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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Terror Una compañía de teatro está ensayando una obra en su local. Todo parece transcurrir sin novedad, hasta que uno de los miembros del reparto aparece muerto. Asustados, el resto trata de salir, para encontrarse que están encerrados en el teatro con el asesino... (FILMAFFINITY)
4 de mayo de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cualquiera que haya recorrido alguna vez las bambalinas de un teatro se habrá dado cuenta de la peculiar geografía de esos lugares.
Básicamente, son mezclas interminables de pasillos y recovecos, diferentes secciones ocultas entre oscuridad necesaria para la representación, sin olvidar los elementos de atrezzo que reposan antes de salir a escena, como entes inanimados que esperan ser dotados de vida. Son lugares encantados, siempre entre la línea de lo real y lo ficticio.

'Aquarius' hace bien en recrear al milímetro esa extraña atmósfera que los recorre, y convertirla en el principal elemento que nos atrapa sin soltarnos: en su inicio, parece que estamos en una calle suburbana donde se ha cometido un asesinato, solo para después darnos cuenta de que en realidad contemplamos una elaborada coreografía teatral. Pero el engaño era tan exacto que lo hemos aceptado sin problemas, en ese espacio que recrea la realidad.
La historia podría ser algo parecido a ojos poco atentos, tan solo una obra macabra de la que somos inadvertidos espectadores, sin un elemento que rompa el hechizo de la representación. Una máscara inquietantemente humana cerca el plano, repitiéndose como si de un espectador contiguo se tratara.

En el fondo, se podría decir que ninguno de los congregados ahí quiere ser parte de la obra: solo son, como su tiránico director se encarga de recordar, actores de segunda que han aceptado ese trabajo porque no tienen otra cosa. Sus simples dramillas personales nos llegan como algo medio inventado para la ocasión, hasta el punto de que temas serios como un embarazo no deseado o un tobillo dislocado parecen ser menos importantes de lo pudieran ser.
Pero eso es porque falta un peligro que active esta batidora de egos inflados y miserias actorales.
Casi ni se explica cómo el asesino llega al teatro, pero eso es porque no importa. Solo su frialdad, su temible presencia embozada en una cabeza de búho, es suficiente para aterrorizarnos entre los ropajes del vestuario, como si se tratara de un atrezzo que ha cobrado vida para perseguir a los actores que lo utilizan. Es un error pensar, eso sí, que da más miedo su hacha ensangrentada que su absoluta falta de humanidad, como se evidencia en esos desprecios del dinero que se le ofrece, o en esa máscara sin gesto que acecha impasible a la carnicería que provoca.

Aunque el genuino terror llega quizás más tarde, cuando activa música clásica a todo trapo y sus presas concluyen que... "se está divirtiendo".
¿Y quién no nos dice que solo está poniendo la adecuada banda sonora a la gran obra que él, de alguna manera, está dirigiendo? Es esa posibilidad la que hace perder el control de la realidad, aunque no se le dote de características sobrenaturales y siempre encuentre la forma de anticiparse a las estrategias de los otros.

Al fin y al cabo, ya lo dice el "director" en una de las primeras escenas: "no tendrá mucho sentido, pero tendrá impacto, y eso es lo que quedará en la memoria del público".
Precisamente.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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