Todo el mundo necesita un hobby.
Nos pasamos trabajando tanto toda la semana, tomando tantas decisiones y dándonos tanta importancia que lo mínimo es desconectar cuando llega el fin de semana.
Hacer algo loco, estúpido, a poder ser rodeados por gente en sintonía con nuestro sinsentido.

'Noche de Juegos' es un vistazo trepidante e histérico a ese jugador que nos sale en situaciones de pura diversión.
Ese que afronta todo tipo de pruebas, se queda ronco gritando adivinanzas, quiere o se cabrea con su compañero o compañera de equipo y afila su astucia cuando de ganar se trata.
Suele salir ante juegos de mesa, a otros les saldrá de otra manera, pero existe para demostrarnos que muchas veces es divertido competir mandando la cordura a la mierda.

Max y Annie son de esa raza, y bastante bien les ha ido en la vida, hundiendo la rutina bajo competitividad, no dejando decaer la infaltable noche de juegos semanal y evitando que alguien demasiado apegado al trauma y el sentimiento como su vecino policía Gary les arruine la diversión.
Es entonces cuando llega Brooks, el muy perfecto hermano de Max, que la pareja y amigos se ven metidos en un juego inesperado: un secuestro en vivo, violento y salvaje, cuyo ganador será el que pueda seguir las pistas hasta la persona retenida.
Y si tan solo el jugador vicioso que todos llevan dentro hubiese estado moderado, se habrían dado cuenta de que las cosas no cuadran cuando los disparos parecen reales y los puñetazos duelen un montón: pero es imposible, hace mucho que la exageración y el hambre de desafíos se comieron el espíritu de estos sencillos urbanitas que esperan al finde para vivir emociones fuertes.

La excusa para liarla es, por supuesto, una gigantesca tontería.
Los personajes, también, rozan demasiadas veces la deficiencia mental.
Pero a quién le importa cuando la noche se ha vuelto larga y peligrosa, cercada por atracadores que no saben posturas de yoga y ricos organizando luchas clandestinas en su sótano, mientras bajo el peligro de muerte cada miembro del grupo reconoce que, joder, se lo están pasando muy bien.
Nosotros también, porque cuesta creer que, a pesar de su progresiva transformación en dibujos animados, esta gente sigue teniendo una motivación e ingenuidad a prueba de balas (nunca mejor dicho).

Al final, no sé si la vida es sueño, pero poniéndonos un poco tontos, desde luego es juego: será casualidad entonces que los tableros con fichas (por esos planos aéreos que lucen "miniaturizados") o fases de un videojuego (con esa cámara frontal en los coches) se parezcan tanto a la vida real en esta rompedora carrera nocturna.
Incluso no falta el clásico imbécil que se pilla el berrinche porque no le dejan jugar, y al final consigue sabotear toda diversión llamando la atención. (*)

Aunque, también como en los buenos juegos, nada es capaz de acabar la partida si esta ha sido tan entretenida.