Quien siga, más o menos, los programas de Iker Jiménez, le sonará la historia que han llevado al cine en esta "El niño de barro", sobre un asesino en serie en el Buenos Aires de 1912, el año del Titanic, entre otros hechos. Si os soy sincero, no recordaba apenas el caso real pero tampoco importa demasiado porque Jorge Algora "se inspira", que no "se basa" en él. Así que puede tirar de la imaginación. Desde este punto de vista, la película se deja ver, la reconstrucción histórica es consistente, aunque ciertamente ni entusiasma, ni resuelve bien algunas situaciones (ver SPOILER), por no hablar de un final muy pasado de rosca.

Ahora bien, como reconstrucción de este malvado psicópata, "El niño de barro" resulta decepcionante. Para que se entienda, la película gira en un 95% sobre personajes inventados y hechos paranormales que nada tienen que ver con la trama policial. Es como si nos quieren contar la historia de Jack el Destripador y entonces nos centramos en un vecino que pasaba por allí. Algora trata de endulzar la ficción con visiones, abusos sexuales y reivindicación medio feminista pero suena a camelo. Por ejemplo, es irreal el personaje de Estela (Maribel Verdú), una emigrante española, madre soltera, zurzidora y con casa propia en 1912.