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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
7
Drama Un profesor norteamericano jubilado lleva una vida solitaria en su lujoso palacio de Roma. Tiene un enfrentamiento con una vulgar marquesa italiana y sus acompañantes: su amante, su hija y el novio de su hija, y se ve obligado a alquilarles el apartamento del ático del palacio. Su sosegada vida se verá entonces perturbada por las maquinaciones de sus inquilinos. (FILMAFFINITY)
28 de junio de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de rebajarle la nota de un 8 a un 7. ¿Por qué? Bien, la vi de estreno, convenientemente censurada, cortada y mutilada, con la estupidez de convertir a los dos jóvenes amantes en hermanos, lo cual, en fin, complicaba las cosas mucho más. No la había visto desde entonces. Compré el DVD con la película completa, tal como la había pensado y rodado Visconti, dejé correr el tiempo, y anteanoche me acordé de ella, ¡y zas!, me la aticé. Ay, el tiempo... Visconti retoma los temas de Muerte en Venecia, en mi opinión su obra maestra, una película que nunca me canso de ver, y con la complicidad de Burt Lancaster, uno de los mejores actores de todos los tiempos, vuelve a perorar sobre la decadencia y la vejez, obsesionadas con la juventud y la belleza (en este caso il bello Helmut Berger, consuelo del director en sus últimos años, un caso similar al de Jean Cocteau y Jean Marais), y la dificultad de conciliar el mundo de la intelectualidad con los salvajes años 70 (de haber sido hoy, el pobre Visconti se habría vuelto loco, o habría perecido en el intento). Pero a Visconti, personificado por Lancaster, le costaba ya conectar con un mundo decadente de burgueses caprichosos y jovencitos caprichosos, sin otros horizontes que el placer !deprisa deprisa!, y lo que tan bien nos había contado en El gatopardo, la muerte de una clase social que ha de dejar paso a la renovación... para que nada cambie, aquí se nos narra un poco a trompicones, con escasa credibilidad (los jovencitos no están bien definidos) y nula convicción. La película sólo es grande cuando Lancaster llena la pantalla y recita sus hermosos diálogos. Igualmente, los insertos con Cardinale y Sanda no están bien incorporados a la trama, al contrario que los flashbacks de Muerte en Venecia, que acababan de redondear el retrato del protagonista.
En cualquier caso, no se trata de una propuesta desdeñable, ni mucho menos. Yo diría que es uno de esos casos en que la memoria traiciona y el recuerdo es más bello que la realidad.
Eduardo
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