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Voto de Kyrios:
10
Drama A comienzos del siglo XV, el monje pintor Andrei Rublev acude junto con sus compañeros a Moscú para pintar los frescos de la catedral de la Asunción del Kremlin. Fuera del aislamiento de su celda, Rublev comenzará a percatarse de las torturas, crimenes y matanzas que tienen aterrorizado al pueblo ruso... La biografía del pintor ruso Andrei Rublev -Andrei Rubliov-, famoso por sus iconos, sirve de base para hacer un minucioso retrato de ... [+]
27 de abril de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Colosal, magnífica, poética, pura, terrible...así es Andrei Rublev (1966), una de las tantas obras maestras que nos legó el enigmático director soviético, Andrei Tarkovski. Hablar de ella sigue siendo una ardua tarea para los críticos, porque es una obra tan inaccesible como imprescindible. La película no solo tuvo un impacto en la URSS, sino también en Europa, donde fue nominada a la Palma de Oro en el festival de Cannes de 1969, y donde consiguió el premio FIPRESCI. 

La película representa a la perfección lo que debería ser una película que adapta la vida de un personaje histórico. En vez de relatar de manera sucesiva hechos biográficos, como si nos encontráramos con una biografía al uso, la película va al fondo de la cuestión. Lo importante, no es como y cuando nació o murió Rublev, ni tampoco que hizo entre medias, sino ir a un aspecto más profundo de la biografía, reflejar el pensamiento y el alma del pintor. La esencia del caso, que se diría desde una perspectiva deontológica. 

Muy poco se sabe de la vida de Andrei Rublev. La película se ajusta a algunos datos que efectivamente tenemos constancia de que tuvieron lugar, aunque hemos de tomarlos siempre con cierta precaución. Por ejemplo, se sabe por algunas fuentes que la última parte de la película, en la que se refleja la infancia del pintor y como este tomó los votos de silencio. Pero, repetimos, la película no es un biopic al uso, y por este mismo motivo la película no está divida narrativamente hablando en capítulos sucesivos, sino en ciertas temáticas. 

Muy resumidamente, porque lo cierto es que solo de Andrei Rublev se podría hacer una tesis doctoral, podríamos decir que la película refleja dos visiones sobre la religión totalmente opuestas entre ellas. En la película, primeramente puede apreciarse esta reflexión teórica en los diálogos que mantiene el personaje de Andrei Rublev con su maestro espiritual, mientras se dirigen a Moscú para pintar el encargo que han recibido. Para el mentor de Rublev, la religión nos demuestra que el ser humano no tiene salvación, pues al fin y al cabo, la humanidad mató al Mesías y acabó con la esperanza de la humanidad. Sin embargo, y ahí radica el pensamiento vital y creador del artista, para Rublev el sacrificio de Cristo es un ejemplo del que obtener una lección de amor. El ser humano no es malvado por naturaleza, sino que tiene capacidad de redención. Y solo así podemos entender su arte. 

Posteriormente, el debate se refleja estéticamente, en imagen, cuando vemos la propia obra de Rublev, que se diferencia de la de sus predecesores. Con magníficos planos que demuestran una evidente planificación, solo con estos planos la película ya justifica su visionado. 

Una de las grandes particularidades a las que apunta el director sobre el pueblo ruso, queda ejemplificada en la película, como es la idea del sacrificio y el sufrimiento. Al igual que Cristo, la idea que tiene o tenía gran parte de la sociedad rusa antes de la URSS era precisamente la de tener que sufrir en silencio el mismo tormento que sufrió Cristo. Una especie de repetición eterna, una atadura de la que el pueblo ruso es incapaz de librarse, y de la que a la vez obtiene su salvación. 

Tarkovski utiliza la película como una personificación de sus propias reflexiones ideológicas. En muchos momentos se entrevé que las propias reflexiones que realiza el personaje de Andrei Rublev, son en realidad un trasunto de las mismas que tiene el director. Así, Tarkovski nos habla del arte, y como este tiene muestra una potencia creadora vital, que es la que distingue al artista del mero artesano. El director, al igual que el pintor de iconas, no rechaza la parte pesimista de la vida, sino que la incorpora al discurso enfrentándola a la parte vital y creadora, con la que el arte consigue salir vencedora del combate. En parte, una tradición que se remonta al propio Dostoievski, cuando dejó escrita la célebre frase de "Solo la belleza salvará al mundo". RuBlev, Dostoievski, Tarkovski, son en parte el mismo arquetipo de artista, que lucha mediante el arte para salvar a la humanidad. 

Conclusión

Andrei Rublev es una de las cimas del arte, no solo del cine. Una reflexión espiritual sobre el arte y la vida. Dirigida por un cineasta único, apela a la sensibilidad de cualquier persona para erigirse como un totem absoluto, que comprende numerosos temas.

Crítica escrita para Cinemagavia.es
Kyrios
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