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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
7,3
6.490
Animación. Drama. Comedia Calabacín es un niño valiente que después de perder a su madre tiene que ingresar en un hogar de acogida, con otros niños huérfanos de su edad. En un primer momento se esfuerza por encontrar su lugar en este nuevo medio hostil. Sin embargo, con la ayuda de sus nuevos amigos, Calabacín aprende a confiar, encuentra el verdadero amor y una nueva familia. (FILMAFFINITY)
5 de marzo de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una serie de dibujos infantiles abren 'La Vida de Calabacín'.
Desordenados, de variadas formas, la simpleza de su trazo invita a una alegría inconsciente. Apenas nos damos cuenta, pasado un buen rato, de que pertenecen a las paredes de un hogar desestructurado, donde el silencio ante las broncas ha extinguido el amor maternal.
Pero no hay que olvidar que, incluso en esas circunstancias, nos ha parecido algo inicialmente cálido, donde un niño puede ser feliz.

Podría decirse que algo parecido sucede durante toda la película.
Las formas redondeadas y vistosos colores de Calabacín y el mundo que le rodea presagian una supuesta amabilidad que de ninguna manera disminuye la dureza de los temas que se tratan.
En su nueva vida de orfandad, dentro de los amigos de Calabacín caben el dolor, el sufrimiento o la pena asumidos ante unos padres negligentes, problemáticos o directamente ausentes.
Y si a un niño no le pueden querer sus padres... ¿quién va a hacerlo?

Parece una pregunta sencilla para una mente infantil, que parece encerrar una respuesta aún más sencilla.
Pero la virtud de esta historia está en su protagonista, dándose cuenta de que esa pregunta encierra verdades algo más complejas.
Las emociones que siente Calabacín, las que sienten sus nuevos amigos, no parecen fáciles de asumir, y a menudo encuentran su necesaria válvula de escape por medio de enfados y miedos. A fin de cuentas, es difícil expresarse libremente para un niño, cuando no tiene el confortable cariño de un padre o una madre.

Al principio, nadie se habitua al mundo sin padres en el que las circunstancias les obligan a vivir.
Pero, poco a poco, todos ellos empiezan a encontrar algo parecido a una felicidad que parecían negarse: en unas carcajadas a la hora de comer, en una excursión en la nieve, o en un baile de discoteca improvisado. Calabacín incluso sentirá que puede dar ese amor que no estaba recibiendo, cuando empieza a gustarle su compañera Camille.
Juntos, los niños perdidos, los fuera de norma, se dan cuenta de que pueden reclamar su propio hueco en el mundo, uno que hasta ahora les habían prohibido. Y cuesta mucho menos ser feliz, cuando los demás nos acompañan en esa felicidad.

Claro que nadie dice que sea fácil.
Nadie les asegura que una noche estrellada no sueñen ese raro espejismo de familia que se les escapó. Nadie les asegura que no crecerán, y se dejarán vencer por esa inseguridad que alguna vez les atrapó.
En esta vida nadie asegura nada: los padres algunas veces no vuelven, las esperanzas se pierden, y el tiempo pasa. Pero somos nosotros quiénes podemos cambiar esas verdades absolutas, asegurando que nunca tengamos que afrontarlas solos.
Y encontrar a las personas adecuadas para compartirlas, no importa cómo ni dónde, es otra prueba de lo poco seguro que lo tenemos todo, y lo maravilloso que puede ser que sea así.

Supongamos que en esta vida habrá mucha gente que no te quiera.
Pero también habrá gente que lo haga, aunque no lo pongas fácil, aunque no sepas corresponderlo, aunque sea difícil mantenerlo.
Son esas personas, las que desafían el "aunque", las que merece la pena conservar para siempre.
Charles
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