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Voto de TOM REGAN:
9
7,7
51.145
Bélico. Drama
En lo más crudo de la Primera Guerra Mundial, dos jóvenes soldados británicos, Schofield (George MacKay) y Blake (Dean-Charles Chapman) reciben una misión aparentemente imposible. En una carrera contrarreloj, deberán atravesar el territorio enemigo para entregar un mensaje que evitará un mortífero ataque contra cientos de soldados, entre ellos el propio hermano de Blake.
13 de enero de 2020
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
06/06(10/01/20- 23/10/20) Probablemente el mejor film estrenado en el 2019, un Clásico Bélico desde su mismo lanzamiento. Exuberante realización del cineasta Sam Mendes (también produce y co-escribe), siendo la primera vez que tiene créditos en el guión, en este caso junto a la escocesa Krysty Wilson-Cairns (“Penny Dreadful”). La película se basa en parte en un cuento contado a Mendes por su abuelo paterno, el escritor trinités Alfred Hubert Mendes, que se alistó a los 17 años, “Era un hombre pequeño, y solían enviarle mensajes porque corría 5 ½ pies, y la niebla solía colgar a unos 6 pies en la tierra de nadie, por lo que no era visible por encima de la niebla. Y eso se quedó conmigo. Y esa fue la historia que encontré que quería contar”, dijo Mendes en una entrevista de NPR del 21 de diciembre de 2019. El nieto le dedica la película, quien le contó las historias de guerra. Es un recordatorio potente cuando salimos del teatro a nuestras vidas cómodas nuevamente que los hombres de la vida real experimentaron tales horrores en el teatro de guerra, y no solo por unas pocas horas. Mendes también proporcionó una secuencia de comandos complementaria llena de esquemas de los locales, con mapas del área y diagramas de los edificios y otras estructuras. Crearon los conjuntos de formas específicas para la cámara y sus operadores. La tripulación móvil tuvo que maniobrar 360 grados dentro y fuera sin ninguna indicación de cómo están allí. Relata la historia de dos jóvenes soldados británicos durante la Gran Guerra Mundial entre el 6 de abril y el día después de 1917 a quienes se les dio la misión de entregar un mensaje, para advertir de una emboscada durante un ataque poco después del retiro alemán a la línea Hindenburg durante la Operación Alberich. Ello en un film que recuerda bastante al reciente de Christopher Nolan “Dunkirk” (2017), en ninguna de las dos se recrea ninguna gran victoria, las dos son cintas de supervivencia en medio del horror, las dos se sienten como desarrollos a contrarreloj, en las dos los protagonistas son desconocidos, en las dos la música suena en muchos momentos similar en su emisión de tensión cronológica, el ejército enemigo (en las dos germanos) nunca se ve, es un ente invisible amenazante, además de ser historias inspiradas por los ancestros a los directores (en la pretérita el padre, en esta el abuelo), por si fuera poco comparten el mismo montador Lee Smith.
"Quería que te sintieras como si estuvieras allí con los personajes, respirando cada uno de sus alientos, caminando sobre sus pasos. La mejor manera de hacerlo es no cortar y dar a la audiencia una salida, por así decirlo”. Sam Mendes, Variety, 5 de diciembre de 2019. La cinta tiene su homérico poder en cómo es capaz de hacernos partícipes de esta aventura, una experiencia epidérmico-inmersiva extraordinaria potenciada desde su modo de filmación en una sola toma, haciéndonos vivir que estamos allí en primera persona, ello gracias sobre todo a uno de los grandes de la cinematografía como Roger Deakins (nominado en trece ocasiones al Oscar, ganador de uno), cuarto trabajo con Mendes, conjuga una labor superlativa, con una cámara que fluye de modo natural por planos medios, generales, y vibrantes travellings, jugando con los infinitos cielos, los encuadres, la iluminación, ejemplo la antológica secuencia de la persecución nocturna en el pueblo derruido iluminado por las bengalas y cañonazos, proyectando sobras sobre los escombros. La película aparece como una sola toma continua, aunque esto no es real, para llevar a los personajes de un corte al siguiente sin fisuras, Mendes (ya había rodado la escena inicial de Spectre en plano secuencia), se aseguró de contar con transiciones que se pudieran hacer de manera sutil, ello gracias a la majestuosa edición de Lee Smith (“Inception” o “Dunkirk”), acoplando tomas de modo invisible al pojo humano aprovechando atravesar el umbral de una puerta, unas cortinas, o cuando los personajes entran en un búnker, o con una silueta, o un movimiento del cuerpo, o un elemento de primer plano o de atrezo… o incluso con un plano en 360 grados (con la salvedad de un momento crucial en que hay un fundido a negro que implosiona la sensación de tiempo real), este modo de rodar hace brillar la gloriosa coreografía para que todo resulte de modo natural. La decisión de hacer la película en una toma fue de Mendes. Escribió la película con Deakins en mente, especialmente en la forma en que el director de fotografía trabaja con muchos guiones gráficos y desglosando cada elemento de lo que va a filmar de antemano. Mendes sintió que sería necesario que la historia nos llevara a las trincheras para la mayor parte, y hacerlo en tiempo real. Esto deriva en un espectáculo fascinante y magnético, donde el peligro y la tensión es constante, un relato de épica, de lealtad, amistas, sentido del deber, de dignidad, de supervivencia, ensalzando el espíritu humano puesto contra situaciones extremas.
La película se distancia de obras de guerra como “Salvar al soldado Ryan” en que no se regodea en la crudeza sanguinaria del belicismo, aquí o hay grandes batallas, no hay épicas refriegas, no hay gore, aquí prima el emitir la cercanía de la muerte, como se puede convivir con ella siempre en ciernes una trampa-bomba, una cuchillada inesperada, un francotirador, etcétera, nos pone frente a nuestra propia mortalidad (ese paseo entre el hospital de campaña). Todo ello con una ambientación superlativa, las intrincadas e interminables trincheras, la tierra de nadie surcada por el alambre de espino adornado con cuerpos humanos, los tanques varados, los cráteres de obuses con cuerpos putrefactos, las enormes ratas buscando comida, los pueblos en ruinas, duelos aéreos, puentes destruidos, etc… (sigo en spoiler)
"Quería que te sintieras como si estuvieras allí con los personajes, respirando cada uno de sus alientos, caminando sobre sus pasos. La mejor manera de hacerlo es no cortar y dar a la audiencia una salida, por así decirlo”. Sam Mendes, Variety, 5 de diciembre de 2019. La cinta tiene su homérico poder en cómo es capaz de hacernos partícipes de esta aventura, una experiencia epidérmico-inmersiva extraordinaria potenciada desde su modo de filmación en una sola toma, haciéndonos vivir que estamos allí en primera persona, ello gracias sobre todo a uno de los grandes de la cinematografía como Roger Deakins (nominado en trece ocasiones al Oscar, ganador de uno), cuarto trabajo con Mendes, conjuga una labor superlativa, con una cámara que fluye de modo natural por planos medios, generales, y vibrantes travellings, jugando con los infinitos cielos, los encuadres, la iluminación, ejemplo la antológica secuencia de la persecución nocturna en el pueblo derruido iluminado por las bengalas y cañonazos, proyectando sobras sobre los escombros. La película aparece como una sola toma continua, aunque esto no es real, para llevar a los personajes de un corte al siguiente sin fisuras, Mendes (ya había rodado la escena inicial de Spectre en plano secuencia), se aseguró de contar con transiciones que se pudieran hacer de manera sutil, ello gracias a la majestuosa edición de Lee Smith (“Inception” o “Dunkirk”), acoplando tomas de modo invisible al pojo humano aprovechando atravesar el umbral de una puerta, unas cortinas, o cuando los personajes entran en un búnker, o con una silueta, o un movimiento del cuerpo, o un elemento de primer plano o de atrezo… o incluso con un plano en 360 grados (con la salvedad de un momento crucial en que hay un fundido a negro que implosiona la sensación de tiempo real), este modo de rodar hace brillar la gloriosa coreografía para que todo resulte de modo natural. La decisión de hacer la película en una toma fue de Mendes. Escribió la película con Deakins en mente, especialmente en la forma en que el director de fotografía trabaja con muchos guiones gráficos y desglosando cada elemento de lo que va a filmar de antemano. Mendes sintió que sería necesario que la historia nos llevara a las trincheras para la mayor parte, y hacerlo en tiempo real. Esto deriva en un espectáculo fascinante y magnético, donde el peligro y la tensión es constante, un relato de épica, de lealtad, amistas, sentido del deber, de dignidad, de supervivencia, ensalzando el espíritu humano puesto contra situaciones extremas.
La película se distancia de obras de guerra como “Salvar al soldado Ryan” en que no se regodea en la crudeza sanguinaria del belicismo, aquí o hay grandes batallas, no hay épicas refriegas, no hay gore, aquí prima el emitir la cercanía de la muerte, como se puede convivir con ella siempre en ciernes una trampa-bomba, una cuchillada inesperada, un francotirador, etcétera, nos pone frente a nuestra propia mortalidad (ese paseo entre el hospital de campaña). Todo ello con una ambientación superlativa, las intrincadas e interminables trincheras, la tierra de nadie surcada por el alambre de espino adornado con cuerpos humanos, los tanques varados, los cráteres de obuses con cuerpos putrefactos, las enormes ratas buscando comida, los pueblos en ruinas, duelos aéreos, puentes destruidos, etc… (sigo en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
... Y esto maximizado por un fantástico elenco actoral, con un binomio de protagonistas 'desconocidos' como Dean-Charles Chapman & George MacKay, que provoca nos sintamos más identificados con sus debilidades que siendo intérpretes de acción a los que podríamos ver invulnerables. Dando apoyo en momentos puntuales actuaciones con gran fuerza como el majestuoso Colin Firth, Andrew Scott como lugarteniente nihilista, el carismático Mark Strong (advirtiendo sobre el peligro Kurtzian,"Algunos hombres solo quieren pelear" comenta), el siempre grande Benedict Cumberbatch, y un Richard Madden desplegando en pocos segundos un arco de emociones en un solo plano fenomenales, todos elevando el resultado final. En los Golden Globe, la película ganó el premio a la mejor película: drama y mejor director, mientras que en la 73a edición de los British Academy Film Awards recibió nueve nominaciones, incluida la mejor película.
Film con un argumento sencillo y directo, que va al grano desde su bucólico inicio para adentrarte en las entrañas de la Guerra, tras serles encomendada la misión a la pareja de Don Nadies surcamos con ellos en un apoteósico travelling las trincheras pobladas de soldados anónimos asustados, para sumergirnos después en una odisea física y existencial, donde el fango, la inmundicia, el hedor, la inquietud, una travesía por intentar salvar las vidas de 1600 personas, donde el peligro se cierne sobre ellos cual cuervo de mal fario, la locura de la Guerra les persigue. Un guión parco en diálogos, con lo que los pocos que se producen son muy significativos, sirviendo para definir muy bien al tándem protagónico, dejando huecos para que el espectador especule el porqué. Pero aun siendo parco en ‘talkie’, no lo es en un guión ingenioso, con hábiles recursos, jugando con lo que se dice para más adelante engancharlo, para desconcertarte y descolocarte, con simbolismos visuales (las flores de cerezos, las ratas en la comida, ese barro en el que se hunden, la leche como elemento de vida, las vacas muertas y los árboles cortados conformando un paisaje apocalíptico, …), con toques oníricos estremecedores (el momento en que suena el ‘Poor Wayfaring Stranger’ es de los más trémulos que he pasado en un cine), todo contorneando un poema sensorial sublime, nos adentramos en el Infierno del Jinete de la Guerra, donde las muertes no son gloriosas, se producen por ser humanista. Todo vivido en cuasi-plan subjetivo, solo vemos y sabemos lo que ellos, la cámara siempre está junto a ellos, con lo que si (por ejemplo) un soldado en medio de la noche se acerca sentimos la misma zozobra que ellos al no saber si es amigo o enemigo. Esto influye en que la adrenalina nos haga el tercero en este viaje sin retorno, embarcados en una misión extasiante cuasi-suicida cuasi- a tiempo real.
Grandiosa la música creada por Thomas Newman (“American Beauty”), con melodías que se amoldan de modo sibarita a las emociones requeridas en cada ocasión, ensalzando con opus épicos, con otros íntimos, acompañando para atomizar las sensaciones sin empujar, como el hermoso ‘The Night Window’, que escucho mientras escribo y que pone el bello de punta en comunión con las imágenes. Pero sobre todo queda unida por siempre a la Historia del Cine el tramo en que se oye el tema popular a capela "The Wayfaring Stranger", a flor de piel su melancolía inherente.
Spoiler:
No le doy a la película la máxima nota porque su final podría haber sido mejor, sin ser malo, si da cierto bajón que el clímax sea entregar el mensaje, lo lee el coronel y ordena parar el ataque. Me ha faltado algún giro que hiciera se nos hincara en el subconsciente, que no tendría que haber sido el ataque suicida de las tropas británicas, hubiera sido similar al de “Gallipoli” (1981) de Peter Weir.
En conjunto me queda una experiencia de las mejores que he pasado en una sala de cine. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2020/01/1917.html
Film con un argumento sencillo y directo, que va al grano desde su bucólico inicio para adentrarte en las entrañas de la Guerra, tras serles encomendada la misión a la pareja de Don Nadies surcamos con ellos en un apoteósico travelling las trincheras pobladas de soldados anónimos asustados, para sumergirnos después en una odisea física y existencial, donde el fango, la inmundicia, el hedor, la inquietud, una travesía por intentar salvar las vidas de 1600 personas, donde el peligro se cierne sobre ellos cual cuervo de mal fario, la locura de la Guerra les persigue. Un guión parco en diálogos, con lo que los pocos que se producen son muy significativos, sirviendo para definir muy bien al tándem protagónico, dejando huecos para que el espectador especule el porqué. Pero aun siendo parco en ‘talkie’, no lo es en un guión ingenioso, con hábiles recursos, jugando con lo que se dice para más adelante engancharlo, para desconcertarte y descolocarte, con simbolismos visuales (las flores de cerezos, las ratas en la comida, ese barro en el que se hunden, la leche como elemento de vida, las vacas muertas y los árboles cortados conformando un paisaje apocalíptico, …), con toques oníricos estremecedores (el momento en que suena el ‘Poor Wayfaring Stranger’ es de los más trémulos que he pasado en un cine), todo contorneando un poema sensorial sublime, nos adentramos en el Infierno del Jinete de la Guerra, donde las muertes no son gloriosas, se producen por ser humanista. Todo vivido en cuasi-plan subjetivo, solo vemos y sabemos lo que ellos, la cámara siempre está junto a ellos, con lo que si (por ejemplo) un soldado en medio de la noche se acerca sentimos la misma zozobra que ellos al no saber si es amigo o enemigo. Esto influye en que la adrenalina nos haga el tercero en este viaje sin retorno, embarcados en una misión extasiante cuasi-suicida cuasi- a tiempo real.
Grandiosa la música creada por Thomas Newman (“American Beauty”), con melodías que se amoldan de modo sibarita a las emociones requeridas en cada ocasión, ensalzando con opus épicos, con otros íntimos, acompañando para atomizar las sensaciones sin empujar, como el hermoso ‘The Night Window’, que escucho mientras escribo y que pone el bello de punta en comunión con las imágenes. Pero sobre todo queda unida por siempre a la Historia del Cine el tramo en que se oye el tema popular a capela "The Wayfaring Stranger", a flor de piel su melancolía inherente.
Spoiler:
No le doy a la película la máxima nota porque su final podría haber sido mejor, sin ser malo, si da cierto bajón que el clímax sea entregar el mensaje, lo lee el coronel y ordena parar el ataque. Me ha faltado algún giro que hiciera se nos hincara en el subconsciente, que no tendría que haber sido el ataque suicida de las tropas británicas, hubiera sido similar al de “Gallipoli” (1981) de Peter Weir.
En conjunto me queda una experiencia de las mejores que he pasado en una sala de cine. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: https://conloslumiereempezo.blogspot.com/2020/01/1917.html