La mítica nave Enterprise se encuentra en los confines del espacio en uno de sus viajes estelares por los dominios de la Federación; de repente se encuentra con algo jamás visto, una especie de nave sin forma de nave, suspendida en el espacio sideral, amenazante que multiplica por 100 su tamaño y su fuerza. El capitán se ve forzado a trasladarse a la nave atacante hacia un destino incierto, dejando en su lugar al joven teniente Kirk, que deberá enfrentarse de forma dramática al nacimiento de su primer hijo al tiempo que intenta controlar la situación.

He descrito con detalle la escena inicial porque pocas veces he visto iniciar un film con una escena tan impactante, tan emotiva, tan bien desarrollada. Decía Cecil B. DeMille que las películas deben empezar con un terremoto para luego seguir subiendo en intensidad. No diré que Star Trek XI lo cumpla al pie de letra, pocos films lo consiguen, pero sí que puedo decir que el desarrollo posterior no defrauda, que se mantiene a un ritmo a menudo trepidante, obligándote a aparcar los problemas personales que pudieran ocasionalmente distraerte porque el requerimiento de intensa y tensa atención a los históricos personajes y sus andanzas así lo precisa.

Otra de las virtudes de esta estupenda película es haber sabido encontrar un punto de vista diferente a unos personajes y hechos ya muy manidos: se ve que las “precuelas”, es decir, la búsqueda de los orígenes está de moda, véase también, por ejemplo, el último film de Lobezno.

Aunque vi la serie televisiva casi cuando se estrenó y seguí “la Nueva Generación”, nunca me gustó mucho que la serie saliera de su marco puramente televisivo hacia la gran pantalla, a pesar de mi cinefilia; no porqué no haya habido entre ellas buenas películas, recordemos que, por ejemplo, la primera la firmó nada menos que Robert Wise, sino por la imposibilidad de que los actores originales siguieran asumiendo sus roles; aunque confieso que ahora con esta nueva entrega me pongo a la cola de la siguiente; hay que reconocer que J.J. Abrams, autor de “Misión imposible III” o de “Perdidos”, ha ayudado mucho a recuperar el buen tono de una saga que hace tiempo que palidecía.