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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Comedia Secuela de "Malditos vecinos" (2014). Mac y Kelly Radner (Seth Rogen y Rose Byrne) desean vender su casa, pero no les resultará nada fácil porque está al lado de una fraternidad universitaria, donde las chicas celebran fiestas continuamente. Para enfrentarse a las descontroladas estudiantes contarán con la ayuda de Teddy (Zac Efron) y Pete (Dave Franco). (FILMAFFINITY)
10 de julio de 2016
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Da la sensación de que la saga 'Malditos Vecinos' está muy infravalorada.
Ambas dos películas se han vendido como poco más que comedias destrozonas, acerca de las tan celebradas fiestas de fraternidades estadounidenses, sin nada más que aportar.
Y algo de eso tienen, sin duda, pero sería injusto juzgarlas solamente así, cuando tienen suficientes elementos para salirse de lo típico.

Si la anterior era una especie de rebelión paternal contra los adolescentes juerguistas que no saben nada de asumir responsabilidades, 'Malditos Vecinos 2' trata de ponerse precisamente en los zapatos de dichos adolescentes, y de paso mostrar como ellos también tienen que encajar en un molde para el que nadie les ha pedido medidas.
Mac y Kelly, por su parte, bastante tienen con criar a su hija, siendo los perfectos padres y mejores vecinos que su entorno les exige, como para que encima venga otra panda de jóvenes a su casa de al lado para jorobarles la venta de su propia casa. Estas son Shelby y sus amigas, tratando de marcar territorio frente a las fiestas de niñatos que les obligan a ir con escotazos y tacones, creando su propia fraternidad para escapar de esos tópicos y tratar de darlos la vuelta.
Es decir, que en esencia ambos vecinos solo tratan de buscar su lugar frente a otros, con las cosas que les gustan, sin que nadie tenga que decir a la pareja de padres que su hija no tiene que jugar con un dildo o a las chicas que no deben tomar alcohol para tener un tipazo.

Bajo las infinitas coñas hiladas a ritmo de metralleta no hay un drama, pero desde luego hay bastante progresión en los argumentos de la primera, que simplemente concebía a los adultos y a los jóvenes como dos grupos sin posibilidad de conexión.
Aquí esa conexión se busca, y se consigue, en parte gracias al regreso de Teddy: el infame líder de la fraternidad anterior, que ha pasado a ser otro de tantos chavales lanzados al mundo laboral, hablando constantemente de los proyectos que piensa hacer, porque se supone que eso hacen los adultos, cuando en realidad solo querría estar en una buena juerga como las de antes.
Suyo es el papel entre medias de los padres y las chicas, y basta poco para darse cuenta de que es muy desagradecido, porque ni unos ni otros lo consideran parte de su grupo, demasiado mayor para buscar líos, y demasiado inmaduro para saber lo que es un contrato de alquiler (grandísimo momento en el que nadie sabe cómo funciona, resaltando el espíritu peterpanesco que esta saga no se ha cansado de reivindicar).

Sin embargo, el buen tino de la historia consiste en resaltar precisamente eso: ¿por qué no intercalar una desquiciada huida a través de un campus universitario de fiesta con el momento en que dos padres se dan cuenta de que su hijita algún día se hará mayor?
Los personajes dejan de ser monigotes de hostias, y se transformar, ni que sea levemente, en personas. Personas que pese a todo tratan de encajar en sus moldes, pero que pueden elegir no hacerlo, porque nadie tiene la verdad absoluta de lo que debe ser una fraternidad y una familia.

Quizá ambos dos conceptos no estén tan alejados unos de otros: personas que no te juzgan y que pese a lo estúpido que seas te acompañan en tu tontería.
No está nada mal para lo que en principio era solo una comedia destrozona que tampoco tiene problemas en celebrar el sexo, las drogas y las buenas fiestas.
Charles
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