Al igual que Elemental, Dr Freud o La vida privada de Sherlock Holmes, El secreto de la pirámide también se centra en contar una historia al margen de los relatos literarios de Doyle, y, como las ya nombradas, busca mostrar o resolver misterios personales del famoso detective. Sin embargo, y al contrario que las otras cintas, en vez de desmitificar y humanizar al personaje, lo que busca esta visión teenager de Holmes es mitificarlo, sentar las bases de los elementos más icónicos (el sombrero y el abrigo, la pipa, su misoginia -aquí reconvertida en un amor frustrado que le perseguirá toda su vida-) y lo consigue perfectamente.
Sin embargo lo que hace a El secreto de la pirámide realmente especial es el perfecto equilibrio entre el terror más onírico, el misterio más mundano y un sense of wonder que lo inunda todo, lo que hace volar la imaginación del espectador y que este termine rindiéndose ante una película que solo tiene dos pretensiones, a saber:

Rendir un homenaje al detective más famoso de la literatura y el cine.
Entretener al espectador con un relato bien construido en el que la tensión aumenta gradualmente hasta la resolución del misterio.

Y no se puede negar, la película sale victoriosa.

Recomendada a: treintañeros con hijos a los que descubrir el cine infantil-juvenil de los años 80.

Lo peor: que los efectos especiales envejecen mal.

Lo mejor: da igual cuantas veces la hayas visto o que te la sepas de memoria, nunca aburre. Nunca.