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España España · Barcelona
Voto de Eduardo:
6
Drama Isabelle, una hermosa joven de 17 años que pertenece a una familia de clase alta de París, parece tener el mundo a sus pies. Pero tras un verano en el que la pérdida de la virginidad le resulta decepcionante, un viaje de autodescubrimiento sexual la embarcará a partir del otoño en una doble vida: estudiante de día y prostituta de lujo por las tardes. Esta es su historia, a través de cuatro estaciones y cuatro canciones. (FILMAFFINITY)
26 de septiembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me gusta François Ozon porque es osado, porque es inquieto, porque le gusta arriesgar, porque cambia de temática y estilo como de camisa. Ahora bien, rodar casi una película al año acarrea problemas y no siempre da los frutos apetecidos, cosa que Woody Allen sabe de sobra.
Isabelle es una adolescente bendecida con una cara hermosísima y un cuerpo perturbador. Es verano, las hormonas zumban, y pierde la virginidad a manos de un chico que pasaba por allí. La experiencia no le resulta nada placentera. Llega el otoño, se reincorpora al instituto y decide compaginar sus estudios con la profesión de call girl, aunque no sabemos muy bien por qué. Por supuesto, triunfa en su nueva actividad y va ahorrando una buena cantidad de pasta. Hasta el día en que uno de sus clientes asiduos, el único tal vez que la trata como a un ser humano, se le muere en pleno acto. Interviene la policía, la familia se entera...
En su libreto, Ozon no nos aporta demasiados datos sobre los motivos de Isabelle. ¿Desea averiguar qué ocurrió cuando la desfloraron? ¿Si no está hecha para experimentar placer? ¿Cuál es el misterio de su sexualidad? Desde luego, da la impresión de que la muchacha no es muy ducha en lo de sentir emociones. La relación con su madre es problemática, a pesar de que la mujer se desvive por ella. Vive con un hombre simplón y de pocas luces, aunque buena persona, y en un momento dado parece que Isabelle intenta seducirle. El hermano pequeño está prendado de la belleza de su hermana, porque él también está adentrándose en ese momento delicado cuando la niñez deja paso a la adolescencia y las pasiones de la carne y la mente. Ozon no transpira, se limita a plasmar, deja que cada espectador saque sus conclusiones. De tal modo que, en ocasiones, uno experimenta la impresión de que la historia no acaba de cuajar. Considero mucho más acabadas En la casa y Una nueva amiga, por ejemplo.
Todas mis alabanzas para Marine Vacth, a la que auguro un brillante porvenir, como va demostrando película a película. Es facilísimo dejarse prendar por una nínfula como ella. Consigno la aparición de Charlotte Rampling, en quizá la mejor escena de la película, convertida en un trasunto de Françoise Hardy, de quien van sonando algunas canciones en la banda sonora. En cualquier caso, cualquier película de Ozono merece tener su oportunidad.
Eduardo
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