Nos encontramos en 1943, en el marco de la operación Martín en la Noruega ocupada por los nazis, durante la Segunda Guerra Mundial. La película empieza por el final, así que se han cargado toda la sorpresa y también es irrelevante en qué consiste la misión porque como a los cinco minutos todo se va al traste y lo único que interesa es escapar a la aliada Suecia. "El duodécimo hombre" es la recreación de la supervivencia del último hombre de este grupo en medio de unos parajes inhóspitos, perseguido por los alemanes, dirigidos por un temible jefe de la Gestapo, interpretado con acierto por Jonathan Rys Meyers. Tanto uno como otro son personajes reales.

¿Suena bien, verdad? Pues no mucho. El largometraje tiene una puesta en escena áspera, majestuosa por los paisajes e innecesariamente realista en el dolor pero lo que es la trama es demasiado escueta. El tipo se limita a esconderse, a esperar ayuda y a sufrir mucho. Tanto es así que Harald Zwart tiene que inventarse algunas escenas como de más tensión, que además de verse falsas, esa en el granero canta demasiado, tampoco consiguen sacarte de la modorra porque, repito, ya sabes cómo acaba. "El duodécimo hombre" aburre un poco, su largo metraje tampoco ayuda, pero al menos sirve como testimonio del esfuerzo y de la solidaridad humanas.