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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Drama. Romance Victoria Page (Moira Shearer) es una joven bailarina aficionada que, en la fiesta de estreno de un ballet de la compañía Lermontov, dirigida por el implacable Boris Lermontov (Anton Walbrook), es introducida por su influyente tía y obtiene una oportunidad para demostrar su valía, empezando por los teatros más modestos de Londres. Al mismo tiempo Julian Craster (Marius Goring) es un joven estudiante de composición, a quien su profesor ha ... [+]
1 de noviembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al principio de esta fascinante fábula, hay un diálogo entre espectadores que es clave para entenderla.
Una pareja discute que solo ha entrado en el ballet para escuchar a su compositor, mientras otra pareja sostiene que es la bailarina la que verdaderamente da sentido a la representación. Ambas partes se miran, y con gesto de desaprobación desisten de que la otra entienda.
Así suele ser casi siempre la experiencia del público: superficial, ruidosa y parcial. El arte por completo solo suele pertenecer a los que lo trabajan, o lo impulsan, capaces de apreciar todos los pequeños detalles que lo integran.

Uno de esos impulsores es Boris Lermontov, dueño y organizador de la propia compañía que lleva su nombre, y al contrario que el público que le escucha, plenamente comprometido con el Arte, con mayúsculas.
El Arte, para Lermontov, es sacrificio. Dolor y entrega. Una inmersión total para un renacimiento completo. No admite otra cosa de los artistas a su cargo.
Por eso no le tiembla el pulso en despreciar lujosas solicitudes de mecenas, o tristes aficionadas que él sabe, por anticipado, que no van a dar la talla. La suya es una tarea incansable, que probablemente tiene menos relevancia de la que desearía: él solo coge lo excelente y lo hace conocido, evitando que el público se lo pierda.
Para Lermontov, no hay nada más asombroso que ese bello momento en el que un artista logra transmitir toda la grandeza de su obra a un aforo completo.

Por eso no es de extrañar que, al principio, no quiera dar ninguna oportunidad a la joven Victoria Page, apenas una niña acomodada que se cree que sabe bailar, aunque se le note visiblemente perturbado por su brillante melena roja. El arte sigue siendo solo para los que lo sufren, para los que se entregan, no para los que han llegado a una audición por tener buenos contactos, piensa el dueño del ballet. Para artistas como el joven Julian Craster, recientemente añadido a sus espectáculos como conductor de orquesta (aunque su inclusión venga con cierta fría deferencia por parte de Lermontov, quizá un grado de envidia sin manifestar).
No será hasta después, en una entregada representación de "El Lago de los Cisnes", donde la cámara de Powell y Pressburguer se afana en que sintamos la fiereza de la representación, que la joven Victoria empiece a cambiar la visión del afamado jefe de artistas.
Es entonces cuando Lermontov la dará un papel estelar, promesa de una gran llama que podría levantar la pelirroja Victoria, de la cual hemos visto una chispa entre cisnes: el papel protagonista en "Las Zapatillas Rojas", el cruel cuento en el que una chica baila sin descanso por dos hechizados zapatos carmesí hasta su muerte. Comandada la orquesta por Julian, empiezan los ensayos.

En ellos descubriremos de que no existe "arte por accidente" o feliz casualidad, sino que normalmente el Arte es armoniosa ejecución: una retahíla de movimientos que deben ser reproducidos, una y otra vez, y otra, y otra más, hasta que entre ellos se empiece a atisbar la promesa de algo hermoso. "Una flor en el rocío, una fresca nube en el cielo despejado" lo llama Lermontov a ese algo hermoso.
Uno entendería que el arte se debe crear de cero, se debe ensayar, pero... ¿tanto?

Pero entonces todo cobra sentido.
'Las Zapatillas Rojas' se puede enorgullecer de tener, en su mitad, la secuencia más bella de ballet jamás rodada: una gigantesca expresión de Arte, pintada de vivos colores, solapada por excelente música, donde el escenario carece de límites y la realidad es apenas un sueño lejano.
¿No sabes lo qué es el Arte, no estás seguro de reconocerlo? Esta historia te lo muestra, te lo hace experimentar, de la misma manera que lo haría un artista extasiado en su creación, viviendo todos los detalles añadidos que lo pueblan.
De repente comprendes a Lermontov, y amas la sensación junto a Victoria: por eso, vale la pena no tener tiempo, personas, identidad.
Por el Arte, vale la pena perder Vida.

Pero una gran falla que solemos tener es que nos es imposible alejarnos de la vida. Los amores llegan, el tiempo pasa y hasta los escenarios se olvidan.
De alguna manera, es el precio a pagar por un segundo de éxtasis.
Pero las sensaciones permanecen, tanto en Victoria como en Lermontov, de ese momento en el que ambos se escaparon de esa realidad. Eso es lo que les condena, a ellos como a otros tantos, cuando se permiten sentir la vida tras quedarse desangrados en el arte: nada parece suficiente para curar la herida.

Y la historia se repite, una vez más, la de aquella muchacha que no pudo dejar de bailar, a unos zapatos rojos unida.
Qué triste y dramático. Pero qué bello a la vez.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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