Brooks dirige, escribe y protagoniza la historia de un millonario especulador que acepta el reto que le propone su socio de vivir un mes en la miseria absoluta en uno de los barrios más deprimidos de Los Angeles sobre el que tienen puesto el ojo para sus oscuros planes.

No se trata de la típica comedia sinsorga habitual de su director sino de algo más. El guion incluye una dura crítica contra los potentados sin principios que se transforman en indeseables cuando el dinero se convierte en el único fin y el único valor en el que creen lo que les lleva a pasar por encima de cualquiera con tal de conseguirlo. Todo contado con humor en un argumento exagerado pero disfrutable y convincente.

Lástima que una de las mejores películas de Mel Brooks fuese en su día un fracaso comercial a la que la crítica también desdeñó. Cierto que el argumento está muy forzado, en la línea de Entre pillos anda el juego, pero lo importante en este caso como en el de la ya citada, es la idea que sirve de excusa para lo más importante. Es decir, una profunda crítica social contra los excesos de los mega ricos sin escrúpulos en una época en la que Estados Unidos estaba en bancarrota. Es verdad que resulta maniquea al presentar a los ricos como los malos de la función y a los pobres como a las víctimas del sistema. Pero más allá de eso con lo que me quedo es con un recordatorio a todos aquellos que piensan que solamente el dinero da la felicidad.