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España España · almeria
Voto de TOM REGAN:
8
Drama Un profesor norteamericano jubilado lleva una vida solitaria en su lujoso palacio de Roma. Tiene un enfrentamiento con una vulgar marquesa italiana y sus acompañantes: su amante, su hija y el novio de su hija, y se ve obligado a alquilarles el apartamento del ático del palacio. Su sosegada vida se verá entonces perturbada por las maquinaciones de sus inquilinos. (FILMAFFINITY)
3 de mayo de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
74/15(23/04/16) Penúltima obra del maestro Luchino Visconti, en el ocaso de su trayectoria vital realiza un cuasi-testamento fílmico, una notable radiografía del choque generacional, sustentado en un elenco actoral deslumbrante, atisbándose referencias autobiográficas en el protagonista profesor sin nombre encarnado magníficamente por Burt Lancaster, y en la relación que se sugiere de cariño (amor) entre este y el personaje, Konrad, encarnado por Helmut Berger amante en la vida real del director. Ya con 70 años, acababa de sufrir hacia poco un derrame cerebral, con lo que buscaba un proyecto que no le llevara de un lugar a otro, por ello escribió esta historia que se desarrolla exclusivamente en interiores, pero filmada con dinamismo de escenarios. El guión del propi director junto a sus habituales Suso Cecchi D'Amico (“El gatopardo”), y Enrico Medioli (“Rocco y sus hermanos”), Visconti se inspiró libremente en la historia real del crítico literario Mario Praz, que como el protagonista vivía en un palacio y vio alterada su tranquilidad por la llegada de unos jóvenes y caóticos inquilinos. Se rodó en inglés, aunque luego se hizo una versión en italiano, doblando unos actores italianos a Helmut Berger y Burt Lancaster. En España sufrió los rigores de la censura por los desnudos, por la política, siendo risible como alteraron parentescos de los personajes para suavizar sus relaciones, quedando aún peor, a estilo “Mogambo”, en 1983 ya se pudo ver la versión sin censura. Definió así el film Visconti: “A través del personaje de Lancaster he querido examinar la posición, responsabilidad, las ilusiones y los fracasos de los intelectuales de mi generación”.

Visconti despliega su intacta maestría por cada fotograma, narra con profundidad un intimista relato de calado emocional, historia sombría, desarrollada en increscendo dramático penetrante, desborda punzante inteligencia en la delineación de personajes con mucho mundo interior, con diálogos deliciosos en su hondura, componiendo situaciones de gran intensidad. Se centra en un Lobo Solitario en el ocaso de su vida, retirado del mundanal ruido, y la chicha está en el choque generacional que sufrirá su placida vida con la llegada de una disfuncional familia. El realizador con su exquisito gusto por la elegancia, por los decorados recargados barrocamente, evoluciona un espléndido melodrama, inundado de ambigüedad moral, un reflexivo estudio sobre el implacable paso del tiempo, sobre la inevitable sombra de la muerte, sobre las complicadas relaciones familiares, sobre la desestructuración familiar, sobre los amores platónicos, sobre la represión sexual, sobre los recuerdos que se alejan en la memoria, sobre el arte, sobre la política, sobre el desprecio, y sobre todo sobre seres contradictorios, matizados, frágiles, con carácter, típicos del ideario viscontiano. El protagonista sin nombre tiene mucho del profesor Aschenbach de “Muerte en Venecia” (1971), como éste, se ve turbado ante la belleza y la juventud en la última etapa de su vida, la claustrofobia ambiental que se sentía en la ciudadela de Venecia aquí se ha trasladado a este decadente palacio romano, asimismo introduce gran parte de su temario y estilo que lo han hecho inimitable, su tono cuasi-operístico en la puesta en escena, los personajes de alta sociedad atormentados, protagonistas que escogen la soledad como un retiro vital existencial, su (paradójico, siendo un noble) ideario político izquierdista.

Un fresco desolador de su tiempo, recrea con virulencia la decadencia de la aristocracia, mezclada en múltiples delitos, habla de una época convulsa (Mayo del 68, atentados terroristas marxistas, reestructuraciones empresariales, tráfico de drogas...), de una generación joven fracasada en su ansiada utopía de un soñado e irreal mundo, y como aquí el profesor se encuentra desorientado con un tiempo que le supera y al que no desea engancharse, igual que le ocurría a “El Gatopardo” (1963) del film anterior de Lancaster con Visconti, personas que admiran con fascinación la juventud, pero a la que ya saben hace mucho les pasó, y no pueden adaptarse al caos imperante en el exterior, personas cultas, embebidas de arte que no desean cohabitar con la “nueva cultura”. Mirada melancólica al pasado a través de la juventud, un perturbador filtro se cierne sobre la observativa visión del Profesor, un tipo que había escogido la soledad y como única compañía la atemporal belleza del arte, el cuasi-recogimiento espiritual y que de pronto sin desearlo se enfrenta al mundo imperfecto del que ha huido. Otro temario recurrente de Visconti es el desmoronamiento familiar como metáfora de un mundo que se derrumba, sobre la pérdida de valores morales, sobre la perdida de referentes a los que seguir. Trata asimismo sobre el arte y el caos, sobre la vida y la muerte, sobre lo efímero de nuestro paso por la vida, Visconti hace una fotografía a un mundo que para el languidece, tres años después moriría. Todo esto contado sereno ritmo, haciendo que te empapen los personajes y lo que les ocurre, con un poderío sensorial apabullante, con una fuerza audiovisual arrolladora.

Burt Lancaster esta apoteósico en su rol, desborda la pantalla con su carisma, con su magna personalidad, con su mesura, con su contención, con flema, con su punzante mirada que habla en silencios, con su egregio lenguaje gestual, una interpretación memorable, con aristas, dejando traslucir toda una sensible gama de emociones, un Titán. Helmut Berger resulta una presencia turbadora, una belleza (y soy muy hetero) resplandeciente, lo encarna con una intensa personalidad, con un arco de desarrollo gradual fascinante, con ententes fabulosos con Lancaster y con una ataque de ira furibundo estremecedor en la cena, se vislumbra una compleja mezcla en él de fuerza y fragilidad anímica, vibrante la química entre él y Burt Lancaster, el alter ego de Visconti. (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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