Vaya por delante una reflexión digna de Perogrullo: esta película está contraindicada para aquellos extraños seres que no se emocionan cuando leen y/o escuchan las dos palabras mágicas, The Beatles, y que no se saben de memoria todas y cada una de sus canciones. Vale para acompañar el rito iniciático de la Beatlemanía, aun que yo recomiendo la serie de DVD que componen Anthology, hasta el momento lo mejor que se ha rodado sobre la vida y carrera de los Fab Four. El documental de Ron Howard, que flipó de pequeñito cuando los vio en el programa de ese extraño remedo de Nixon, Ed Sullivan, está construido sin duda desde el cariño y la admiración, pero es light, rehúye la polémica (pasa de puntillas sobre todo lo relacionado con el sexo, las drogas y sus relaciones personales) y, como diría mi amigo MBF, no aporta nada a la ya abultada filmografía que gira en torno a nuestros héroes. Ha conseguido Howard la colaboración de algunos fans, que le han entregado viejas películas de super 8 que tomaron durante los conciertos, ha contado con la aparición de gente tan dispar como Whoopi Goldberg, Elvis Costello o Sigourney Weaver, a la que atisbamos unos segundos en uno de los conciertos cuando era una adolescente, ha volcado su pasión de fan en trazar la carrera de los cuatro de Liverpool desde sus inicios en Hamburgo hasta su despedida de las giras en el nefasto concierto del Candlestick Park de San Francisco, ha intentado con buenas intenciones, en fin, entregarnos su testimonio desde la otra orilla del Atlántico (olvidándose de paso de que Elvis Presley salió corriendo a denunciarles a Nixon en cuanto se fueron de su casa, pobre cabrón acabado), pero con cuidado de no mancillar su memoria sagrada, más o menos como hizo Scorsese en su documental sobre George Harrison Living in the Material World, necesariamente hagiográfico porque estaba producido por la familia del finado. Recibimos con alborozo esta nueva entrega de la saga beatleiana, prestos a guardar el BR en el lugar del altar que le corresponda, y constato el buen hacer del grupo en el concierto del Shea Stadium, meticulosamente recuperado y restaurado, donde podemos oírles cantar por fin sin los chillidos de los espectadores. Por cierto que, si hoy alguno de nuestros ídolos osara tocar media hora justita y largarse sin ni siquiera un bis, le tiraríamos piedras y quemaríamos el local. Sólo eso documenta el tremendo carisma del mejor grupo pop de la historia, por los siglos de los siglos. Beatles Forever!!!