Cuando la vi por primera vez me pregunté: ¿Esto es gore? ¡Pero si no se ve nada explícitamente! Cuando los muertos vivientes comen vísceras, la fotografía en blanco y negro no muestra nítidamente si son hígados, riñones o corazones. Este clásico ha pasado a ser una película de culto por ser la original en tratar el tema y asustaría en el 68, pero hay títulos protagonizados por zombis mucho más terroríficos y menos valorados.
Esto es lo que pensé. Sin embargo, después de revisarla de nuevo, creo que hay que valorarla precisamente por ese contexto. Lo fácil es compararla con todo el cine posterior del género, en cuyo caso quizá saliera perdiendo.
No obstante, sí mantengo que el argumento comienza sin una explicación aparente. De hecho, hay que aguardar a que Ben y la traumatizada Barbara comiencen a relacionarse con los vivos a los que encuentran para entender qué ocurre. Si Romero pretendía mantener la intriga con ese truco, le salió una primera mitad bastante aburrida. A partir de la secuencia mencionada anteriormente podemos destacar algo el guión, hasta que la trama crece en intensidad - especialmente impacta una escena (ver spoiler) - y finaliza de un modo inesperado. Hasta entonces, hoy nos dará risa con esos muertos vivientes caminando en plan Frankenstein.
Aunque el modo de acabar con ellos tampoco es que sea nada del otro mundo, se agradece que expliquen con coherencia su origen.
Mi nota: 7,6