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Voto de Platón verbenero:
7
7,2
6.761
Drama
Una pequeña ciudad alemana, poco tiempo después de la I Guerra Mundial. Anna va todos los días a visitar la tumba de su prometido Frantz, caído en la guerra, en Francia. Un día, Adrien, un misterioso joven francés, también deja flores en la tumba. Su presencia suscitará reacciones imprevisibles en un entorno marcado por la derrota de Alemania. (FILMAFFINITY)
19 de enero de 2017
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bonita película, y un poco perturbadora también, que nos habla sobre la guerra y el nacionalismo, sobre el dolor que estos generan y la manera de sobreponerse a él.
Visualmente es bella, y, como ya se ha dicho, juega bien con la transición del blanco y negro al color.
Las interpretaciones son estupendas.
La película trata de una chica que ha perdido a su prometido en la Primera Gran Guerra, y a cuya tumba vacía va a depositar flores de vez en cuando. Pero un día ve a un extraño joven, extranjero, en la tumba, el cual, según parece, fue un buen amigo del prometido antes de la guerra, durante la estancia de este en Francia.
La película nos muestra la evolución de una relación basada en el dolor de la ausencia, entre el joven extranjero, cuya presencia no es bien recibida en la ciudad, y la familia del joven fallecido, especialmente la prometida.
En el spoiler desarrollo más la cuestión, pero desvelando partes de la trama.
Visualmente es bella, y, como ya se ha dicho, juega bien con la transición del blanco y negro al color.
Las interpretaciones son estupendas.
La película trata de una chica que ha perdido a su prometido en la Primera Gran Guerra, y a cuya tumba vacía va a depositar flores de vez en cuando. Pero un día ve a un extraño joven, extranjero, en la tumba, el cual, según parece, fue un buen amigo del prometido antes de la guerra, durante la estancia de este en Francia.
La película nos muestra la evolución de una relación basada en el dolor de la ausencia, entre el joven extranjero, cuya presencia no es bien recibida en la ciudad, y la familia del joven fallecido, especialmente la prometida.
En el spoiler desarrollo más la cuestión, pero desvelando partes de la trama.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La película nos muestra las consecuencias de la guerra, y el sinsentido de las oposiciones artificiales derivadas del nacionalismo.
La consecuencia más importante de la guerra son las pérdidas que genera, y también la huella de lo que no volverá, o quizá sí. Lo interesante de esta película no es solo el claro mensaje pacifista, sino, a mi juicio, su análisis de la manera en que nos intentamos sobreponer al dolor que genera toda pérdida.
La manera de sobreponerse al dolor es la mentira. Si esta palabra se encuentra cargada de matices peyorativos, podemos emplear otra más neutra. En lugar de mentira, digamos ilusión.
Lo voy a decir de manera un poco provocativa: la manera de sobreponerse a la verdad es la ilusión.
No estamos preparados para la verdad (de la guerra, de la pérdida, del dolor), de manera que no tenemos más remedio que dar un rodeo. El misterioso francés que aparece en la tumba no tiene más remedio que engañar a la familia del soldado alemán, así como la prometida del soldado no tiene más remedio que mentir a la familia de este, cuando descubre que el amigo es en realidad el asesino.
La verdad es demasiado impactante, así que a menudo no tenemos otro remedio que dar un rodeo hacia ella. El rodeo no es solo una manera de ocultar la verdad (de no toparnos con ella), sino también una manera de prepararnos para recibirla. El francés no se convierte en un asesino hasta que le confiesa la verdad a la prometida de su víctima, y solo es capaz de recibir la verdad (de admitirla: «Soy el asesino») después de haberla retrasado lo suficiente, es decir: después de haber conocido los efectos de la verdad (una familia destrozada en un país destrozado); ahora bien, para llegar hasta los efectos de su acto era necesario que mintiera, pues solo a través de un velo resulta posible que el agente se haga presente (ocultándose) y tome conciencia de lo que ha hecho, que es sin duda algo terrible.
Creo que no tiene sentido hablar de “verdad” si no es en cuanto resultado de este proceso de re-conocimiento (y de descubrimiento, que es también --en sentido literal-- un des-cubrimiento), en el que la causa se hace cargo de sus efectos, que es lo que intenta el francés cuando va a Alemania a presentar sus respetos a la tumba de su víctima y a conocer a su familia; pero la clave está en que este proceso de descubrimiento, que culmina con la verdad, precisa de una mediación, y esta mediación no puede ser la propia verdad, sino un rodeo hacia la misma: una ilusión. La mentira no se opone a la verdad, sino que es un momento de la misma.
Si digo que la película es un poco perturbadora, se debe a la atracción que la prometida del soldado caído acaba sintiendo por el asesino de su ser amado. El francés, que, aunque otra víctima más de la guerra, es el autor del crimen, se libera, al menos en parte, cuando reconoce ser el asesino (pues recibe la verdad: «He matado»); sin embargo, después de re-conocer lo que se ha hecho, la carga de la verdad pasa a la otra parte, a la otra víctima (la prometida), que ahora tiene la tarea, no menos ardua, de perdonar, es decir: de reconciliarse con (el autor de) la verdad, que tanto dolor le ha causado.
Si digo, pues, que me resulta perturbador, es porque, según interpreto, la única manera que encuentra la prometida de sobreponerse al dolor, o de reconciliarse con el causante del mismo, no es pasando página (o asimilando la verdad, una vez descubierta) sino aferrándose a lo único que queda su amor desaparecido, que es el francés y su mentira, representada, creo, por el cuadro de Manet en el Louvre.
La consecuencia más importante de la guerra son las pérdidas que genera, y también la huella de lo que no volverá, o quizá sí. Lo interesante de esta película no es solo el claro mensaje pacifista, sino, a mi juicio, su análisis de la manera en que nos intentamos sobreponer al dolor que genera toda pérdida.
La manera de sobreponerse al dolor es la mentira. Si esta palabra se encuentra cargada de matices peyorativos, podemos emplear otra más neutra. En lugar de mentira, digamos ilusión.
Lo voy a decir de manera un poco provocativa: la manera de sobreponerse a la verdad es la ilusión.
No estamos preparados para la verdad (de la guerra, de la pérdida, del dolor), de manera que no tenemos más remedio que dar un rodeo. El misterioso francés que aparece en la tumba no tiene más remedio que engañar a la familia del soldado alemán, así como la prometida del soldado no tiene más remedio que mentir a la familia de este, cuando descubre que el amigo es en realidad el asesino.
La verdad es demasiado impactante, así que a menudo no tenemos otro remedio que dar un rodeo hacia ella. El rodeo no es solo una manera de ocultar la verdad (de no toparnos con ella), sino también una manera de prepararnos para recibirla. El francés no se convierte en un asesino hasta que le confiesa la verdad a la prometida de su víctima, y solo es capaz de recibir la verdad (de admitirla: «Soy el asesino») después de haberla retrasado lo suficiente, es decir: después de haber conocido los efectos de la verdad (una familia destrozada en un país destrozado); ahora bien, para llegar hasta los efectos de su acto era necesario que mintiera, pues solo a través de un velo resulta posible que el agente se haga presente (ocultándose) y tome conciencia de lo que ha hecho, que es sin duda algo terrible.
Creo que no tiene sentido hablar de “verdad” si no es en cuanto resultado de este proceso de re-conocimiento (y de descubrimiento, que es también --en sentido literal-- un des-cubrimiento), en el que la causa se hace cargo de sus efectos, que es lo que intenta el francés cuando va a Alemania a presentar sus respetos a la tumba de su víctima y a conocer a su familia; pero la clave está en que este proceso de descubrimiento, que culmina con la verdad, precisa de una mediación, y esta mediación no puede ser la propia verdad, sino un rodeo hacia la misma: una ilusión. La mentira no se opone a la verdad, sino que es un momento de la misma.
Si digo que la película es un poco perturbadora, se debe a la atracción que la prometida del soldado caído acaba sintiendo por el asesino de su ser amado. El francés, que, aunque otra víctima más de la guerra, es el autor del crimen, se libera, al menos en parte, cuando reconoce ser el asesino (pues recibe la verdad: «He matado»); sin embargo, después de re-conocer lo que se ha hecho, la carga de la verdad pasa a la otra parte, a la otra víctima (la prometida), que ahora tiene la tarea, no menos ardua, de perdonar, es decir: de reconciliarse con (el autor de) la verdad, que tanto dolor le ha causado.
Si digo, pues, que me resulta perturbador, es porque, según interpreto, la única manera que encuentra la prometida de sobreponerse al dolor, o de reconciliarse con el causante del mismo, no es pasando página (o asimilando la verdad, una vez descubierta) sino aferrándose a lo único que queda su amor desaparecido, que es el francés y su mentira, representada, creo, por el cuadro de Manet en el Louvre.