A esta película, el dicho de "el hambre agudiza el ingenio" (o la escasez de presupuesto agudiza la creatividad) le viene como anillo al dedo. Sin un duro, Wallovits y Roger Gual han creado un film con mayúsculas, una obra reflexiva que nos descubre el oscuro mundo de la presión laboral, la falta de libertad de expresión y la corrupción de profesionales de alto standing. Encabezados por Eduard Fernández (actor inmenso), el reparto está en estado de gracia, yo me quedo con las actuaciones de Antonio Dechent y Manuel Morón.
Smoking Room no pone las cosas fáciles al espectador: hay innumerables planos fijos donde el verdadero protagonista es el diálogo, y donde parece que el objetivo primordial del actor de turno es desglosarse en un currante anónimo, que al hablar tenga fallos de expresión o que repita palabras a la hora de argumentarse, tal y como hablamos en la calle, en la vida real. Por eso me encanta Smoking Room, por su cercanía y cotidianidad, aunque el pulso de la cámara desgaste al espectador y la atmósfera de la peli sea sumamente austera, este film brilla por su guión y por sus actores. Además, siempre es recomendable ver una peli protagonizada por Eduard Fernández.