El cine siempre ha sido un pretexto perfecto para ver el afán de superación humana y no pocas películas -entre ellas "Cinema Paradiso", "Splendor", "The Majestic", "Sesión Contínua"- han homenajeado a esa extraña raza de iluminados que lo dejan todo por contar historias a través de una cámara, o bien las ven a través de un proyector. Con un sentido del humor de lo más original, Michael Gondry ha tenido una trayectoria como realizador de lo más desigual, ya que si bien algunos de sus títulos -como "Olvídate de mí" o "La ciencia del sueño"- eran obras inteligentes y con una comedia rompedora, otras de sus películas dejaban bastante que desear. En esta ocasión, casi se puede decir que unos primos lejanos de los "Clerks" de Kevin Smith se ven al mando de un antiguo videoclub y tienen la mala suerte de borrar todas las cintas, pero la bizarra solución que ofrecen a la clientela se convierte inesperadamente en su gran éxito: filmarán con una cámara de video y mucha imaginación nuevamente todos los títulos, desde "2001, una odisea en el espacio" hasta "Cazafantasmas", "Robocop", y así hasta más de 200 títulos que quedan -en su jerga- "suecados". Aunque el film tiene momentos de comedia de lo más descacharrante -antológica es la versión de "Los chicos del barrio"-, por desgracia Gondry no mantiene el tono a lo largo de todo el metraje, escorando en muchos casos hacia el drama social que no encaja en el tono del film. No obstante, ese mensaje entrañable de disfrute hacia el séptimo arte tiene su punto de originalidad, y a la postre, "Rebobine, por favor" es una cinta que se puede disfrutar con cierta dosis de ingenuidad y poca exigencia.