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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Drama Ben (Viggo Mortensen) es un hombre que ha pasado diez años viviendo en los remotos bosques situados en el noroeste de los Estados Unidos criando a sus seis hijos, varios de ellos junto a su mujer. Aislados totalmente de la vida moderna, de las comodidades de las ciudades y de la sociedad de consumo, Ben es un padre devoto que ha inculcado en sus hijos una peculiar forma de pensar y vivir la vida. Sin embargo, una trágica noticia hace ... [+]
27 de septiembre de 2016
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
En un primer momento, en 'Captain Fantastic' no hay ni rastro de los toques de comedia costumbrista que retrata su tráiler: el degollamiento y posterior despellejamiento de un ciervo, envuelto en sangre y barro, borra repentinamente toda expectativa amable de la película.
Llama la atención que se haya querido iniciar así, tan cruda, tan fría, tan metódica, pero solo es una manera de romper moldes, y volver a rearmarlos. El director Matt Ross no quiere que veas a Ben y sus hijos como unos bichos raros simpáticos, no.
Quiere que les conozcas. Que pases tiempo viendo sus sencillas relaciones. Si puedes, acércate a cada uno de los pequeños y observa sus rusticas manualidades. Sube con ellos la montaña sudando al calor de un sol otoñal. Y canta con ellos a la luz de la hoguera, tanto y tan alto como si no importara otra cosa en el mundo.

Para cuando acaban su día, eres tan familia de ellos como ellos parte de ti.
Va a ser necesario para el viaje que inician: uno en apariencia sin vuelta atrás, a la sociedad que olvidaron y de la que ya no forman parte. Porque allá en la naturaleza, en unos bosques perdidos de los que la película se niega a darnos localización, han aprendido a vivir en comunión consigo mismos, y con lo que les rodea.
No es una vida fácil tampoco, como Ben se encarga constantemente de recordar, pero sí algo cercano a la perfección, pues el propio Ben siempre da todas las opciones posibles a sus hijos, para que ellos puedan tomarlas si así lo quieren. Antes de pensar en los duros entrenamientos, antes de pensar que el padre es una especie de tirano inmisericorde, habría que recordar eso, el acto de amor desinteresado de un padre que, lejos de “dejar vivir” a sus hijos, elige que “vivan de verdad”.

Pero hablábamos de un viaje, el inevitable que siempre llega al alcanzar una abstracta madurez. Incluso aislándote del mundo, la tragedia siempre llega, quizá como recordatorio de se sigue estando vivo, y en el caso de Ben e hijos, de que no todo puede ser perfecto.
Con esa idea de que por primera vez su paraíso se ha roto, se lanzan a la carretera, hacia lo que ellos saben que es una sociedad diferente, y puede que hostil. No se evitan los típicos chistes de “pez fuera del agua”, pero son más inteligentes que eso: tienen más bien un cierto tono de burla que de victimismo.
La familia de Ben no pierde la oportunidad de querer probar las tortitas o el helado, de querer experimentar todo un nuevo mundo que se abre ante ellos, pero incluso en esas circunstancias se lo pasan mejor en su propia fiesta personal en honor a Noam Chomsky (“¿prefieres celebrar una fiesta en honor a un elfo mágico que a un gran humanista?”) que en cualquier otra situación. Es la fortaleza que da el saberse parte de una familia, una donde tus opiniones valen tanto como sepas defenderlas o tu curiosidad (de lo que sea) no se limita, pero familia a fin de cuentas.

Cuando finalmente llegan a casa de sus abuelos, la familia se ha probado a si misma que incluso ese entorno no puede con sus lazos, cuidadosamente tejidos durante años en la confianza, el conocimiento y el respeto.
Pero es ahí donde encuentran su mayor prueba, porque no es lo mismo ver a tu padre como figura única y poderosa que verle como un pobre diablo con traje llamativo que es constantemente arrastrado por las opiniones de su autoritario suegro, y juzgado por normas que hasta hace poco eran filosofía para ti. La fuerza de Ben no llega a tanto en el “mundo real”: su naturaleza “fantástica” parece haber desaparecido.
Incluso el hijo mayor ha probado ya algo que ese “mundo real” ha podido enseñarle que no estaba en los libros: el calor de un beso, la magia de un flirteo, todas las sensaciones que se aprenden lejos de su burbuja perfecta e irrompible. La misma que, después de tantos años, se ha roto.

Entonces, lejos de convertirse en el drama de lágrima que podría haber sido, ‘Captain Fantastic’ es una celebración del amor. Sí, del amor. Del que profesamos a nuestros hijos, a nuestra vida y a la persona que queremos más que nada.
El problema es que el Amor, como concepto, es imperfecto: algo que no cuaja en la vida de este capitán fantástico que hasta este momento hemos conocido. Y como tal, dicho capitán no tiene otra alternativa que dejarse llevar, y cambiar buscando otra oportunidad, quedándose desprotegido por un modo de vida que él pensaba que llevaría hasta la muerte.
La magia presente en ese proceso consiste en que, hasta en los peores momentos, la familia nunca te abandona. Y parte de su belleza es que, serás imperfecto, pero a ella no le importa.

Esta no es una historia de gente rara, que hace cosas raras, y llega a finales increíbles. Al contrario, es una historia sobre gente común, en situaciones extraordinarias, que consiguen llegar a una felicidad propia y sencilla sin estar limitada por nadie ni ninguna regla social.
No se cansa de repetir algo que todos deberíamos predicar: vive y deja vivir.
Y aún más, a los que vivan, déjales vivir intensamente. Porque la felicidad es única, pero hay mil maneras de alcanzarla.

No se me ocurre porque una de ellas no debería ser de manos de un padre que aprende a dejar ir sus errores.
Charles
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