del director. Ya con 70 años, acababa de sufrir hacia poco un derrame cerebral, con lo que buscaba un proyecto que no le llevara de un lugar a otro, por ello escribió esta historia que se desarrolla exclusivamente en interiores, pero filmada con dinamismo de escenarios. El guión del propi director junto a sus habituales Suso Cecchi D'Amico (“El gatopardo”), y Enrico Medioli (“Rocco y sus hermanos”), Visconti se inspiró libremente en la historia real del crítico literario Mario Praz, que como el protagonista vivía en un palacio y vio alterada su tranquilidad por la llegada de unos jóvenes y caóticos inquilinos. Se rodó en inglés, aunque luego se hizo una versión en italiano, doblando unos actores italianos a Helmut Berger y Burt Lancaster. En España sufrió los rigores de la censura por los desnudos, por la política, siendo risible como alteraron parentescos de los personajes para suavizar sus relaciones, quedando aún peor, a estilo “Mogambo”, en 1983 ya se pudo ver la versión sin censura. Definió así el film Visconti: “A través del personaje de Lancaster he querido examinar la posición, responsabilidad, las ilusiones y los fracasos de los intelectuales de mi generación”.
Visconti despliega su intacta maestría por cada fotograma, narra con profundidad un intimista relato de calado emocional, historia sombría, desarrollada en increscendo dramático penetrante, desborda punzante inteligencia en la delineación de personajes con mucho mundo interior, con diálogos deliciosos en su hondura, componiendo situaciones de gran intensidad. Se centra en un Lobo Solitario en el ocaso de su vida, retirado del mundanal ruido, y la chicha está en el choque generacional que sufrirá su placida vida con la llegada de una disfuncional familia. El realizador con su exquisito gusto por la elegancia, por los decorados recargados barrocamente, evoluciona un espléndido melodrama, inundado de ambigüedad moral, un reflexivo estudio sobre el implacable paso del tiempo, sobre la inevitable sombra de la muerte, sobre las complicadas relaciones familiares, sobre la desestructuración familiar, sobre los amores platónicos, sobre la represión sexual, sobre los recuerdos que se alejan en la memoria, sobre el arte, sobre la política, sobre el desprecio, y sobre todo sobre seres contradictorios, matizados, frágiles, con carácter, típicos del ideario viscontiano. El protagonista sin nombre tiene mucho del profesor Aschenbach de “Muerte en Venecia” (1971), como éste, se ve turbado ante la belleza y la juventud en la última etapa de su vida, la claustrofobia ambiental que se sentía en la ciudadela de Venecia aquí se ha trasladado a este decadente palacio romano, asimismo introduce gran parte de su temario y estilo que lo han hecho inimitable, su tono cuasi-operístico en la puesta en escena, los personajes de alta sociedad atormentados, protagonistas que escogen la soledad como un retiro vital existencial, su (paradójico, siendo un noble) ideario político izquierdista.
Un fresco desolador de su tiempo, recrea con virulencia la decadencia de la aristocracia, mezclada en múltiples delitos, habla de una época convulsa (Mayo del 68, atentados terroristas marxistas, reestructuraciones empresariales, tráfico de drogas...), de una generación joven fracasada en su ansiada utopía de un soñado e irreal mundo, y como aquí el profesor se encuentra desorientado con un tiempo que le supera y al que no desea engancharse, igual que le ocurría a “El Gatopardo” (1963) del film anterior de Lancaster con Visconti, personas que admiran con fascinación la juventud, pero a la que ya saben hace mucho les pasó, y no pueden adaptarse al caos imperante en el exterior, personas cultas, embebidas de arte que no desean cohabitar con la “nueva cultura”. Mirada melancólica al pasado a través de la juventud, un perturbador filtro se cierne sobre la observativa visión del Profesor, un tipo que había escogido la soledad y como única compañía la atemporal belleza del arte, el cuasi-recogimiento espiritual y que de pronto sin desearlo se enfrenta al mundo imperfecto del que ha huido. Otro temario recurrente de Visconti es el desmoronamiento familiar como metáfora de un mundo que se derrumba, sobre la pérdida de valores morales, sobre la perdida de referentes a los que seguir. Trata asimismo sobre el arte y el caos, sobre la vida y la muerte, sobre lo efímero de nuestro paso por la vida, Visconti hace una fotografía a un mundo que para el languidece, tres años después moriría. Todo esto contado sereno ritmo, haciendo que te empapen los personajes y lo que les ocurre, con un poderío sensorial apabullante, con una fuerza audiovisual arrolladora.
Burt Lancaster esta apoteósico en su rol, desborda la pantalla con su carisma, con su magna personalidad, con su mesura, con su contención, con flema, con su punzante mirada que habla en silencios, con su egregio lenguaje gestual, una interpretación memorable, con aristas, dejando traslucir toda una sensible gama de emociones, un Titán. Helmut Berger resulta una presencia turbadora, una belleza (y soy muy hetero) resplandeciente, lo encarna con una intensa personalidad, con un arco de desarrollo gradual fascinante, con ententes fabulosos con Lancaster y con una ataque de ira furibundo estremecedor en la cena, se vislumbra una compleja mezcla en él de fuerza y fragilidad anímica, vibrante la química entre él y Burt Lancaster, el alter ego de Visconti. (sigue en spoiler)
Visconti despliega su intacta maestría por cada fotograma, narra con profundidad un intimista relato de calado emocional, historia sombría, desarrollada en increscendo dramático penetrante, desborda punzante inteligencia en la delineación de personajes con mucho mundo interior, con diálogos deliciosos en su hondura, componiendo situaciones de gran intensidad. Se centra en un Lobo Solitario en el ocaso de su vida, retirado del mundanal ruido, y la chicha está en el choque generacional que sufrirá su placida vida con la llegada de una disfuncional familia. El realizador con su exquisito gusto por la elegancia, por los decorados recargados barrocamente, evoluciona un espléndido melodrama, inundado de ambigüedad moral, un reflexivo estudio sobre el implacable paso del tiempo, sobre la inevitable sombra de la muerte, sobre las complicadas relaciones familiares, sobre la desestructuración familiar, sobre los amores platónicos, sobre la represión sexual, sobre los recuerdos que se alejan en la memoria, sobre el arte, sobre la política, sobre el desprecio, y sobre todo sobre seres contradictorios, matizados, frágiles, con carácter, típicos del ideario viscontiano. El protagonista sin nombre tiene mucho del profesor Aschenbach de “Muerte en Venecia” (1971), como éste, se ve turbado ante la belleza y la juventud en la última etapa de su vida, la claustrofobia ambiental que se sentía en la ciudadela de Venecia aquí se ha trasladado a este decadente palacio romano, asimismo introduce gran parte de su temario y estilo que lo han hecho inimitable, su tono cuasi-operístico en la puesta en escena, los personajes de alta sociedad atormentados, protagonistas que escogen la soledad como un retiro vital existencial, su (paradójico, siendo un noble) ideario político izquierdista.
Un fresco desolador de su tiempo, recrea con virulencia la decadencia de la aristocracia, mezclada en múltiples delitos, habla de una época convulsa (Mayo del 68, atentados terroristas marxistas, reestructuraciones empresariales, tráfico de drogas...), de una generación joven fracasada en su ansiada utopía de un soñado e irreal mundo, y como aquí el profesor se encuentra desorientado con un tiempo que le supera y al que no desea engancharse, igual que le ocurría a “El Gatopardo” (1963) del film anterior de Lancaster con Visconti, personas que admiran con fascinación la juventud, pero a la que ya saben hace mucho les pasó, y no pueden adaptarse al caos imperante en el exterior, personas cultas, embebidas de arte que no desean cohabitar con la “nueva cultura”. Mirada melancólica al pasado a través de la juventud, un perturbador filtro se cierne sobre la observativa visión del Profesor, un tipo que había escogido la soledad y como única compañía la atemporal belleza del arte, el cuasi-recogimiento espiritual y que de pronto sin desearlo se enfrenta al mundo imperfecto del que ha huido. Otro temario recurrente de Visconti es el desmoronamiento familiar como metáfora de un mundo que se derrumba, sobre la pérdida de valores morales, sobre la perdida de referentes a los que seguir. Trata asimismo sobre el arte y el caos, sobre la vida y la muerte, sobre lo efímero de nuestro paso por la vida, Visconti hace una fotografía a un mundo que para el languidece, tres años después moriría. Todo esto contado sereno ritmo, haciendo que te empapen los personajes y lo que les ocurre, con un poderío sensorial apabullante, con una fuerza audiovisual arrolladora.
Burt Lancaster esta apoteósico en su rol, desborda la pantalla con su carisma, con su magna personalidad, con su mesura, con su contención, con flema, con su punzante mirada que habla en silencios, con su egregio lenguaje gestual, una interpretación memorable, con aristas, dejando traslucir toda una sensible gama de emociones, un Titán. Helmut Berger resulta una presencia turbadora, una belleza (y soy muy hetero) resplandeciente, lo encarna con una intensa personalidad, con un arco de desarrollo gradual fascinante, con ententes fabulosos con Lancaster y con una ataque de ira furibundo estremecedor en la cena, se vislumbra una compleja mezcla en él de fuerza y fragilidad anímica, vibrante la química entre él y Burt Lancaster, el alter ego de Visconti. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Silvana Mangano es un rayo de luz, torrente de viscerabilidad, poderosa, racial bella, impetuosa, elegante, despótica, manipuladora, Colosal. Claudia Marsani debutaba con este film, tenía solo 14 primaveras cuando rodó este film, un enternecedor papel, que con una arrebatadora dulzura nos gana, como se gana al profesor, radiante en su mezcla de candidez y picardía. Stefano Patrizi, es el que menos peso tiene, pero aún así deja constancia de sus dotes en el duelo final que tiene con Berger, arrollando con un arrollador músculo actoral.
La ambientación resulta un gran pilar como potenciador de la personalidad de los personajes, filmado todo en estudios en Roma, con un soberbio diseño de producción de Mario Garbuglia (“El gatopardo”), recrea con mimo los fastuosos barrocos interiores del palacio, un cuasi-catafalco, un cuasi-museo, paredes rebosantes de pinturas del SXVIII, sobre todo de artistas ingleses, como Arthur Devis, con bellos tapices, frescos, armas antiguas, esculturas, bustos, estanterías repletas de cientos de libros, alfombras, sillones y sofás decimonónicos, y a modo de metáfora, en el piso superior la modernidad, impuesta a golpe de mazo y destrucción, salones diáfanos sin puertas y comunicados por enormes arcos, blancos e hiperluminosos, arte contemporáneo abstracto adornando paredes, y como bien he leído, abajo la vejez y arriba la juventud. Con un elegantísimo diseño de vestuario, destacando sobremanera el de Silvana Mangano de Piero Tosi (“Muerte en Venecia”). Esto realzado y moldeado por la maravillosa fotografía de Pasqualino De Santis (“Muerte en Venecia”), contrasta con habilidad estos dos ambientes, aunque poniendo más énfasis en la mortecina luz en la vivienda del Profesor, deleitándonos con hermosos cuadros, en formato de tomas de una belleza epicúrea, con primeros planos que sacan la mejor de las expresividades de los actores, con sutiles movimientos de cámara por habitaciones, un goce visual. Esto adornado por la dulce música de Franco Mannino (“El inocente”), con excelsos añadidos de música clásica de Mozart, el aria " Vorrei spiegarvi, oh Dio! ", y la “Sinfonía Concertante, K. 364”, el tema “Testarda io” de Ivana Zanicchi, o el “Desiderare” de Caterina Casselli.
Spoiler:
Momentos recordables: Debido al límite de caracteres solo mencionaré el tramo clímax del film, la cena que organiza el Profesor en que espera limar los roces entre todos, donde el anfitrión cuenta una perturbadora historia sobre alguien solitario que escuchaba pisadas encima de su casa, era la llegada de la muerte. Pero tras esto la velada se convierte en un agrio cruce de reproches entre unos y otros, saliendo a flote la lucha de clases, la política, los prejuicios sociales, el orgullo y la soberbia, llegando aflorando viejas rencillas, odios, rencores, traiciones y frustraciones, donde ya el profesor se sabe desubicado por una sociedad misántropa que se autodevora; El epicúreo epílogo, el Profesor está enfermo en la cama, oímos de fondo la hermosa con la "Sinfonía Concertante K364", de Mozart, y el Profesor (y nosotros) escuchamos pasos en el piso superior, referencia a la historia que contó el profesor en la cena, la muerte le llega, conmovedor.
El profesor: "Los ancianos son criaturas extrañas, cuestionable e intolerante. A veces tienen miedo de la soledad que desean ... otras veces, la defienden cuando la sienten amenazada."
Diálogo que es una alegoría de lo que relata la historia, este susodicho choque generacional:
El Profesor: “Los cuervos vuelan en bandada; el águila vuela sola”
Konrad: “Pero en La Biblia está escrito. Ay del que esté solo! Porque cuando caiga no habrá nadie dispuesto a prestarle ayuda”.
Entiendo no es un film recomendable a todos los paladares, es cien de autor, cine con poso, cine reflexivo, de los que se te quedan en el subconsciente. Fuerza y honor!!!
Crítica cercenada por el límite de caracteres, ver íntegra en: http://tomregan.blogspot.com/2016/04/confidencias.html
La ambientación resulta un gran pilar como potenciador de la personalidad de los personajes, filmado todo en estudios en Roma, con un soberbio diseño de producción de Mario Garbuglia (“El gatopardo”), recrea con mimo los fastuosos barrocos interiores del palacio, un cuasi-catafalco, un cuasi-museo, paredes rebosantes de pinturas del SXVIII, sobre todo de artistas ingleses, como Arthur Devis, con bellos tapices, frescos, armas antiguas, esculturas, bustos, estanterías repletas de cientos de libros, alfombras, sillones y sofás decimonónicos, y a modo de metáfora, en el piso superior la modernidad, impuesta a golpe de mazo y destrucción, salones diáfanos sin puertas y comunicados por enormes arcos, blancos e hiperluminosos, arte contemporáneo abstracto adornando paredes, y como bien he leído, abajo la vejez y arriba la juventud. Con un elegantísimo diseño de vestuario, destacando sobremanera el de Silvana Mangano de Piero Tosi (“Muerte en Venecia”). Esto realzado y moldeado por la maravillosa fotografía de Pasqualino De Santis (“Muerte en Venecia”), contrasta con habilidad estos dos ambientes, aunque poniendo más énfasis en la mortecina luz en la vivienda del Profesor, deleitándonos con hermosos cuadros, en formato de tomas de una belleza epicúrea, con primeros planos que sacan la mejor de las expresividades de los actores, con sutiles movimientos de cámara por habitaciones, un goce visual. Esto adornado por la dulce música de Franco Mannino (“El inocente”), con excelsos añadidos de música clásica de Mozart, el aria " Vorrei spiegarvi, oh Dio! ", y la “Sinfonía Concertante, K. 364”, el tema “Testarda io” de Ivana Zanicchi, o el “Desiderare” de Caterina Casselli.
Spoiler:
Momentos recordables: Debido al límite de caracteres solo mencionaré el tramo clímax del film, la cena que organiza el Profesor en que espera limar los roces entre todos, donde el anfitrión cuenta una perturbadora historia sobre alguien solitario que escuchaba pisadas encima de su casa, era la llegada de la muerte. Pero tras esto la velada se convierte en un agrio cruce de reproches entre unos y otros, saliendo a flote la lucha de clases, la política, los prejuicios sociales, el orgullo y la soberbia, llegando aflorando viejas rencillas, odios, rencores, traiciones y frustraciones, donde ya el profesor se sabe desubicado por una sociedad misántropa que se autodevora; El epicúreo epílogo, el Profesor está enfermo en la cama, oímos de fondo la hermosa con la "Sinfonía Concertante K364", de Mozart, y el Profesor (y nosotros) escuchamos pasos en el piso superior, referencia a la historia que contó el profesor en la cena, la muerte le llega, conmovedor.
El profesor: "Los ancianos son criaturas extrañas, cuestionable e intolerante. A veces tienen miedo de la soledad que desean ... otras veces, la defienden cuando la sienten amenazada."
Diálogo que es una alegoría de lo que relata la historia, este susodicho choque generacional:
El Profesor: “Los cuervos vuelan en bandada; el águila vuela sola”
Konrad: “Pero en La Biblia está escrito. Ay del que esté solo! Porque cuando caiga no habrá nadie dispuesto a prestarle ayuda”.
Entiendo no es un film recomendable a todos los paladares, es cien de autor, cine con poso, cine reflexivo, de los que se te quedan en el subconsciente. Fuerza y honor!!!
Crítica cercenada por el límite de caracteres, ver íntegra en: http://tomregan.blogspot.com/2016/04/confidencias.html