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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Drama La historia de un legendario director llamado J.J. "Jake" Hannaford, que regresa a Hollywood desde los años de semi-exilio en Europa, con planes para completar el trabajo en su propia película, también titulada "Al otro lado del viento" y volver al estrellato... Último largometraje de Orson Welles, terminado en 2018 por un equipo de profesionales siguiendo las anotaciones del realizador. (FILMAFFINITY)
10 de noviembre de 2018
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio, no me enteraba de nada.
Solo declaraciones a cámara esgrimidas por reporteros implacables, tratando de capturar alguna verdad que habita en el artificio.
Llegué a pensar que esta era la broma final de Orson Welles, una que ha conseguido colar a distribuidores pudientes, sobre otra inacabada película-novela que escribió y rodó por placer.

Lo que ocurre es que 'Al Otro Lado del Viento' radiografía su autor en la misma medida que dibuja su argumento.
Jake Hannaford podría haber sido el mismo Welles, canoso y cansado, irónicamente divertido, desviando la atención de sus películas mientras torea a la prensa y busca algo que no le pueden dar sus bellos actores.
Esa chispa olvidada, una alquimia incierta, que es la razón por la que todos los aficionados se apiñan en su fiesta, y fue en su tiempo el fuego para avivar grandes empresas.

Periodistas, fotógrafos, actores y productores la siguen buscando, preguntan sobre ella, filman sin cesar deseando que se aparezca, y solo consiguen un río uniforme de rostros desencantados, murmurando frases levemente inconexas.
Todo lo contrario sucede en esa "obra maestra" que ocupa el tiempo de Hannaford: una mujer desnuda recorre tierras y espacios muertos, hermanándose a una naturaleza salvaje que la aleja continuamente del joven urbanita fascinado por su belleza, en una odisea eterna que desafía con sensualidad candente el rígido sistema de tabúes y convenciones al que nos hemos atado.
El desierto nunca parece más vívido que resplandeciendo en su piel cobriza, su mirada nos hipnotiza para seguirla hasta el fin de nuestro mundo, y la vejez o decadencia solo llena los destartalados edificios que atraviesa, nunca las juveniles almas que se encuentra.

Pero la película está inacabada, hay que rodar más. No tiene guión, no sabemos qué va a pasar. Jake Hannaford podría haberse embebido de formas femeninas más allá del decoro profesional.
Se la están cargando, golpe a golpe, esa dulce mentira que es verdad, todas esas pirañas que buscaban saciar su ansia por otro pedacito del afamado director.
Hannaford es consciente de que su persona se ha comido el hechizo de la pantalla iluminada en habitación oscura, e intenta ganar tiempo: la estrella caprichosa tiene la culpa, el productor vampiro no me deja en paz, cómo leches voy a trabajar con esta crítico chiflada esperándome... todo para desviar la atención de esa actriz protagonista, reservada en la fiesta, pero con un magnetismo incandescente en pantalla que parece capaz de reescribir el mundo a medida que lo descubre.
(Y viéndola a ella, constreñida en el blanco y negro, todo lo contrario de su cinematográfico moreno, me da por pensar la lástima de que ciertas personalidades solo se revelen a cámara)

Defender el fuerte de los estragos del tiempo, las opiniones ajenas y los cambios de mentalidad social se torna imposible, aunque Welles/Hannaford nunca dejaran de intentarlo.
Es entonces cuando entra en acción la capa metanarrativa de todo este experimento, y te das cuenta de la gran ironía que resulta volver a unas bases primigenias con vocación de documentalista en esa "Al Otro Lado del Viento", película dentro de la propia película, a su vez esta última formada por un amasijo de testimonios sobre su producción e incierta resolución, solo para que Netflix la haya re-empaquetado como buenamente ha podido, probablemente inseguros de su contenido, por lo que han elegido promocionarla como el último trabajo de un renombrado cadáver al que le divertiría mucho que ahora le quisieran escuchar.
El latido del cambio, aquel leviatán que Orson Welles enfrentó toda su vida, de artistas que no pueden vivir sin filmar, con estudios que se desviven por sus filmaciones aunque las quieren de mentira, ahí está, a la vista de todos, persiguiendo esta cinta más allá de su olvido.

Creo que he visto algo verdadero, tan empaquetado en una broma que a veces cuesta aclarar si merece la pena.
Ha sido como una caída a cámara lenta, que se antoja apocalíptica mientras sucedía, y al finalizar el silencio no resuelve la duda de si volverse a levantar.
Queda un cine vacío, una sensación de añoranza porque alcanzamos a sentir, como un miembro fantasma, que algo se ha perdido.

Por eso filman.
Por eso observamos.
Por si, algún día, allá en la pantalla nos dejan quedarnos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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