Esta película, baratita, sencilla y correcta en su factura se aguanta por Vincen Lindon. Pedazo de actor. Y eso que el tema es bueno: tu mujer es acusada de asesinato, toditas las pruebas así lo indican, pero tú, Vincent, que la quieres y la ves con el corazón, sabes que es inocente. Así de sencillo: I-NO-CEN-TE y se va a pasar 20 años en el trullo.

Oh, là là, monsieur Lindon! ¡Hay que ponerse las pilas pero ya y hacer algo! Cruzar el límite.

Hasta aquí, bien, ¿no? Peeeero… aquí viene mi alegato. Vincent Lindon, nacido en 1959. Diane Kruger (su mujer) nacida en 1976. Diecisiete añitos de por medio. ¿Tan mal quedaría a ojos del mundo jugarse el culo por una cincuentona a la que hace la tira de años que quieres? Los bombones que yo tenía colgando en mi habitación en casa de papá y mamá ahora se quejan de que no hay papeles para ellas. Resucitan al cacho carne de Mickey Rourke y a la Pfeiffer no le dan un papel. Manda cojones.

Quizás me esté explicando mal. No es que sea del sindicato de actrices ni me impide dormir el devenir de Kim Basinger o de Amparo Moreno (por poner un ejemplo constrastado). Es que cuando una película me sorprende, me fastidia que no sea verosímil.

¡Que nos ponen jovencitas hasta en la sopa, hombre!