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Voto de Reaccionario:
6
Drama 1994, guerra civil de Ruanda. Los odios ancestrales entre los hutu (la etnia dominante) y los tutsi provocan el asesinato del presidente del país, disturbios en las calles y, finalmente, una terrible matanza de los tutsi. Paul, que es hutu, trabaja como gerente de un hotel de lujo de Kigali y, cuando empiezan los disturbios, decide que el mejor refugio es precisamente el hotel. Y hacia allí organiza una huida desesperada acompañado no ... [+]
4 de marzo de 2018
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
En menos de cuatro años, tres sucesos de política internacional, la guerra del Golfo (1990-1991), la guerra de Yugoslavia (1991-1995) y el genocidio en Rwanda (1994), me hicieron ver las cosas de una forma distinta. Por supuesto, siendo un adolescente sólo llegaba a la conclusión de que "la política es un asco" y que los gobiernos pero también las sociedades que los apoyan sólo se mueven por el egoísmo, la mentira y la cobardía. Más tarde descubrí que esos países tenían nombre y apellido. Es decir, que eran regímenes democráticos y liberales, y que buena parte de sus responsabilidades en estos conflictos derivan precisamente de los fundamentos ideológicos de este aborrecible sistema político. Por ejemplo, se dice en "Hotel Rwanda" y se repite por el público que la gente al ver la masacre en los telediarios comentará algo así como "qué pena" y seguirá cenando. Es cierto, aunque recuerdo que a menudos los comentarios entonces eran más bestias, del tipo, "los negros son unos salvajes", pero os pregunto ¿qué debería hacer el espectador occidental? La solución no es sencilla porque una intervención militar conlleva graves costes políticos, la izquierda acusando a los blancos de imperialistas, y por supuesto humanos. Por ejemplo, los 19 muertos norteamericanos en la batalla de Mogadiscio, en Somalia, medio año atrás, octubre de 1993, pesaron como una losa en la opinión pública norteamericana hasta el punto de evitar cualquier tipo de intervención militar en el extranjero que pusiera en riesgo la vida de sus soldados. Lo curioso es que casi siempre los mismos que se alegran de la derrota yanqui en Somalia o en Vietnam, se rasgan las vestiduras ante la pasividad en Rwanda, por ejemplo. Me temo que hay que ser algo más coherente.

Pero volviendo al tema, Terry George, al que no hay que confundir con el británico Terence Davies, eso al menos me pasó a mí, dirige una película que narra el genocidio de los hutus sobre los tutsis en el pequeño país del este de África, Rwanda. Al principio creí que era una historia inventada pero luego resulta que se basa en la hazaña real de Paul Rusesabagina (Don Cheadle), que gracias a su tenacidad se convirtió en una especie de Oskar Schindler de color, como gerente de un importante hotel de la capital, Hôtel des Mille Collines. Cinematográfica la película desprende cierto aire a telefilm, es mayormente esquemática en sus personajes y funcional en su trama, y pese a tratar un tema tan intenso peca de frialdad. No obstante se sigue con expectación y la tragedia humana, puede que fueran asesinadas de manera brutal un millón de personas, merece un punto extra. Pese a todo el principal defecto que le veo es que no explica bien lo que está sucediendo en Rwanda. Hay un momento en el que un empleado pregunta a Paul por qué la gente es tan cruel a lo que responde el protagonista "Odio, locura, no sé". Es decir, que no somos capaces de entender por qué un grupo humano, los hutus, quisieron aniquilar a los tutsis. En realidad, el conflicto es más complicado que el retrato de buenos y malos, los tutsis también asesinaban a los hutus y de hecho la matanza comenzó cuando el presidente de Rwanda murió en un atentado terrorista cuya autoría parece señalar al ejército rebelde tutsi que acabaría derrocando al gobierno genocida hutu. Por parte occidental apenas sale nada y cuando lo hace es para expresar "vergüenza". Pero os recuerdo que la responsabilidad blanca fue muy indirecta y al final los que mataban eran negros africanos y demócratas, por cierto.
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