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España España · Madrid
Voto de Charles:
8
Drama Anders está a punto de acabar un tratamiento de desintoxicación en un centro rural. Como parte de su terapia, una mañana va a la ciudad a una entrevista de trabajo. Aprovechando el permiso, se queda en la ciudad y se encuentra con gente que hacía mucho tiempo que no veía. Es un hombre inteligente, guapo y de buena familia, pero se siente profundamente perturbado por las oportunidades que ha desaprovechado y por las personas a las que ha ... [+]
19 de agosto de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué es una vida normal?
Pasear un domingo a las 12 de la mañana. Llevar al perro al veterinario para que le mire esa herida que se hace. Ir a recoger a los niños al colegio. Comparar tu viejo coche con el que tienes ahora convenciéndote de que es mejor. Planear las siguientes vacaciones. Escribir toda una lista de sueños por cumplir, sin saber si los cumplirás.
Un conjunto de pequeñas nimiedades que, poco a poco, van creando cierta fortaleza de carácter, a la vez que sirven de piadosa anestesia contra las frustraciones más pequeñas.

Anders no tiene nada de eso.
Le gustaría, aunque expuesto así parece tener poco atractivo, pero no lo tiene.
No, él solo escucha desde su lugar privilegiado en la cafetería, convirtiéndose en nadie, en un espectro, mientras las conversaciones que retratan esas vidas normales flotan alrededor de él, e incluso a través de él, porque nadie le tiene en cuenta para nada de lo que oye.
Quizá sea justo eso, un nadie, y eso tan esquivo llamado vida normal no esté hecha para él. O quizá querría, secretamente, tener una, ni que sea para quejarse de ella como hace todo hijo de vecino.

'Oslo, 31 de Agosto' transcurre, como ya indica su título, al final del verano, al final de un ciclo.
En un momento en que todas las cosas vuelven a comenzar, Anders se encuentra solo en la gran ciudad, sin ninguna pista de que algo vaya a empezar para él. Para todos los demás el fin de agosto conlleva la vuelta de vacaciones, a la rutina, mientras que para Anders es la vuelta al mundo real desde que se internó en un centro de rehabilitación.
En las 24 horas siguientes le seguimos, pegados a su hombro, mientras parece volver a un desierto donde no hay oasis posible: los amigos ya están casados con responsabilidades, perfectamente asentados pese a que traten de pintarte su vida como un tormento, y el hogar se quedó vacío y solo, esperando una familia que nunca llegó a estar junta. Anders depende de la caridad emocional de extraños, porque hace demasiado tiempo que agotó la consanguínea, la de sus padres y hermana.

Los intentos de volver a una vida normal parecen banales: para qué, si solo se reciben caras de sorpresa (quizá porque para todos solo era un espectro que se quedó atrás), miradas de juicio por un pasado turbulento o peor, risas al ser la atracción de feria en fiestas decadentes donde treintañeros tratan de rememorar sus glorias de juventud. Como si no quedara nada más, como si los veinte hubieran sido un alucinante viaje que en los 30 empezó su declive.
Así nos lo han pintado, más o menos, en un prólogo plagado de vivencias en cámara que evoca en sus testimonios desordenados alguna idea, también desordenada, de lo que fue la juventud: las fiestas, los amigos que se fueron, las primeras impresiones, los descubrimientos... todos los matices de una ciudad que ya no existe, porque nunca más volvió a tener todo eso.

El desengaño de Anders acaba siendo evidente, pero también lo es el de sus amigos: ellos esperaban que a una edad te conviertes en adulto y pasas a ser importante, no que solo eres una carcasa de miedos juveniles tratando de sobrevivir en una edad que te queda grande.
En el fondo, la misma sensación que experimenta Anders al levantarse del césped del parque y ver que no queda nadie, porque todos tienen un lugar para regresar, es la misma que experimenta cada amigo suyo, solo que rodeados de hijos, expectativas de sus parejas y tratando de sobrevivir a su propia inseguridad.

Quizá él nunca quiso una vida normal, a fin de cuentas.
Quizá solo quiso vivir para el momento, para esos momentos en el amanecer, de una noche igual a otra, en la que todo parece cobrar un sentido, extraño y étereo, irrepetible e inapreciable para la mayoría.
Al menos, sus queridos extraños no le han probado que exista algo más allá de eso.

¿Tratar de buscar otra cosa que sustituya el vacío que sentimos... o entregarse al vicio que nos destruye a sabiendas de que nunca tendremos nada igual?
En una vida delimitada, cuarteada por las experiencias y expectativas de los demás, vale la pena plantearse esta pregunta.
Charles
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